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Pero según el año litúrgico, que no coincide con el año civil, la navidad está al principio. Este sistema que permite medir y graficar el paso del tiempo, tiene cinco etapas o ciclos, conocidos como: Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Tiempo Ordinario y su cronología va en ese orden descrito, iniciándose con el Adviento, el ultimo domingo del mes de Noviembre de cada año. La Navidad empieza el 24 de diciembre y termina el día que se celebra el Bautismo del Señor, el cual se celebra entre el 7 y el 13 de enero del año siguiente. Este año 2021, la navidad duró desde el 24 de diciembre hasta el 09 de enero de 2022. O sea que no es un solo día, es un período de al menos dos semanas.
La información anterior es una referencia, para explicar que las fechas de los grandes momentos que celebra la iglesia son variables y que fueron dispuestos así para tener una secuencia desde el nacimiento de Jesús hasta su crucifixión, muerte, resurrección y posterior subida al cielo. No es como le escuche a una periodista en una prestigiosa emisora de radio, quien preguntaba a su colega conocedor del asunto, que como era eso que Jesús nació en diciembre y al mes siguiente ya estaba adulto y Juan lo bautizó. La biblia no dice que Jesús nació en diciembre, fue la iglesia que de acuerdo con conveniencias propias del momento y buscando una mejor comprensión de la cronología de la vida de Jesús, fijó esas fechas, en el orden antes mencionado.
Pero quiero hablar de la Navidad y del Niño Jesús perdido en el Templo, de ese Pobre Angelito. El nacimiento del Hijo de Dios es tan importante y además es tan cierto, que quien no crea en ello, debería preguntarse ¿porqué estamos en el año 2.022? ¿desde cuando se lleva esa cuenta?. Justo el día que Jesús nació se partió la historia en dos y hasta los no creyentes usan el mismo sistema, conocido como el calendario Gregoriano, llamado así por haber sido el Papa Gregorio XIII quien inició su promoción y que finalmente empezó a ser progresivamente utilizado en la década iniciada en 1.580, principalmente en Europa.
Otras culturas y/o religiones tienen un calendario propio para sus celebraciones [Chinos, Hindúes, Musulmanes, etc]. La gran mayoría de esos calendarios, está basada en las ubicaciones de los astros, usando la milenaria Astronomía [no confundir con la Astrología] y en algunas de ellas, los años empezaron a contarse cuando su líder religioso nació o murió, en otros casos va más con señales ancestrales del sol o la luna y no todos tienen la misma cantidad de días; de hecho, el calendario Maya terminó el 21 de diciembre de 2012. Según ellos se cerró un ciclo de la historia de la humanidad que había durado 26.000 años y se abrió otro de la misma duración. En todas las naciones del mundo, para poder funcionar de manera globalizada, su actividad civil y económica está regida por el mismo calendario, el Gregoriano.
Navidad es un tiempo de alegría, de fiestas, regalos, comelonas y tragos, de mucho baile y también de reconciliación. En unos países la celebran con mayor o menor intensidad, dependiendo de sus costumbres y por supuesto, de sus creencias. En nuestras latitudes la temperatura cambia en la navidad y más al norte los cambios son más radicales, sobre todo en esos países donde cae nieve y la navidad visualmente se convierte en un espectáculo de colores, que es muy destacado en las películas. Los muñecos de nieve, el patinaje sobre hielo natural [aunque ya existen sitios donde no se alcanzan temperaturas para ello, pero que producen hielo y nieve artificial todo el año], el hockey, etc. Demasiada nieve tampoco es buena [no todo en exceso es bueno] y para entenderlo mejor, les recomiendo que escriban en cualquier buscador la historia de un Maracucho en Denver, es muy divertida y real.
El evento central de la Navidad es el nacimiento de Jesús, de un Pobre Angelito, cuya llegada a este mundo ocurrió en un lugar sin ningún tipo de lujos, muy por el contrario, fue el peor que pudo encontrar José. Un pesebre, un establo rodeado de animales, al que luego se acercan los campesinos del área, llevados por el Ángel de Dios, para que lo recibieran, saludaran y adoraran.
No estoy seguro de que todos reflexionamos sobre lo anterior en el adviento, en la navidad, en la cena de cada 24 de diciembre o en cualquier momento posterior. Escribiendo esto no logro recordar, si hicimos en mi familia, alguna una oración, al menos no de manera formal y pronunciándola en audible voz, para celebrar y agradecer, antes de esa cena este año pasado; creo que tampoco lo estamos haciendo cada vez que vamos a tomar cualquier alimento, momento en el que siempre debemos dar gracias a Dios por ellos.
El ir a misa a diario o todos los domingos no es lo que nos define, y hablo estrictamente por mí. Como buenos cristianos católicos, son las actividades diarias, esas rutinarias, en las que siempre debemos ponernos en las manos de Dios y agradecerle por ellas. Quienes creemos en Dios, sabemos que Él es nuestro guía, el proveedor de todo y eso debemos agradecerlo, así como a quienes nos preparan la comida o nos prestan algún servicio, en cualquier sitio; ser agradecido denota cercanía y alegría.
