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El Libro de Lectura N°1, escrito por Luis Felipe Mantilla, es el primero de tres grandes obras que ayudaron a millones de personas de habla española. El propio autor de este maravilloso texto de enseñanza, publicado por primera vez en 1.865, en el prefacio de una edición posterior, lo llama “esta obrita” por considerarla algo pequeño; Mantilla no tenía idea de lo grande que sería su obra y el aporte que haría a nuestro lenguaje y por ende a nuestra educación.
El hombre es un ser social que necesita comunicarse con los demás y para ello utiliza el lenguaje hablado, escrito, audiovisual y el de señas, para quienes tienen alguna limitación. Hay comunicaciones extrasensoriales y casos donde ni falta hace hablar o mover las manos. Nuestras madres nos miraban y con solo mover un poquito una ceja o pestañar dos veces, ya sabíamos exactamente lo quería decirnos: “Te vas para el cuarto ya y deja que se vaya la visita para que veas la coñ… que te voy a dar, por mal educado y desobediente”, todo eso lo interpretábamos nosotros, partiendo de un simple pero terriblemente intimidante movimiento facial. Eso es un ejemplo de comunicación rápida, clara y efectiva. Pero ese aprendizaje no fue producto del implante de un chip o tomando una cápsula, fueron años de formación, aclaratorias, amenazas y chancletazos, que dejaron muy claras las reglas del lenguaje comunicacional intrahogareño, diseñado y dirigido de manera personalísima, por la mejor maestra que hemos podido tener, mamá.
Así como progresivo es nuestro aprendizaje del habla, primero balbuceando, luego diciendo papá o mamá (una pelea eterna por ver cual es la primera) y con el resto de las palabras que aprendemos escuchando hablar a los demás o al televisor, vamos desarrollando nuestra habla. Luego, en ocasiones hasta de manera simultánea, empezamos a escribir. Primero las vocales, después las demás letras, formamos sílabas y de allí palabras completas, que se convierten en oraciones simples, complejas, hasta que escribimos una primera carta, por supuesto al niño Jesús o a Santa Claus. Este proceso va normalmente en paralelo con el aprendizaje de los números, luego vienen las sumas y restas, multiplicaciones y divisiones, después el “coco” de las exponenciales y las raíces cuadradas. Como casi todo en la vida, es algo gradual, más lento o más rápido, dependiendo del interés, del ambiente, de la motivación o del tamaño de la chancleta y la habilidad de su uso por parte del instructor hogareño.
Las redes sociales, los teléfonos inteligentes y el dinamismo que han tomado las comunicaciones en los últimos años, se han constituido en un evento fantástico, pero no increíble, por lo menos para quienes conocemos a Los Supersónicos. Los famosos “muñequitos” creados en 1.962 por Hanna-Barbera, que representan a una familia del año 2.062, viviendo en casas a centenares de metros sobre la tierra, desplazándose en autos voladores, que tenían teletrabajo, escaleras automáticas, un robot en el hogar y usaban el teléfono celular. Esto último fue mucho más famoso por otro programa creado en 1.965, el Super Agente 86, quien parodiaba a James Bond, comunicándose por un teléfono que activaba al mover el tacón de su zapato. Hace un tiempo le decía a un sobrino odontólogo, que en algún momento serán ellos quienes vendan los celulares. Los implantarán en algún molar superior y se activarán por voz. Escucharemos por vibración, al estar cerca de los oídos y se utilizaría una microbatería (que me imagino se recargará con el enjuague bucal), como la desarrollada por científicos de la Universidad Tecnológica de Chemnitz en Alemania; la más pequeña del mundo, tan minúscula como un grano de sal.
Tanto adelanto, nos ha atrasado terriblemente, no leer nos está enfermando. En ocasiones he leído correos que tienen imperdonables “horrores” ortográficos, presentaciones que dan pena y comunicaciones que en lugar de aclarar, enredan.
Y ni hablar de WhatsApp, Instagram o Twitter, pareciera que es obligatorio escribir mal, sobre todo en el primero, creo que ya es parte de un sistema comunicacional cuyo objetivo es acortar las palabras, producto del interés de hacer todo de manera muy rápida, no se quiere perder tiempo. Si esa misma velocidad es la que tienen para aquello (eso mismo), terrible vida la que llevan. La velocidad que le hemos impreso a nuestra vida nos está llevando a cada vez comunicarnos menos, con menor calidad y calidez, a pesar de tener muchas y mejores herramientas para hacerlo mejor.
