El nombre de este narco traficante no necesita presentación, muy tristemente célebre, fue uno de los hombres más poderosos y ricos del mundo, producto de lo ganado en el negocio de las drogas, el más grande que existe, después de las armas. Pablo Escobar, tenía el sueño de hacer de Colombia un narco-estado, literalmente comandado por él desde la presidencia. Ese era su sueño y su interés en lograrlo, se convirtió en una pesadilla para Colombia. Pablo logró llegar al Congreso de la República y dominaba muchos de los hilos de poder.
A Pablo y a su sueño, gracias a Dios y a las fuerzas policiales y militares colombianas, apoyadas por tecnología de países extranjeros, lograron darles de baja, así como a gran parte de su grupo y a otros grupos o carteles de esa época.
Pero hubo quien logró realizar ese sueño. La narco-dictadura venezolana, iniciada por los innombrables de chavez y los castro (siempre en minúscula) y que luego consolidaron maduro, diosdado y tareck, junto a quienes los acompañan en el cartel de los soles, es una señal de que si era posible alcanzar ese nivel de miseria y destrucción que genera la maldad, el poder erróneamente manejado, los recursos mal habidos y la locura. De esto no hay duda, las pruebas están a la vista.
Con cierto parecido a Escobar, las ratas venezolanas, mal utilizaron y dilapidaron los recursos de la nación en una especie de campaña de compra de conciencias a nivel internacional, con el robo indiscriminado de los recursos de la nación y la siembra de odio, que ha sido el peor crimen que han podido cometer en mi país, enfrentando familias enteras, rompiendo la fraternidad y el amor entre los venezolanos. Trataron y lograron comprar muchas conciencias para poder mantenerse en el control de ese sueño.
La maldad de esta gente, superó la de Pablo Escobar. Este último, al menos protegía a los suyos, personas que le eran leales (por favor, no me mal interpreten, no estoy alabando sus acciones, solo hago comparaciones), les daba recursos, construía casas de verdad, pagaba estudios. Pablo Escobar, dentro de su locura, dentro de su poder enfermizo, trataba de ayudar a la gente y por eso tanto lo cuidaban. Personas que, por ser igual de malos y enfermos o por ignorancia y necesidad, siempre lo apoyaron y protegieron. El narco-régimen venezolano ni siquiera les da casas, en 20 años apenas han construido unas 500,000, que han servido para controlar a quienes se las asignan. Igual ocurre con la comida, el control de la población mediante una caja de comida al mes, que no contiene lo que se necesita, como tampoco llega a toda la población. Ni hablar del sistema educacional, donde a trocha y mocha han metido en el pensum escolar los pensamientos chavistas.
Pablo ordenó y pagó por la muerte de políticos, policías y militares y de unos cuantos integrantes de los demás carteles, pero también cayeron inocentes en esas “guerras”, producto de las bombas y ordenes de asesinatos, donde poco importaban los daños colaterales. En el caso de la narco-dictadura venezolana, la vaina es al revés, los delincuentes tienen el control de la policía y de las fuerzas armadas, ellos mismos son quienes protegen y/o transportan la droga, dan protección a guerrilleros y de paso, peor de lo que hacía Escobar, masacran al pueblo, sin ningún complejo, ni una pizca de arrepentimiento. Estos no son daños colaterales de luchas entre bandas de narcotraficantes, ni de ejecuciones a estamentos gubernamentales, policiales y militares como ocurría en Colombia (lamentablemente algunos aún se mantienen, pero ya no son de Escobar), es la matanza de todo un pueblo, con armas, con hambre, sin salud, sin medicinas y apoyando la acción y la impunidad de la delincuencia. El exterminio, el genocidio, que se realiza en mi país, no tiene comparación.
Pero este cartel, además de manejar la droga, de tener a su disposición carreteras, puertos, aeropuertos y amplios espacios, debidamente custodiados, cuentan con flotas de vehículos, aviones, embarcaciones marinas y hasta inmunidad para transportarla en valijas diplomáticas. También ha superado a Escobar en su capacidad para neutralizar la prensa, radio y televisión. En Colombia a todo aquel medio de comunicación que hablaba mal del cartel de Medellín, le ponían una bomba o asesinaban a los periodistas, editores y directores. En Venezuela, con el poder de los organismos oficiales, totalmente controlados por el régimen, sencillamente los cierran, se los roban u obligan a sus dueños a venderlos, a precios que vaya a usted a saber, luego de toda una campaña de ataques, secuestros, asesinatos y presiones.
