Este título sin duda lo hemos escuchado muchas veces. Esta
dicho de diferentes maneras en libros nuevos o muy antiguos y por supuesto en
la Biblia, lo podemos encontrar en el evangelio de San Juan, específicamente en
el versículo 32, donde se menciona esta importante verdad, que desde el punto
de vista religioso y de cualquier otra manera que se analice, es una expresión única, cierta e
irrebatible.
Siempre he escuchado que las mentiras blancas no hacen daño,
e inclusive se habla de mentiras necesarias. Mentir es engañar, faltar a la
verdad, es un acto indebido, como lo es el hecho de robar. Cuando mentimos, engañamos, le robamos la verdad a alguien (muchas veces a nosotros mismos) y esa
falta de verdad ha sido la base de la dañina y permanente erosión que padece nuestra sociedad;
la mentira y el robo son hermanos, gemelos univitelinos, que en esencia derivan
en la corrupción generalizada.
Recién veía una interesante charla Ted dictada por Pamela Meyer, titulada How to spot
a liar (Como descubrir a un mentiroso). Pamela es una autora estadounidense, especialista en detección de fraudes y una destacada empresaria. Ha sido descrita por el Reader's Digest como "el mejor experto en mentiras de la nación". En 2010 publicó el libro Liespotting: Técnicas probadas para detectar el engaño. La charla antes mencionada, ha superado los 16 millones de visitas y es una de las 20 charlas Ted más populares de todos los tiempos; o sea que no es una arrimada en este asunto de descubrir la mentira. Dentro de los datos señalados por ella en esa intervención, menciona estudios que revelan que el ser humano miente, entre 10 a 200 veces por día. Por supuesto aclara que ese
abanico está compuesto por mentiras de diferentes grados, siendo unas más
“mentirosas” que otras, pero mentiras al fin.
Lo verdaderamente grave de mentir, es que ese es el ejemplo
que damos a nuestros hijos, nietos y a quienes nos rodean. Si cada día mentimos con tanta frecuencia,
en muchas de esas ocasiones los niños están presentes y ese será el ejemplo
que ellos seguramente van a copiar. Pero mucho peor aún, con más frecuencia de lo que piensan, inducimos
y hasta solicitamos a nuestros pequeños a que mientan, como cuando le pedimos
que nieguen nuestra presencia al ser requeridos por alguien, eso es algo muy común y no lo notamos.
Yo no me conformo con las estadísticas que leo o escucho de otros, muchas veces no sabemos, ni tenemos forma de comprobar si son
producto de estudios serios. En este caso en especial, la estadística
anteriormente mencionada la escuché de alguien especialista en la
mentira y yo, como buen mentiroso, obviamente dude de ella, pero no me quedé
allí y traté de probar ese estudio, para lo cual empecé a
revisarme durante varios días. Pude observar que hubo momentos en los cuales
me pidieron comprar o hacer algo y como lo olvidé, al ser cuestionado por el
asunto, de inmediato lo arreglé con una mentira, les expongo algunos ejemplos para que entiendan a donde quiero llegar.
Una tarde me
pidieron que comprará pan dulce en la panadería El Pan (en esa tienda en especifico, ya que es la mejor), pero como me pase de
largo y lo recordé ya casi llegando a la casa, me dio flojera devolverme y lo
compré en otro establecimiento, al llegar dije que en El Pan no había pan dulce del bueno. Debía llegar a las
8.30 am a una reunión, pero como me demoré por estar revisando los mensajes en el teléfono,
llegué 30 minutos después de la hora, obviamente mi escusa fue el tráfico. Llamé para pedir una cita con el
odontólogo y le inventé varias historias a la secretaria del consultorio para
que me consiguiera la cita antes de la fecha ofrecida por ella, solo por mi
comodidad. Durante una conversación en la calle con alguien con quien compartía una fila para el cajero, pero por esa
extraña razón de que mis historias tienen que ser mejores que las de los demás,
inventé varías circunstancias especiales que me mostraron casi como un héroe y por supuesto que recibí respuestas muy similares. Al final del día, pude enumerar una gran cantidad de mentiras o exageraciones (no llegue a 200, pero si fueron más de 10) que al final son lo mismo, comprobando que las cifras suministradas por la Sra Meyer son creíbles. Les invito a que hagan la
prueba, pero de forma honesta, no se mientan. Por cierto, los ejemplos que les acabo de señalar, son mentiras, no fue lo que real y exactamente lo que hice, pero me sirven para explicar el asunto.
