jueves, 5 de mayo de 2022

EL BUEN TIEMPO NO ES ETERNO


El mes pasado tomé varios vuelos dentro de Colombia, 10 despegues y 10 aterrizajes para ser más exactos en menos de 14 días, unos más largos que otros, volando a ciudades con diferentes altitudes y climas. En uno de ellos tuvimos una situación bastante incomoda, cuando en el último momento, ya muy cerca de la pista, el piloto abortó el aterrizaje por las malas condiciones climáticas; pero para que vean el contraste, en ese mismo vuelo tomé la imagen que acompaña este escrito.

Los vuelos tienen tres tiempos: el despegue, el aterrizaje y el de recorrer el cielo. De los tres el más peligroso es el despegue (no lo digo yo, está en las estadísticas) ese momento en el cual el avión empieza a subir, a levantar su peso usando la potencia de los motores, la dirección de las alas y la resistencia del aire, allí se va ajustando a los vientos, a la presión barométrica, a la densidad del aire, a la temperatura y en general a todos los fenómenos naturales y a los eventos propios que se pueden presentar, ya que recuerden que en esa área hay otros aviones despegando, aterrizando o taxeando en las pistas. El aterrizaje es ciertamente otro momento muy complicado y el segundo más peligroso, pero el vuelo, ya después de los 25 mil pies de altura es una fabulosa experiencia, casi siempre.

Desde que despega hasta que aterriza, el piloto necesitará ascender, descender o mantener una altitud constante; girar a la derecha, a la izquierda o mantener la dirección de vuelo, acelerar, desacelerar o mantener una velocidad constante, todas esos movimientos los percibimos y pueden afectarnos, porque sencillamente no estamos en nuestro hábitat natural y si consideramos que el 25% de las personas que viajan, pueden sufrir de Aerofobia, no es nada agradable. Un proverbio aeronáutico dice: "El despegue es opcional, pero el aterrizaje, antes o después, es obligatorio". Un vuelo puede ser retrasado o cancelado por muchas razones: meteorología, averías mecánicas, fatiga del piloto, etc. Otro proverbio que viene al caso reza: "Es preferible estar en el suelo deseando volar, que volar deseando estar en el suelo". Esto sirve para reflexionar, que cada uno decide, si vuela o no.

Para volar, cualquier piloto debe preguntarse: ¿Estoy preparado para este vuelo?, ¿Es la pista larga y sin obstáculos, o es corta y con obstáculos? ¿Está la pista bien asfaltada o es blanda y con agujeros? ¿De dónde sopla el viento y que intensidad tiene? ¿Cuál es la carga total del avión? ¿El aeródromo está a mucha altitud? ¿Es el día caluroso y húmedo o frío y seco?

Todo lo anterior escrito, tiene como objetivo mostrar solo algunas de las previsiones que deben tomarse antes de volar, lo complicado que puede ser emprender el vuelo y saber exactamente lo que se debe hacer para evitar problemas (los que son evitables, porque hay otros que desafortunamente, como muchas cosas en la vida, llegan a ser incontrolables) y lograr un vuelo exitoso, alcanzando el propósito de este y que se pueda disfrutar a plenitud. Pero esto también me permite mostrar que volar en un avión, es como conducir una empresa, donde todos los que actúan en la pista, torre de control, mantenimiento, logística, alimentación, captación y adiestramiento del personal, todos, hasta el que mide el aire de los neumáticos, juega un papel fundamental. Es por eso por lo que, en una empresa todos deben estar preparados y dispuestos, deben conocer el estado del mercado, de la economía, movimientos de la moneda, tasas de interés, como se mueve la competencia, que adelantos hay en nuestra industria a nivel mundial, cambios en leyes y normativas que afectan las operaciones. En general conocer, en más detalle algunos y de forma global otros, todos los aspectos que beneficien o pueden afectar negativamente al negocio.

Todo vuelo tiene sus incomodidades y a veces eso depende también del tamaño del avión y de la potencia de sus turbinas, pero no se debe abusar, hay límites y para eso también debemos prepararnos.

Hace algún tiempo, mi esposa y yo participábamos en un grupo de parejas de la iglesia, donde los matrimonios van a buscar a Dios y la ayuda necesaria para tratar de resolver un problema en la familia o entre los cónyuges. Normalmente eso se hace compartiendo la situación que se está viviendo, escuchando los consejos o experiencias de los demás y por supuesto, poniéndose en las manos de Dios. En una oportunidad, asistió una pareja que nos sorprendió a todos cuando dijeron “que ellos estaban allí porque querían prepararse para cuando llegaran los tiempos difíciles”; eso no se ve todos los días.

