La muerte de una Madre es el hecho más doloroso que se puede
sentir, luego de la muerte de un hijo, eso me han dicho los que han vivido
ambos eventos y me imagino debe ser así. El primero porque es el ser que a uno
le dio la vida, quien lo cuidó y ayudo a crecer; el segundo, porque es la
muerte de uno mismo, de su vástago y que además es algo no natural, los hijos
deben morir después que los padres.
La semana pasada, me comentaba mi madre, que una de sus
amigas había muerto de un infarto. Una señora de la tercera edad, pero aún muy
entera, que había ido a despedir a una de sus hijas que se fue a vivir al
extranjero, buscando mejores condiciones de vida. Su otra hija también había
salido antes del país, dejando a sus padres en Venezuela. La señora murió al
retornar del aeropuerto a su casa.
Venezuela nunca había sido un país de emigrantes, al
contrario, siempre fue refugio para quienes se vieron en la necesidad de ir a
otra plaza a buscar una mejor vida. Muchos llegaron a Venezuela producto de
guerras, hambrunas o persecuciones y siempre se le abrieron oportunidades. Hoy
nos tocado a muchos venezolanos hacer ese viaje al contrario.
Lo triste es que una madre muera de tristeza y perdonen la
redundancia, porque sus hijos salgan a buscar un mejor destino, una nueva vida,
para ellos y para sus propios hijos. Un nuevo país, donde no les será fácil,
pero donde tendrán preocupaciones diferentes a la de buscar comida y medicinas.
Tengo muchos amigos y familiares que salieron del país ya
hace años, pero bajo otro concepto. Salieron a cambiar aires, a desarrollarse
de otra manera, a darles a sus propios hijos una nueva y diferente visión de lo
que es posible hacer. Con la posibilidad de retornar de cuando en cuando para
ver a su gente y que estos últimos tuvieran un nuevo sitio que visitar. Eso es
una migración programada, no una migración desgraciada, como la vivida por esta
familia.
Cualquiera pudiera decir que esto pudo ocurrir en otras
condiciones de país y es cierto, pero yo tengo mi propio ejemplo. Mi madre no
puede visitarme por un absurdo cierre de frontera y sé que su tristeza crece
cada día más, al saber que la segunda de sus nietas, que está mucho más lejos
que yo, luchando por una residencia en un tercer país; además de que mi madre
no tiene una clara posibilidad de conseguir un boleto, que pueda llevarla a ver
a su nuevo bisnieto cuando nazca en unos meses.
Cada familia tiene sus problemas, cada familia tiene sus
dificultades, pero no podemos seguir permitiendo que la maldad de unos pocos,
acaben con la felicidad de muchos y mediante la ruina y la tristeza, con la
vida de los Hijos y con la vida de una Madre.
A toda esta familia que tuvo esa dolorosa perdida, mi más
sentido pésame. A sus hijas, a quienes no conozco, les digo que no sientan
culpa alguna, no es fácil aceptarlo, pero es la verdad. Dios dispone de
nuestras vidas y a veces lo hace en circunstancias muy extrañas.
A quienes con sus actos han separado a tantas familias en mi
país, que los perdone Dios, yo no sé si pueda.
Eduardo José
León Hernández
Abril 12, 2016