El control político de Escobar aún se siente, se recuerda en la sociedad colombiana, fueron muchos los representantes, senadores y hasta presidentes, que han sido vinculados con las actividades de su cartel, eran parte de su nómina. En Venezuela están a un nivel superior, el narco-usurpador, los directivos del partido rojo y la cúpula militar corrupta manejan las nóminas, son ellos quienes tienen la chequera, ya que constituyen la cabeza del más grande cartel que ha existido en estos lares. Quedaremos sorprendidos cuando sean dados de baja sus integrantes y salgan a flote las barbaridades que hacen y el tamaño de su sucio negocio.
Los miembros del cartel de Medellín eran perseguidos y de ser apresados, los pasaban a los tribunales, había jueces y fiscales que trataban de hacer su trabajo, siendo honestos cumplidores de la ley y arriesgaban la vida haciéndolo; muchos fiscales y jueces murieron por hacer su trabajo, otros perdieron sus familias o terminaron torciéndose por la incontenible presión y las amenazas. El narco-régimen venezolano no tiene ese problema. Desde el más alto tribunal, hasta el menos relevante de los juzgados, están bajo su control, son parte del mismo cartel. ¿Pueden imaginar los que no conocen el sistema dictatorial venezolano, que el Tribunal Supremo de Justicia está presidido por una persona acusada y sentenciada por asesinato y por otros delitos graves?, esas características y cualidades tienen algunos de los que acompañan al narco-régimen en ese tribunal. Igual ocurre con la Fiscalía, la Defensoría del Pueblo, Contraloría y todos los demás poderes públicos.
Los vínculos del narco-estado con las guerrillas de las Farc y el Eln son innegables, viven y trabajan en territorio venezolano. El innombrable de Sabaneta inclusive los reconoció como movimientos políticos, con razones legitimas para actuar como lo hacían o hacen, un militar aupando las actividades de plagas guerrilleras, era algo impensable; tiro fijo, el ex-jefe de las Farc, tiene una estatua en un barrio de Caracas. El Eln está demostrado que entrena personal de las milicias en Venezuela y como pago a esa colaboración, les han dado nada más y nada menos, que el control de las minas de oro del sur del país, una de las más ricas del mundo. Pablo usó a los paramilitares, el narco-régimen es socio de la guerrilla más poderosa del mundo.
Pero no solo movimientos guerrilleros de la zona son sus aliados, la vinculación con Hezbollah y otros movimientos terroristas son hechos comprobados. El narco-régimen además de financiarlos, les ha dado pasaportes venezolanos con los que han podido ingresar a países donde tienen prohibición de entrada.
En resumen, Pablo Escobar Gaviria, ha quedado como un niño de pecho, como el Santo Niño de Atocha que su propia madre invocaba, ante la envergadura y monstruosidad del narco-régimen venezolano. Pablo fue liquidado por las fuerzas armadas luego de una implacable persecución, aunque algunos dicen que se suicidó antes de ser dado de baja, pero no importa el cómo, finalmente cayó y pagó por sus crímenes. En el caso de los integrantes del narco-régimen venezolano, son muchos para acabar con ellos en una sola operación, también son demasiado cobardes quienes lo integran para esperar que se suiciden, lo que sí está seguro, es que muy pronto irán cayendo muertos unos, presos otros y exiliados una buena cantidad; estos últimos no podrán vivir en paz jamás, porque la conciencia de algunos pocos no los dejará y la angustia de que algún habitante de Venezuela, cualquiera de los tantos afectados, mal tratados o arruinados por ellos, a esos a quienes les mataron un hijo en las protestas, o a algún familiar de alguien que murió de hambre o por falta de medicinas o de una intervención quirúrgica, aparecerá donde se encuentren, cuando ellos menos se lo esperen y los extermine, como ellos hicieron con tanta gente de mi país.
Lograron el sueño de Pablo Escobar, pero se les está convirtiendo, en una terrible pesadilla.
Eduardo J. León Hernández
Febrero 21, 2.019
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