Los ejemplos anteriores pudiéramos decir que son “mentiras
blancas”, porque supuestamente no hacen daño a nadie; pero si al menos la mitad
de ellas las escuchan nuestros niños, ¿no les estamos dando una iniciación en la larga carrera del mentir?
Entre mentir y robar hay una gran similitud, ambos, “normalmente”
van juntos, son actos deshonestos que cohabitan. Esto no es una clase de moral,
porque sencillamente es imposible negar que la gran mayoría de nosotros, en algún
momento de nuestra vida, hemos tomado cosas que no nos pertenecen, unos
con más frecuencia que otros. El quedarnos callados cuando nos cobran menos en
el restaurant o cuando nos dan de más en el cambio en una compra, el tomar
dinero de una cartera que conseguimos tirada en el piso (y de paso botamos los
documentos para no responder por el dinero); eso es robar, pero también es
mentirnos a nosotros mismos, ya que siempre tratamos de demostrar a los demás
que somos impolutos; no me vayan a decir que eso es parte de nuestra viveza criolla, por favor.
Si aplicamos una policromía a este asunto, las mentiras
inofensivas empezarían en el área blanca y las más terribles se moverían al área negra u oscura, con un
amplio degradé de colores y tonalidades en el medio, pero ¿quién tiene el
medidor para saber cuándo empiezan a ser dañinas? He allí un buen detalle. Cuando la mentira se convierte en algo cotidiano y necesario, hasta
aprendemos (y enseñamos) a mentir de forma profesional, hay cursos para enseñar
cómo posicionarse ante otros diciendo NO verdades, medias verdades u ocultando
la verdad; de allí a corromperse, solo hay un paso.
Nuestro mundo está lleno de engaños porque no somos ser capaces de
decir la verdad, lo que realmente pensamos, por cobardes. La infidelidad que cometemos en el
matrimonio, por no conversar y aclarar las cosas que nos alejan de nuestra
pareja en casa, por el miedo a ser sinceros. El creernos superiores y con derecho sobre los otros, por considerar
que nuestra posición económica o social nos da el derecho a mentir, engañar o
hacer creer cosas falsas, para nuestro propio beneficio, eso es igual que
robarle a los demás.
Robar, engañar, mentir y finalmente decepcionar a quienes
nos rodean y a nosotros mismos, más los dañinos efectos de esas negativas acciones, es
algo que podemos y debemos evitar, si queremos una sociedad más justa y
honesta; eso se logra sencillamente dejando de mentir y engañar, no importando el tamaño o color de la mentira. Es como
detener una enfermedad con un buen medicamento y además erradicar el virus
que la genera. Cuando dejemos de mentir, cuando veamos que ese comportamiento
enfermizo no hace otra cosa que disminuirnos cada vez más como humanos, ese día
empezaremos a ver la vida de forma diferente. Pero para eso debemos tomar
conciencia del daño que produce; hasta que no hagamos eso, estaremos como el
adicto que no reconoce su problema.
Dejar la mentira, es un acto de sanidad mental y corporal, es
quitarse un gran peso de encima, el enorme esfuerzo que hay que hacer y la
capacidad de memoria necesaria para mantener una mentira en el tiempo, es inmensamente
grande, es una cosa agobiante, agotadora y lo peor, es un acto sin sentido, ya que tarde o temprano se
descubre; se los digo yo, por experiencia propia.
Se dice que los niños y los borrachos no mienten, esa es una
gran verdad (con las excepciones propias de toda regla), pero no tenemos que mantenernos borrachos para ser honestos y no
mentir, es preferible buscar ser como niños, vivir con alegría, sin guardar
rencores, siendo transparentes y sinceros en nuestro hablar y sobre todo en
nuestro actuar.
Si queremos que nuestros países avancen, que nuestra
sociedad sea más justa y feliz, si queremos ser libres de verdad, empecemos por dejar de mentir, enseñemos a los
hombres y mujeres del futuro a ser honestos y eso solo se logra con nuestro ejemplo de
sinceridad y una buena educación de hogar.
Por último, les recomiendo leer el libro mencionado al principio, hay una versión gratuita en PDF en internet. De verdad es muy interesante y hasta divertido, aprender a ver y a descubrir como te mienten, mientras les crece la nariz como a Pinocho.
Eduardo J. León Hernández
Diciembre 01, 2.018
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