Hoy veía a mi hija chiquita
haciendo una torta, un pastel. Con ganas, con afán, con deseo de hacer las cosas
bien. Siempre me ha fascinado su empeño, su dedicación, su fuerza para
trabajar, lo incansable que es y sobre todo su entrega. Esa, esa entrega que
tiene el futbolista que llora cuando falla un penalti o el tenista que no repite
un campeonato. Me recuerda a su hermana Paula cuando no sacaba 20 en un examen o
a Patricia cuando no podía conseguir un trabajo digno o a Eduardo José cuando
tiene que enfrentarse a una injusticia. Son luchadores de una misma genética, luchadores
excepcionales. Como quisiera parecerme a ellos.
Hoy mi chiquita hacia un pastel,
como dicen los Piris (mis nietos, sus hijos) y le parecía que no estaba perfecto,
que no cumplía con los estándares, con sus estándares, que son de los más
exigentes que conozco. Como los de su Madre, los de su abuela Pilly, los de su tía
Antonia, siempre queriendo hacer las cosas perfectas. Bravo por ellas, bravo
por querer hacer muy bien las cosas. Le agradezco a Dios haberme puesto en esta
parte de la historia, en este sitio y espacio de la vida, con los seres con
quien comparto este día a día. En estos momentos de mi existencia he aprendido
a reconocer lo que vale la pena, (sería justo diría mi compadre Ascanio) y el
esfuerzo de mis hijos, que es excepcional.
Hoy vi llorar a mí chiquita,
porque pensaba que no le había quedado bien el pastel. Y les dijo algo, le
quedó perfecto, con las imperfecciones que la gente aplaude, con esas que hacen
lucir a los grandes pintores o escultores.
En el momento que escribo esto, estoy
tomándome un Tempranillo, porque más vale Tempranillo que tarde, además
escuchando a José José y saben, recordé algunos momentos de mi juventud
temprana, momentos de aciertos y fracasos, gratos momentos, especialmente cuando
YouTube de forma aleatoria, puso en mi computador la canción El Triste. Esa
melodía cantada por JJ el 25 de marzo de 1972 en el II Festival de la Canción
Latina. Escuché como este excelente artista interpretaba de manera perfecta, esa
excelente pieza. Así como mi chiquita, terminaba su obra maestra del día de
hoy.
Es increíble como una canción
ejecutada con ese excelente performance, puede parecerse a una obra maestra de
la repostería, como la que mi chiquita hace todos los días, como las que hace
siempre. Que orgulloso me siento de mis hijos, no porque yo ha hecho algo por
ellos, sino por lo que ellos mismos han decido hacer y sobre todo ser.
Saludos y bendiciones a todos.
Eduardo José León Hernández
Octubre 09, 2015
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