La pareja explicaba que toda su familia contaba con muy buena salud, que tenían sus necesidades materiales totalmente cubiertas, con negocios propios exitosos, hijos muy bien educados, con excelente comportamiento, con buenos estudios, con quienes compartían vacaciones y momentos de mucha calidad. Además, estaban rodeados de buenos amigos y personas amables, que no tenían nada más que pedirle a la vida y mucho que agradecerle a Dios, con quien también se sentían en paz y satisfechos por ser buenos católicos cristianos practicantes; todo esto fue dicho con mucha honestidad y humildad, se podía percibir. Pero que ellos querían prepararse para cuando llegaran los momentos difíciles, como esos “en los que un avión atraviesa una tormenta en pleno vuelo”. El salón se quedó en silencio al escuchar esas palabras.

Esto anterior aplica para todo en la vida: la familia, la universidad, las empresas, el equipo de fútbol, etc. Prepararse para los momentos difíciles es justo y necesario. Cada vez que vuelo y el avión va por encima de las nubes y logro ver esa enorme alfombra blanca con trazos celestes, junto a ese cielo azul que hace de techo y a su vez de horizonte, lo disfruto al máximo y recuerdo a esta familia diciendo eso. Y cuando viene una nube oscura, cuando empezamos a descender, al sentir las turbulencias propias del momento, cuando veo que estamos cerca de la pista y luego al tocarla, con ruidos y sobresaltos, mi mente recuerda que ya ese trayecto lo he recorrido muchas veces y que es parte de las incomodidades del aterrizaje, pero también el inicio de la gran alegría del estar en tierra. El ser humano es capaz de acostumbrarse a todo y en especial a lo bueno.

Pocos tienen la capacidad, ni el interés, para pensar en las dificultades futuras que se puedan presentar y fíjense que no digo preocuparse por el futuro, porque eso enferma. Tampoco estoy yendo en contra de esa enseñanza de Jesús, expresada en Marcos 6:34: "No se preocupen por el día de mañana, pues el mañana se preocupará por sí mismo. A cada día le bastan sus problemas", me refiero a tomar las previsiones necesarias, a cuidar lo que tenemos, a tener planes B, C y hasta D, a no malgastar lo que tenemos y recibimos. Para aquellos que son administradores de los recursos de otros o para quienes trabajan en empresas exitosas, no se dejen enganchar con el efecto de lo que yo llamo la “Gerencia Saudita”; ya se los explico con una historia.

En una ocasión, la comitiva de avance de un jeque árabe, llegó a un lujoso hotel y pidió que les reservaran los pisos 7 y 8, en su totalidad, por un período de tres semanas. La gerencia del hotel les dijo que solo podían darle todo el piso 7 y la mitad de las habitaciones del piso 8, porque ya había huéspedes ubicados en ese piso y no podían cambiarlos por ser el piso ejecutivo. Cuando le informaron al jeque lo que ocurría, su respuesta fue: “Cuánto quieren por el hotel completo para comprarlo”, una actitud soberbia a todas luces, pero es que esa gente tiene los recursos para comprar ese hotel y los demás que están a su alrededor; a eso llamo yo la cultura de la Gerencia Saudita, esa donde se piensa que los recursos son infinitos, estables; que nunca van a acabarse. Ninguna empresa o familia puede manejarse de esa forma, así tenga enormes excedentes económicos en un momento determinado, porque el buen tiempo no es eterno.

El adecuado uso de los recursos, con honestidad y buen criterio es esencial, básico, para garantizar la continuidad de cualquier familia u organización. Durante la pandemia muchas empresas y profesiones quebraron, se vieron obligados a cerrar sus puertas porque no podían cubrir los gastos fijos y los ahorros de los propietarios (si es que los tenían) no alcanzaban para mantenerse operativos, además de la incertidumbre relacionada con la duración de este fenómeno. Otras empresas renacieron o despegaron como nunca, produciendo nuevos mercados o vendiendo bienes y servicios que se volvieron indispensables para nuestra supervivencia. Quienes tuvieron la oportunidad de fabricar y vender, por ejemplo: tapabocas, seguramente hicieron una gran fortuna, así como las empresas especializadas en comunicaciones, por solo mencionar dos. Algunas de ellas sobrevivirán y crecerán al terminar la pandemia, otras desaparecerán como nacieron, si no han sido capaces de adaptarse y de ahorrar recursos, de invertirlos de forma inteligente.

