Hace algunos años un buen amigo me regaló un libro que se
titula En Caso Extremo, es un texto escrito por un ex policía, un abogado
penalista y el apoyo de un escritor, para darle sentido literario y forma a
esas líneas. El libro básicamente fue escrito como un manual para sobrevivir en
la Caracas de finales de los años 80 y principios de los 90, cuando se empezó a
sentir con más fuerza el impacto de la delincuencia.
Este texto incluye muchos
consejos en cuanto al porte y uso responsable de las armas de fuego, sus
riesgos y consecuencias, qué hacer y qué no hacer ante ciertas situaciones, así
como muchas luces y advertencias sobre aspectos legales muy importantes.
Una de las cosas que me llamó la atención de ese
libro, además de lo práctico y sencillo de leer, es el énfasis en esas
consecuencias legales, en especial el tema de la defensa propia, de la legitima
defensa; cuando y como aplica. No es mi intención hacer un análisis jurídico de
este tema, no soy, ni pretendo ser jurista o abogado, pero hay situaciones lógicas
que no ameritan demasiado ingenio a la hora de interpretarlas y en virtud de
las necesidades es que lo hago; utilizando este artículo, para demostrar que es
legal y necesario actuar en defensa propia, en esos casos extremos.
El título V del Código Penal Venezolano, habla de la
responsabilidad penal y de las circunstancias que excluyen, atenúan o agravan las
penas que regula la ley, y en su artículo N° 65, parágrafo 4, menciona que no
es punible la acción del “qué obra
constreñido por la necesidad de salvar su persona, o la de otro, de un peligro
grave e inminente, al cual no haya dado voluntariamente causa, y que no pueda evitar
de otro modo”.
En revisión del mismo tema en las leyes que tratan sobre
esto en otros países como México y Colombia, vemos que se maneja de manera
más extensa, dada la conflictividad que se ha presentado en esos países en las
últimas décadas y la participación de policías y militares, que han actuado en legítima
defensa; sin embargo podemos observar mucha similitud y prácticamente llegar a las
mismas conclusiones.
En otras palabras, defenderse de manera legítima, legal y
responsable, ante agresiones de terceros, de donde quieran que vengan, no
constituye delito y es algo necesario para salvaguardar la vida, la dignidad y
los derechos de los ciudadanos. Además, es una obligación moral y ciudadana detener cualquier delito que presencie y pudiera, inclusive, ser penada por la
ley la no actuación, por considerarse una omisión o negligencia, según lo
señala el artículo 61 de la misma ley penal mencionada anteriormente.
Hay situaciones que todos consideramos normales y solo como
un ejemplo, destaco que he visto jerarcas de la Iglesia Católica y me he sentado a su lado (aclaro
que no estoy atacando a mi Iglesia, muy por el contrario, pertenezco a ella y creo
que es necesario que sean protegidos, dados los frecuentes atentados que sufren
por sus denuncias) observando que tienen guardaespaldas muy bien armados. Estos funcionarios tienen la
obligación y la responsabilidad de defenderlos con el uso de su armamento, si es necesario y repeler cualquier
ataque; esta respuesta, dependiendo de las circunstancias, magnitud y gravedad,
puede tener como consecuencias la muerte del atacante.
En otras palabras, un agente de seguridad defendiendo de una
agresión a alguien de la Iglesia, es algo legal y necesario. Estaría igual de
ajustado a la ley si lo hace con alguna otra persona, no importando su condición
religiosa, étnica o política. Esa misma defensa también puede hacerla cualquier
civil, religioso, laico comprometido, monaguillo o sacristán; ósea cualquier
feligrés que vea a su líder siendo atacado. Igualmente puede y debe hacerlo ese
líder, cuando evidencia que alguno de sus feligreses sufre una agresión o está
siendo sujeto de ella de manera constante y sus derechos e inclusive su vida,
están en peligro.
En resumen, no hay que tener, según la ley, una investidura
policial o militar, para hacer valer el derecho a la legítima defensa. Creo que
hasta aquí, con este ejemplo, estaríamos de acuerdo.
Parafraseando el texto del código penal venezolano, parte de cuyo
texto mencionamos antes y para aclarar un poco más a donde quiero llegar, el
código en mención claramente señala que no es delito defenderse si: a.- Se es obligado
por la necesidad de salvar su persona, o la de otro, b.- Si existe un peligro
grave e inminente, c.- Que el ataque no haya sido producido por acciones propias
del afectado y d.- Que no pueda evitarse de otro modo.
Estas cuatro “condiciones” las aislé a propósito para hacer algunas
preguntas, ya que es evidente que una buena parte del pueblo venezolano está “literalmente”
siendo asesinado, está muriendo ante los ojos del mundo, de las fuerza armadas
y policiales (cuya función constitucional es defender a ese pueblo) y de otros
tantos venezolanos, que por intereses personales o indiferencia no hacen nada
para evitar esas muertes; sobre todo de niños y ancianos, los más débiles e
indefensos. Pregunto:
a.- Hay o no la necesidad de salvar gente que está muriendo,
producto de la conducta miserable e irresponsable de la nacotiranía que detenta
el poder en Venezuela ?
b.- Las propias muertes, enfermedades y la desnutrición no
son, más que pruebas, efectos y una clara demostración de una acción
delincuencial y asesina grave; que más que inminente, es verdadera, real y que
ocurre a diario ?
c.- Hay alguna justificación para que el pueblo sea agredido
y asesinado de esa forma ?
d.- Como evitar esas muertes, si no es por la fuerza ? Como
se detiene a una banda de delincuentes asesinos que tiene secuestrado a un país
? Hay que esperar que mucha más gente muera; cual es la cifra necesaria para
actuar ? No son ya mas que suficientes las pruebas de los delitos y masacres, ruidosas
unas y muy silenciosas las otras, que esta banda de miserables han cometido ?
