Cuando hice esa publicación, recordaba que yo mismo intenté ingresar a la Aviación Militar en mi país, era el final de la década de los años 70, quería ser Ingeniero Aeronáutico y uno de los requisitos para estudiar esa carrera era ser piloto aéreo, razón por la que concursé para ingresar a la Escuela de Aviación Militar. Lamentablemente, no pasé el examen físico, desde niño tengo un padecimiento visual y mi visión no era perfecta, tal y como lo exigen los estándares mínimos de ingreso, en esa época no estaban disponibles las cirugías correctivas.
Sin embargo, años después, ya cursando mi carrera de Contaduría Pública, logré ingresar a Espiñeira Sheldon & Asociados (Price Waterhouse). La disciplina que conocí, con la que me curtí en esa firma, donde estuve exactamente once años, es muy similar a una disciplina militar. Está marcada por el respeto a la jerarquía, que a su vez implica conocimiento y esfuerzo para ser ganada. No eran simples ascensos los que se lograban, eran producto de trabajo, estudio, sacrificio (mucho) y dedicación. Era muy satisfactorio y te formaba, te daba reconocimiento profesional y personal, no todos los querían entraban en ES&A, había que ganarse la posición.
ES&A era tan similar a una fuerza armada, que hasta su estructura coincidía con el escalafón castrense: Un Aprendiz era el símil de un Subteniente y el más alto rango de Socio se equiparaba a un General de División, máxima posición de las fuerzas armadas en mi país para la época. Era un orgullo, un gran honor, subir en este escalafón, porque significaban méritos ganados en auténticas batallas, donde se sacrificaban días, semanas enteras para completar cada asignación. Había una muy buena paga, pero la mejor ganancia era la experiencia, el conocimiento y la formación técnica, profesional y disciplinaria que se adquiría. Siempre he dicho, que de volver a nacer, de repetir mi vida, por supuesto que cambiaría algunas cosas, ciertas decisiones, muchos de mis comportamientos, pero iría a buscar trabajo a la misma firma.
Que tiene que ver esto con el Honor Militar, mucho. Esa firma para mí fue mi propia academia militar y eso me llena de orgullo. No solo a mí, también a mi familia. Haber sido y ser parte de ella, porque los vínculos con los compañeros de faena no se pierden, por el contrario se consolidan en el tiempo, es muy gratificante. Pero cuando veo hoy ese referente militar con el cual yo comparaba mi firma, me llena de gran vergüenza.
Al día de hoy tengo solo dos amigos dentro de las fuerzas armadas. Dos Coroneles “institucionales” que no han sido ascendidos, por no comulgar con “el sentimiento robolucionario”; dudo mucho que los lleven a Generales de Brigada.
Los militares de hoy podemos verlos en cualquier parte del país, con uniformes viejos, mal encarados, muy flacos o muy gordos, pocos tienen esa esbeltez que los caracterizaba, muestra clara de que no se ejercitan como deberían, no se preparan adecuadamente físicamente; mucho menos mental y espiritualmente. No tienen un norte de país claro, su norte es material, muy bancario y en divisas.
A diferencia de los militares del vídeo que mencioné al inicio, a los “nuestros” nadie los aplaude, por el contrario, muchas veces les gritan, los desprecian, alguna gente les tienen miedo y mucho; ya no son motivo de orgullo, por dos razones: han perdido la decencia militar (la gran mayoría de los formados en estos últimos veinte años nunca la tuvieron) y actúan como malandros con uniforme.
Un militar con honor no deja que lo gobierne un extranjero, mucho menos permite que personas de otro país invadan, dominen y controlen funciones básicas de estado y de gobierno de su país, como vienen haciéndolo los cubanos en Venezuela. Esto último es como una mina a cielo abierto, no necesita ser probado, existe y todos lo conocemos.