El pasado domingo 26 de diciembre, en tiempo de navidad, se proclamó el Evangelio según San Lucas 2, 41-52, conocido como el pasaje del Niño perdido y hallado en el templo. Jesús a los 12 años, asiste a la Pascua en Jerusalén junto a sus padres y concluida esa fiesta, los asistentes emprenden el regreso a su casa, pero Jesús se queda en la ciudad, sin que María y José lo supieran. Ellos, pensando que Él estaba entre el grupo de viajeros, hicieron un día de camino buscándolo entre parientes y conocidos. Al no encontrarlo, volvieron a Jerusalén y al cabo de tres días lo consiguen en el templo, sentado entre los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. El padre Víctor nos invitó a imaginar esta escena, de una manera muy diferente a las que yo había escuchado antes: El Niño no se perdió, lo dejaron botado; no fueron sus palabras textuales, pero así lo entendí.
Eso me trajo a la mente una de las películas que justo vemos mucho en navidad, Mi Pobre Angelito. Esa historia donde el pequeño Kevin McCallister, personaje magistralmente interpretado por Macaulay Culkin, es olvidado en su casa por sus padres cuando salen de vacaciones y solo se dan cuenta que Kevin no va con ellos, cuando el avión ya va en el aire con destino a París. La gran mayoría debe conocer la historia de esta película estrenada en 1.990, en especial las travesuras de Kevin y la genialidad y valentía con la que defiende su casa de los ladrones que pretenden robar. También Kevin realiza cosas que nunca había hecho, va al mercado, prepara su comida, hasta se atreve a enfrentar su peor miedo que era el horno ubicado en el sótano de la casa. Mientras tanto, sus padres desesperados buscan la forma de regresar a Chicago. Hay al menos una historia de perdón en la trama y el encuentro de la madre con su hijo, es muy tierno. Esto ocurre durante la navidad.
Exactamente eso es lo que muchos hacemos. Si interpretamos que María y José fueron los que olvidaron a su hijo en Jerusalén, probablemente fue porque se confiaron de su buena conducta y obediencia, nunca pensaron que se quedaría; no eran malos padres, pero no lo vieron durante un día entero. Jesús debió sin duda ser un niño con excelentes atributos de comportamiento, respetuoso, obediente, tenía los mejores modelos a seguir, pero era un niño, apenas estaba entrando a la adolescencia y entre la curiosidad y ese deber de estar con su Padre, lo llevó a irse al Templo, en lugar de unirse a la caravana. Si María y José olvidaron al Niño Jesús, ¿no se nos va a olvidar a nosotros? Y es que además no solo se nos olvida en diciembre, sino durante todo el año, y allí está lo más grave.
Reconocer a Jesús, sus palabras y hechos, conocer quien fue y lo que hizo, pero más aun, interiorizar lo que hacemos nosotros, es lo más importante; en especial para los que decimos llamarnos católicos por el simple hecho de ir a misa, bautizar a los hijos, llevarlos a la primera comunión y acompañarlos cuando se casan por la iglesia. También para los católicos por herencia, los que solo cumplen con esos sacramentos por la fiesta y las fotos, olvidando lo que esos eventos significan; es esa forma de vivir la que dan en herencia a sus hijos.
Pero Mi Pobre Angelito tiene una segunda parte, donde también se extravía, pero esta vez sí viaja, tomando un avión diferente al de sus padres quienes van a Florida y él va a parar a la hermosa New York, a la segunda Maracaibo, la capital del mundo y me perdonan los anti-gringos, yo soy un Maracucho Yankee y a mucha honra. Kevin se las ingenia y logra hospedarse en el Hotel Plaza, uno de los más lujosos de la ciudad, donde saluda a Donal Trump, quien para la época de la película era el dueño del hotel. Hace de todo para llevar una buena estadía, para disfrutar, come cuanta vaina se le ocurre, pero luego, preocupado por contactar a su familia, busca en la agenda de su papá, la cual quedó en su poder en la carrera del aeropuerto, la dirección de un tío residente en New York, pero que no logra ubicar y allí comienza la parte ruda de esta otra graciosa historia, donde se enfrenta a los mismos malvados que intentaron robar su casa en Chicago, la navidad anterior.
También aquí hay muchos mensajes de paz, reconciliación y de muestras de buena fe, como es el caso de la señora de las palomas y del dueño de la juguetería y la entrega de los regalos. Kevin siempre haciendo cosas buenas, ayudando y defendiéndose él y a los demás. En esta nueva oportunidad, también es la madre [a María le pasó solo una vez] quien consigue a su hijo, justo frente al árbol de navidad del Rockefeller Center y le pide perdón de nuevo, por haberlo olvidado y perdido por segunda vez. Por no tener el cuidado, por no verificar que su pequeño Kevin estaba con ellos.
Según estas películas, a Kevin lo abandonan, lo olvidan dos veces. Pedro negó a Jesús tres. No quiero plantear la interrogante de cuantas veces nosotros lo olvidamos y lo negamos, con nuestros actos, miserias y comportamientos. Seguramente esto ocurre a diario.
La navidad es un tiempo de reflexión, de paz, es una época de reconciliación, de amor. Es la ocasión para recordar que un niño vino al mundo a hablarnos de bondad, de amor, de paz, pero también a practicar la compasión, la misericordia y la ayuda al prójimo, en el sentido más amplio de la palabra. La navidad es un tiempo hermoso, que ojalá viviéramos todo el año, celebrando diariamente la fiesta de recibir al Niño Jesús cada día, de tener a Dios con nosotros y de vivir acompañados del Espíritu Santo.
Feliz Año para todos.
Eduardo J. León Hernández
Barranquilla
Enero 15, 2022
Enero 15, 2022