Creo que este escenario justifica a todas luces una acción
interna y/o externa para detener este genocidio, este exterminio no puede seguir ocurriendo. La
excusa de la búsqueda de una salida pacífica y democrática, ya lleva miles de
muertos encima y otros miles que lamentablemente morirán por los efectos de las
acciones criminales que siguen sucediendo cada día, si no hacemos algo.
Hace muy pocos días, mis dos nietos de 9 y 7 años, grabaron un vídeo, expresando cada uno su visión y pensamientos sobre la situación de su país, de Venezuela.
Cada uno a su nivel de comprensión (que no necesariamente se corresponden a su edad
biológica) y ambos, a su manera, hacían mención de la urgente necesidad de un cambio.
El primero, mi nieto mayor, se expresó de manera muy educada
y su mensaje estuvo dirigido a los hombres, a los “machos” de Venezuela, ya que
no los ha visto haciendo nada; caso diferente de los jóvenes que mueren, enfrentándose
con lo que pueden a las armas del poder. Él se enfocó en la trágica apatía de parte de la población, que según su opinión, debería actuar: los hombres o “machos” del
pueblo.
Mi otro nieto, dos años menor, fue mucho más directo y pidió mandar al
infierno a maduro (siempre en minúscula), ya que según él, estando ellos, esta situación NUNCA cambiará.
Estos vídeos, en especial el último, fueron motivo de discusión en algunos grupos donde los subí. Algunos lo atacaron porque se veía muy
feo que un niño se expresara de esa manera, que “había que darle una pela
(reprimenda) a sus padres” por permitir que se expresara así; mucho mas horrible se ve un niño muerto por un cáncer no tratado o de hambre. Otros asintieron y
aceptaron que era una verdad, tal vez dicha por quien no debería pensar así a
su corta edad, pero que dada su inocente valentía, se permitía hacer lo que muchos no
son capaces de decir, así lo piensen; unos por miedo, otros por conformidad,
algunos otros por les da igual. Muchos hicieron mutis, un no deseado silencio, sencillamente no
opinaron, no quisieron meterse en el “peo”, como decimos en criollo. Esto último es lo que verdaderamente me preocupa.
He
escuchado de gente de muy buen corazón, de gente buena, también, porque no decirlo, de algunas religiosas y
sacerdotes amigos, gente que no teme tomar partido y que dicen sin tapujos lo que creen y piensan. Palabras más, palabras menos, en ellos hay un consenso de que
tal vez Dios debería llevarse a muchos de los miserables narcotiranos que
gobiernan a Venezuela, como ya lo hizo con el primer cobarde (no sabemos a dónde, algunos lo intuimos, pero se fue); que les ofrezca una mejor vida, que se los lleve a donde Él lo crea conveniente,
pero que nos ayude a salir de ellos. Pero a veces Dios también necesita de nuestra ayuda.
Ojo, estas no son palabras mías, repito, son
de gente adulta, con muchos años de vida y suficiente experiencia viendo y conociendo abusos
cometidos por tiranos y dictadores en Europa, África y Centro América; no son
unos navegaos como diría un margariteño. Son palabras pronunciadas por quienes han visto y literalmente ven a la gente de nuestros pueblos morir, bajo la más triste impunidad,
solo por satisfacer bajos y miserables deseos de riqueza y poder de unos pocos.
Un amigo, muy culto, admirador y estudioso de San Pablo, un
día me dijo: Si Pablo estuviese vivo y estuviera en Venezuela, creo que sería el
primero en pedir la cabeza de estos delincuentes; ya él mismo hubiese
ido por ellos.
Yo no sé si sería así, creo pensarlo también, por lo que conozco a través de la historia del ímpetu de Pablo y su defensa de la verdad y de la justicia. Pero de lo que
si estoy seguro, es que no puede valer más la vida de quienes asesinan a niños
y a ancianos, que la de esos mismos seres inocentes que mueren a diario. No hace falta ser San Pablo para reconocer eso.
Estamos frente a Casos Extremos y las leyes y la comunidad internacional
nos apoyan. Son muertes diarias que superan a las que ocurren en cualquier país
con una guerra declarada y cada día me pregunto: como para cuándo es que vamos a dejar esto?
No estoy
diciendo que tenemos que salir a las calles a matar a nadie, creo que debemos
salir a defendernos, a defender a este pueblo, a enfrentar lo que sea y dar nuestra propia
vida si es necesario, no importándonos a quienes nos llevemos por delante, si
el objetivo es salvar las vidas de tantos inocentes, liberar al
pueblo y detener esta flagrante matanza. Contra todo un pueblo no hay fuerza pública
que valga.
O es que es verdad lo que dice Andrés cuando recalca que los “machos”
de mi país son unos cobardes? Perdón si suena fuerte pero, no les parece cierto?
Tampoco es cierto de que ya llegamos a un Caso Extremo? Pensemos y actuemos, no esperemos que sean de nuestras casas los muertos.
Eduardo J.
León Hernández
Febrero 28, 2.018
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