Recién terminé de releer un libro escrito por Sigmund Freud,
titulado el Chiste y su relación con lo Inconsciente, publicado en 1.905. Este
libro por razones que no recuerdo, pasó de la pequeña biblioteca que tenía mi
padre a mis manos y lo leí ya hace un tiempo, sin comprender muchas cosas en
ese momento, por su profundidad y la manera de escribir de su autor. En él hay
finalmente una comparación entre chiste, comicidad y humor, muy interesante,
que bien leído, nos lleva a pensar de nuevo en nuestra infancia, en nuestra
inocencia, en esa forma tranquila y feliz de vivir.
Freud hace una minuciosa
explicación del porque los chistes provienen de nuestro inconsciente, que no es
el objeto de este escrito, pero me dio una muy buena base para orientar la
explicación del chisme, el cual, dependiendo del momento y el ambiente cultural
de cada quien, puede conocerse también como brollo, murmuración, rumor,
comidilla, enredo, etc., son muchas las formas de llamar a esta actividad, harto
ejecutada en nuestra sociedad y que podemos definirla como: Una noticia
verdadera o falsa, o un comentario, con el que generalmente se pretende
indisponer a unas personas con otras, o simplemente lograr murmurar sobre ella.
Muchas veces para la ejecución del chisme, precisamente el
chiste es parte integral de él. Quien inicia el chisme, trata de echar a rodar
una noticia para calumniar, perjudicar o hacer reír a otras personas con algo
ocurrido a un tercero, quien es el objeto de esa agresión; en este caso es la
burla la base del chisme.
El chisme tiene varias características u orígenes: La
venganza o la traición, el simple placer de ver sufrir a otro, el producido por
la mitomanía, el del “periodista” del grupo o de la cuadra, el que no puede
quedarse callado; también está el chisme político, el corporativo o de
gerencia, el chisme policíaco y el del sofisticado espionaje. Hay un elemento común en todos y es la
necesidad de sobresalir, pero sobretodo, el de hacer daño, casi siempre consciente,
aunque más adelante explicaremos su relación con lo inconsciente.
El chisme de venganza, es aquel que simplemente se lanza
para hacer daño a alguien por algo que nos hizo algo o creemos que nos pudo
haberlo hecho y como no somos capaces de defendernos de frente, de afrontar esa
situación, ponemos a “correr alguna bola” que lo pueda perjudicar. También está
el chisme de la traición, esas penosas ganas de repetir algo que conocemos de
algún amigo o relacionado, que no necesariamente tiene que ser falso, pero que
el solo hecho de darlo a conocer, afecta a esa otra persona que nos confió su
secreto o esa condición difícil en la que se encuentra.
Hay otros que disfrutan el chisme con sadismo, ya que es una
diversión ver sufrir al otro. El tener el poder de hacer creíble algo sobre
alguien, es maravilloso para algunos y aprovechan esa condición para ver y
percibir que otros son capaces de destrozar al sujeto del chisme; de estos hay
muchos más de lo que creemos.
El caso del mitómano es muy particular, ya que los chismes
que se originan en su mente tal vez no provienen de su deseo de hacer daño
(pero lo hacen). Dada su condición de embustero, en ocasiones inventa algo
sobre alguien, con minuciosos detalles en cuanto a tiempo, dimensión y lugar de
ocurrencia. El mitómano no puede evitar ese comportamiento y da rienda suelta a
su fantasía si consigue a alguien que le preste atención. Mientras más lejos
llegue su creación, más satisfecho se sentirá.
En nuestra época actual, el chismoso periodista abunda, se
ha multiplicado por la existencia de las redes sociales. Anteriormente, ese
papel lo jugaban principalmente “las viejitas” (algunas no tanto) del
vecindario, quienes muy atentas recibían la información de todo lo que ocurría y
por medio de sus redes personales, o sea, la comadre, la cuñada, el tendero, el
chofer del autobús, el vendedor de periódicos, etc., daba a conocer a diario lo
que llegaba a sus oídos, no sin ponerle un “picantico”, ese agregado personal,
con marca única, que hacía más satisfactorio hacer correr la información. Hoy
día en las redes sociales, la cosa es más complicada. Cualquiera toma una
información de vieja data o mal intencionada y la publica para causar un efecto
malévolo y hacer sentir mal a quienes lo leen. En algunos casos, la gente que
lee esa noticia puede sentir alegría, pero su desilusión es terrible cuando
días después descubre que la han engañado. Las redes sociales requerirían de un
estudio avanzado, que no es el objeto de este escrito, pero todos las que las
usamos, sabemos el daño que hacen las mentiras, que repetidas, a veces se hacen
verdades.