Pero no todo está perdido, siempre se puede hacer algo para mejorar y la razón de este problema es muy simple. Para escribir bien hay que leer, para hablar mejor hay que leer, para comunicarnos mejor, es necesario leer. Lo complicado es convencernos de que en la lectura está la solución y luego actuar en consecuencia. Es como un alcohólico, nunca va a saber como dejar la bebida si no está dispuesto a hacer algo, luego de aceptar y entender su problema.
Para comparar un país del primer mundo con otro del tercero (si hay un segundo mundo, pero poco se menciona), básicamente se hace midiendo tres indicadores: Esperanza de vida, nivel de ingreso per cápita y educación. Coloqué la educación de último, pero sin duda es lo más importante. Hay países exageradamente ricos y con gente muy longeva, pero no destacan, solo los que cumplen también con el tercer requisito se consideran desarrollados y eso está marcado por la cultura de la lectura. Es más, países sin recursos naturales, transforman su educación en riqueza.
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Quien lee, por supuesto escribe bien, de eso no tengo la menor duda y no lo digo por mí, soy solo un aficionado a este tema, lo dicen reconocidos autores, novelistas, poetas. Lo dice Luis Felipe Mantilla, en ese maravilloso libro que mencioné al inicio y tantos otros escritores que de alguna manera nos han enseñado algo.
La lectura no compite con los avances tecnológicos, muy por el contrario, los nuevos medios nos acercan aún más a ella. Ya no es necesario llevar pesados libros encima y podemos disfrutar de una enorme biblioteca en la pequeña pantalla de una tableta o de un computador, además de que son mucho más económicos y tenemos una variedad casi infinita. En lo personal, para algunas lecturas aun prefiero el papel. Su olor, el poder pasar las páginas con mis dedos, quedarme dormido con el libro en la cara, son muchos detalles que me unen a esa forma de lectura, pero indudablemente que para realizar trabajos de investigación, buscar información y contar con ella de manera inmediata, no hay como una buena laptop y la conexión a internet; además sin esto no pudieran estar leyendo este escrito. Pero hay una gran deficiencia de la tecnología, llevándole los libros de papel cierta ventaja; se conecta directamente contigo y no hay batería que recargar. Les recomiendo una charla Ted Leer es resistir , una espectacular manera de Benito Taibo de explicar que es la lectura.
Leer y escribir bien es primordial, si queremos crecer como seres humanos y como sociedad. Todo el que tiene un programa de Word instalado en su computador, ya puede dictarle lo que desee y aparecerá de manera automática en la pantalla, pero luego deberá corregirlo y evaluar totalmente el texto para revisar su sentido. También ese programa es capaz de leernos lo que nos envían, pero no siempre nos da el mismo resultado que la lectura directa.
A mis cuatro años me inscribieron en una Escuelita donde fui a complementar lo ya aprendido en mi casa. Normalmente esos centros educativos domésticos, los manejaba alguna maestra pensionada o personas que disfrutaban enseñando. Algunos dirán que también gozaban golpeándonos en las manos con una regla o lanzándonos el borrador, eso puede ser cierto, pero sin duda alguna, para mí, para los míos y seguramente es el caso de unos cuantos de los que leen esto, además de que era divertido cuando le tocaba a otro, la escuelita fue una base excepcional para nuestro posterior desarrollo educativo. Esa escuelita, junto a la educación doméstica, con seguridad han hecho una gran diferencia.
Si queremos mejorar nuestra sociedad, nuestro país, nuestra propia vida familiar y laboral, volquémonos a la lectura, poco a poco enamorémonos de ella, formemos el hábito de leer algo cada día y con seguridad vamos a escribir mejor, con un verdadero sentido de lo que queremos expresar, como también vamos a enriquecer nuestro vocabulario, logrando conversaciones más fluidas e interesantes. Para algunos esto anterior es complicado y seguirán leyendo lo necesario, pero, por lo menos, a partir de hoy, revisemos muy bien lo que escribimos en las redes, lo que ponemos en un papel o en un correo, sobre todo si es parte de nuestro trabajo o una asignación de estudios. Otro detalle, les aseguro que los diccionarios no muerden, úsenlos.
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Septiembre 24, 2022