Un militar con honor pone su país, la constitución, las leyes y principalmente a su pueblo, por encima de todo; es la parte esencial de su juramento, prometió defenderlo con su vida. A todas luces podemos observar, sin mayor esfuerzo, que nuestra fuerza armada está muy lejos de estos principios, unos por actuar de la manera que lo hacen, buscando el provecho personal; otros por inacción, ya que voltean la cara y por protegerse, se hacen los ciegos ante tanta barbarie; muchos otros por cobardes. Sus propias familias están padeciendo, viviendo en la miseria, sin comida ni medicinas, con pésimos servicios y una inseguridad jamás vista.
Debo rescatar a algunos (pocos, pero los hay) que no entran en ese saco de gatos, sobre todo del Ejercito, a quienes he visto en sus funciones de frontera y tienen un trato diferente con el ciudadano. No están pendientes de la extorsión o el “matraqueo”, aspectos en los cuales los guardias nacionales (en minúsculas siempre, hasta que desaparezcan) son los campeones.
El honor está íntimamente ligado a la dignidad y a lo que yo llamo una sublime y humilde altivez, derivada de ese sentirse bien con uno mismo, por quiénes somos y por lo que hacemos por el prójimo.
Ese honor y ese orgullo que yo expreso, es el mismo que siente e invade a mi hija Paula quien se formó para ejercer la medicina y desempeñarse como cirujano; es el que siente mi hija Patricia y mi yerno Juan Fernando, quienes también egresaron como Ingenieros en Universidades para progresar y servir a su país; es el mismo que siente mi pequeña Pamela, quien en su academia de cocina se formó como Cocinera (así le gusta a ella que la llamen) y hace exquisitos platos para que los disfrutemos los demás. El mismo honor que algún día espero que mi hijo menor, Eduardo José, finalmente alcance cuando esta pesadilla termine y tenga una profesión o un oficio digno, desde el cual pueda hacer su parte por él y por su país.
Perdonen que hable de los míos, pero son los que más cerca tengo. Aclaro que conozco muchísimas personas de las que me siento muy orgulloso. Gente buena, alegre y talentosa, que también son honorables; es un orgullo y un honor para mí, ser su amigo.
El Honor es nuestra divisa. Esa triste frase la hemos visto muchos, escrita en el frente de varios cuarteles de la guardia nacional y en sus uniformes. Una divisa es una moneda, creo que en este caso, la frase les calza muy bien. Pero el honor es otra cosa, “Es una cualidad moral que impulsa a una persona a actuar rectamente, cumpliendo su deber y de acuerdo con sus principios” “Es algo por la que una persona se siente enaltecida y orgullosa”. Pregunto, serán nuestros militares así? Como quisiera yo que un familiar de algún militar leyera este escrito y me contestara honestamente esa pregunta. También los familiares de esta gente tiene una responsabilidad con el país; o es que el beneficio en divisas igualmente los abruma?
En estos días hemos estado recibiendo información por las redes, de como sigue en aumento el número de oficiales de diferentes rangos, que están siendo investigados y encarcelados, por movimientos no deseados en los cuarteles. Otros miembros de tropa también están a diario pidiendo la baja porque ya no soportan ni el trato, ni el hambre. Espero que esto sea el inicio del final, aunque reconozco que en los últimos años he dicho lo mismo de forma repetida.
Nunca he estado de acuerdo con los golpes militares para deponer a un mandatario, cuando ha sido democráticamente electo por el pueblo. En nuestro caso es diferente, tenemos a unos miserables que están destruyendo sistemáticamente al país y solo se le pide a las Fuerzas Armadas que cumpla con la ley; que ayuden a devolver la democracia, la alegría, la paz y la sana convivencia a nuestro país.
Oficiales y tropas, si quieren sentir el Honor Militar, cumplan con su deber, apresen a los sátrapas y saquen al invasor extranjero, es lo que la patria les demanda. Honrar a Bolívar, no es solo repetir sus frases y pensamientos, es actuar de acuerdo a los mismos.
Eduardo J. León Hernández
Barranquilla
Marzo 07, 2.018
Eduardo J. León Hernández
Barranquilla
Marzo 07, 2.018