Hay un cuento sobre un joven (llamémoslo Luis) que entra a
un motel de carretera, de esos bien alejados y discretos y se encuentra con una
vecina, que también iba al mismo sitio obviamente que con el mismo propósito,
pero con alguien que no era su esposo. La señora (Candy) al verse descubierta, espera
un rato va y toca la puerta de la habitación donde se encuentra el joven y le
entrega 500 dólares, con la condición de comprar su silencio. Raúl, quien
difícilmente recibía esa cantidad de dinero en varios meses y con esa facilidad,
toma el dinero y asiente mudo el acuerdo. Días después, está el joven reunido
con sus amigos en la esquina de su cuadra y ven llegar a la mencionada señora, quien desciende de un vehículo que se estaciona algo retirado de su casa. En ese
momento empiezan los comentarios propios de este tipo de situaciones, cada
quien daba opinión, que si era esto, que estaba con no sé quién, que era el
jefe de la señora, en fin, eras variadas las especulaciones, pero solo Raúl
sabía realmente lo que ocurría, era el mismo carro del motel y no podía
decirlo, habían comprado su silencio y no se sentía bien rompiendo su acuerdo.
En virtud de lo que está aconteciendo, un temblor corre por su cuerpo y sale
casi volando a su casa, toma los 500 dólares y va
a la casa de Candy. Le toca repetidamente la puerta, al ella abrir, le devuelve su dinero y
sin dejarla hablar le dice: Lo siento, esto que llevo por dentro es más fuerte que su dinero. Inmediatamente da la vuelta y corre de nuevo con sus amigos. Ese
es un ejemplo (real o ficticio, juzgue usted) de como un chisme, un buen brollo, no
tiene precio. El prestigio del chismoso, de ese que no puede quedarse callado,
estaba en juego.
El chisme político, no hay que explicarlo mucho, es el que
sale para dañar la imagen del contendor, es lo que conocemos como guerra sucia,
donde salen a la luz pública aspectos oscuros o grises del objeto del chisme o
sencillamente se inventan situaciones con la finalidad de dañar su imagen y
credibilidad ante los votantes. También está el chisme o los rumores que los
propios políticos crean para evaluar algún aspecto de la ejecución de su
gestión o descubrir algún traidor cercano en su administración.
Está también el chisme corporativo, el que funciona dentro
de todas las organizaciones. Gente tratando de hacer daño a otro. Aunque aquí
aplican varios de los mencionados anteriormente, está el dirigido a “mal poner”
a alguien para tomar su puesto o sus beneficios. La envidia en su sentido
amplio y la corrupción, son los principales factores que aquí prevalecen. Es
aquí donde radio pasillo hace su mejor trabajo. Este mecanismo de (des) información,
normalmente usado por gerentes y supervisores funciona en varias vías. Sirve para
para probar reacciones por acciones que se realizarán. Simplemente se comenta
“el secreto” a algún trabajador que saben es chismoso, de manera de que este
sirva de transmisor de la información y se espera el resultado a los pocos días
u horas, cuando otros han escuchado el asunto y alguno le comenta de vuelta al
mismo generador de la información, su parecer sobre ese secreto que escuchó por
allí. También está el chisme que se lanza, siendo mentira para sacar verdades;
simplemente es una afirmación falsa que se hace sobre alguien o algo para que
él o los afectados, lo escuchen y dependiendo de su respuesta o actuación, se
deduce la verdad que envuelve el hecho. El chisme corporativo u organizacional, no es algo exclusivo de la empresas, aplica en la universidad, en la iglesia, etc., en cualquier ámbito en el cual el ser humano interactúa y donde existen jerarquías o grupos de poder.
El chisme como el chiste, necesitan al menos tres personajes,
el que lo genera, el que lo escucha y el afectado por el cuento o la calumnia. En
muchas ocasiones el chisme causa risa o burla, porque está diseñado para eso, o
puede causar lo opuesto, desprecio, molestia o descrédito. En la antigüedad
algunos filósofos encontraban a la risa como algo inmoral y arrogante, porque «al
descubrir un vicio o una desgracia en el otro y reírnos por ello con
menosprecio burlón, sólo provocaremos una reacción violenta». Aristóteles
afirmaba que esa burla es la manifestación de un sujeto que arroga
superioridad: «El que ríe de otro afirma más o menos orgullosamente su yo».