Los mercados se mueven de manera inesperada. Las guerras, las catástrofes naturales y demás efectos causados por los fenómenos ambientales, una pandemia como la del Covid que “nadie esperaba”. También los inventos o creaciones, en especial las digitales, que cambian en 180 grados cualquier industria, son movidas que difícilmente todos vamos a poder prever, pero si podemos tomar algunas acciones racionales, para saber como operar cuando lleguen los tiempos difíciles, ese de las vacas flacas, porque el buen tiempo no es eterno.

Quienes tienen la responsabilidad de manejar o vigilar recursos de otros deben administrarlos de manera honesta, eficiente y con sentido común, pero además también advertir cualquier decisión errada, correcciones de asuntos que no están caminando bien o aportar ideas, mejoras y nuevas maneras de hacer las cosas, para hacer más productivo el negocio. Un buen amigo me decía en una conversación, que todos deberíamos tener una empresa o negocio, no importa si es una venta de café, chiclets y caramelos, un restaurant o un taller mecánico, alguna actividad donde nuestros propios recursos estén en el juego económico y que sean manejados por otros. Esto le daría a cualquiera, empleado o directivo, una visión muy diferente de lo que es una empresa.

Las experiencias y las turbulencias empresariales no son diferentes a las que viven en un avión. Algunos de nuestros momentos o trayectos importantes de tiempo y de la vida de las empresas son muy tranquilos, llenos de situaciones gratas, de muchas satisfacciones, no pensamos en malos ratos en el futuro y somos muchos los que decimos que al mal tiempo buena cara. Sin embargo, cuando llegan esos nubarrones y los movimientos bruscos, cuando el mercado en el que hemos invertido o trabajamos cae, les aseguro que no es muy buena la cara que ponemos. Se los digo con justo conocimiento de causa, ya que muy buena parte de mi vida y mis negocios han estado alrededor de un commodity como el petróleo, en un país donde ciertamente en los primeros tiempos los recursos se utilizaron para desarrollar su infraestructura, la educación, la salud y muchas otras cosas, pero que también fueron y son objeto de despilfarro y corrupción. 

Ojalá hubiésemos tenido la visión de Noruega, país que se inició en el negocio petrolero de manera importante apenas a finales de los años 80, con picos de producción de hasta 3 millones de barriles diarios en el año 2.000, pero que hoy solo produce unos 1,8 mbd. A Noruega no le preocupan las fluctuaciones de producción, ni la de los precios, estas variaciones no afectan de manera importante su economía; en otras palabras, no les quita el sueño, ya que cuentan con el fondo soberano de inversiones y ahorros más importante del mundo. El mismo tenía en 2.021 la bicoca de 1.340.000.000.000 de dólares, un poco más que el fondo chino, que hoy día (según el FMI) es la economía más grande del mundo y cuenta con 1.450 millones de habitantes; Noruega solo tiene 5,4 millones de habitantes, menos del 0.4% que China. Esto lo lograron los noruegos con su empeño, disciplina, trabajo y en especial, con mucha conciencia de ahorro y de inversión, en los buenos tiempos.

“Cuida de los pequeños gastos; un pequeño agujero, hunde un barco", dijo Benjamín Franklin. Un anónimo expresó: "Ahorrar no es solo guardar, sino saber gastar". Séneca fue más allá: "Compra solamente lo necesario; lo innecesario, aunque cueste un solo céntimo, es caro". El propio Jesús nos da clases de economía, ya que habiendo multiplicado de manera milagrosa panes y peces para alimentar a una multitud, pidió que recogiesen todo lo que sobró, para que no se perdiera nada; probablemente Dios le reclamó porque excedió el presupuesto o quiso guardarlos para ahorrarse un milagro más adelante.

Con todo lo anterior no quiero decir que no podemos darnos los gustos que queramos, siempre que tengamos nuestros propios recursos para cubrirlos. Tampoco es que nos convirtamos en tacaños o que no nos atrevamos a soñar con crecer, ni temer a correr riesgos haciendo inversiones o afrontando nuevos retos. Es solo que debemos estar claros que la vida y por ende los negocios, son como las olas del mar, suben y bajan, y que siempre hay que estar preparados, porque el buen tiempo no es eterno.


Eduardo J. León Hernández

Barranquilla
Mayo 05, 2.022

1 comentario:

  1. ...Saludos hermanos...excelente reflexión...me hizo recordar que "ningún mar en calma hizo un buen marinero" ...y hoy el Evangelio fue el de los maracuchos.

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