Para Henry Bergson «en la risa observamos siempre una intención no declarada de
humillar». Esas citas tomadas del libro de Freud mencionado en el primer
párrafo y hacen un símil perfecto entre el chiste y el chisme que no es
necesario explicar.
Hay otro concepto que es necesario desarrollar para
completar el tema. Entendemos por Inconsciente
a aquel “Que ha perdido el conocimiento y generalmente también la capacidad de
percibir y darse cuenta de lo que le rodea” y podemos agregarle que es un
estado donde la mente parece estar dormida, pero sabemos que realmente está
activa todo el tiempo. Una segunda acepción es el adjetivo que describe a una
persona “Que obra de forma irreflexiva e imprudente o que no mide las
consecuencias de sus actos ni el riesgo que comportan”. Este último, es el aquí
nos interesa.
Estas descripciones antes señaladas le caben como anillo al
dedo a las personas que detentan el poder y el fanatismo hacia el chisme y la
mentira, lo hacen porque desean hacerlo y de forma irreflexiva hacen daño sin
importarles sus efectos y consecuencias, pero lo realizan estando en sus
cabales, o sea lo hacen conscientes de su daño. Solo en el caso del mitómano,
pudiese haber una “excusa amoral”, ya que su acción es más bien compulsiva,
parte de una enfermedad que le es difícil controlar.
El chisme y el chiste no existen en la niñez, los niños no
tienen consciencia de lo que es “malo o bueno” a su corta edad y en eso se
diferencian enormemente de los adultos adictos a estos actos, aunque debo
reconocer que los niños de hoy día cada vez son más precoces y sorprenden con
algunas declaraciones y acciones, pero no tienen la capacidad para formular un
chisme. Los términos como parodia, ironía, sarcasmo, sátira o ridículo le son
ajenos al humano en la temprana edad.
Hay chistes que pueden ser «inocentes», ya que están
desprovistos de toda tendenciosidad, puede poseer un rico contenido y exponer
algo muy valioso. En el caso del chisme, difícilmente podrá ser inocente el
interés de dañar a alguien y sus consecuencias. Tomando símiles, el chisme tendencioso
está destinado a la agresión, la sátira o a una posible cobarde defensa.
Otra fuente de chisme muy común, es ese secreto que alguien
cuenta a su mejor amigo, pero esa persona también tiene otro mejor amigo y así
sucesivamente la información se esparce, todos los mejores amigos se enteran y lo
más grave, normalmente en el camino se modifica. En este caso, a veces somos
nosotros mismos quienes hacemos volar el chisme.
La invectiva, ese discurso acre y violento que secretamente
lanzamos sobre algunas personas, con un mal sano interés, eso que llamamos
chisme, hace un daño enorme, que no medimos, que no consideramos realmente ni
en nuestro círculo social, ni en la iglesia, ni en nuestras empresas o
instituciones de estudio. Es un cáncer que carcome el tejido de la amistad y el
buen desenvolvimiento de las relaciones humanas.
Todo esto nos lleva a preguntarnos por qué alguien siente la
necesidad de inventar una noticia que involucra a otra persona, especialmente
cuando las presenta de formas perjudiciales para su imagen. Puede deberse al
resentimiento por no haber alcanzado los propios sueños, que deriva en la
envidia y la necesidad de destruir a quienes sí lo han hecho. Pero, aunque
parezca difícil de creer, incluso los chismes más peligrosos pueden surgir de
forma inconsciente, hasta por aburrimiento. El ocio mal ejecutado (el ocio no
necesariamente es malo), puede llevar al ser humano a convertirse en generador
de malas acciones y perturbar la vida de muchos.
Como se dijo antes, para que un chisme funcione, se
necesitan tres, si no somos chismosos originadores, con no convertirnos en
receptores estaríamos rompiendo la mal sana cadena y el chisme desparecería,
por lo que con dar un paso a un lado e indicarle al chismoso que no nos
interesa escuchar, evitaríamos hacer un daño.
Andar por la vida con la verdad, es lo mejor, aunque puede
ser peligroso, hay muchos que la detestan, porque “La verdad es como una antorcha que
no se puede llevar a través de una multitud sin chamuscar a alguien las barbas”,
leí por allí. Quien no quiere que sus barbas se quemen, que se aparte del
camino o que las ponga en remojo.
Eduardo J. León Hernández
Octubre 29, 2.018