Imagen tomada de www.apartcongreso.com.ar |
He tenido la oportunidad de viajar, de visitar muchos lugares, de vivirlos, de probar su gastronomía en todas sus versiones, clásica, estilizada y callejera, hablar con la gente y dejarme tocar e influir por todos esos lugares y me encanta poder seguir haciéndolo.
Creo que esto lo heredé del callejero de mi padre, me lo contagió en los constantes viajes que cuando niño, hacíamos desde Santa Barbara del Zulia a Maracaibo, en nuestra camioneta Hillman y luego en las vacaciones de Maracaibo a Caracas o a Punta Cardón, en un flamante Ford Falcón 1966. Mi padre ha sido un viajero empedernido, ciertamente nunca ha salido de Venezuela, pero se conoce todo el país; ha pisado, comido, dormido y bebido en cada uno de sus rincones. En sus últimos 20 años activos de trabajo, era un avezado pasajero de los autobuses que iban de Maracaibo a Caracas, los cuales prefería tomar en lugar de un avión. Lo hacía, no por miedo a volar, era para ahorrarse el dinero y tener la oportunidad de hablar con la gente, caerse a mentiras con los choferes de los buses, contar chistes y escuchar historias, así como disfrutar de las arepas y el café que se encontraba en cada parada que hacía el expreso. Mi padre desde niño fue un “callejero” y eso le trajo muchísimos problemas y bastantes carajazos, pero esa forma de vida le permitió conocer mucho a su país y a su gente, a tener puntos de comparación cultural y sin duda alguna, ampliar su umbral cultural y de conocimiento.
Cuando empecé a trabajar en Price Waterhouse, mi primera asignación fue un curso básico por un mes, en nuestras oficinas en Caracas. Hospedado en el hotel del CCCT, estratégicamente ubicado, con decenas de restaurantes y sitios de diversión, los cuales pude visitar, conocer y disfrutar, con los excelentes viáticos que recibía, de otra manera hubiese sido un poco más difícil hacerlo. Esa fue mi primera experiencia real de intercambio de muchas cosas, en especial, de vivir de otra manera. La forma de hablar, la manera de vestir, las costumbres y los sitios que frecuentaba, fueron poco a poco permeando mi manera de ver las cosas y, como el dicho, “donde fueres, has lo que vieres”, mi comportamiento también se fue moldeando, muchas veces consciente, pero otras tantas de manera inadvertida y silenciosa. Luego empecé a viajar, ya como parte de mi trabajo, visitando diferentes pueblos y ciudades que no conocía y donde la gente me enseño mucho de su vivir.
Esto mismo sucede con el aprendizaje, con el conocimiento y la ampliación de nuestro arraigo cultural, entendiendo esto como el hecho de ir “agregando a nuestros valores y costumbres todas aquellas nuevas, que son convenientes para un mejor desenvolvimiento y disfrute de nuestra vida”.
El solo hecho de vivir o compartir con personas, que no solo piensan diferente a nosotros, sino que tienen otras formas de comer, vivir y comportarse, donde la composición de la sociedad es diferente y posible evaluar y parangonar su infraestructura, los sistemas educativo, de salud y de desplazamiento. Sin duda ese nuevo quehacer diario, nos da un punto de comparación y podemos ver cuan cercano o lejano están de nuestras formas y poder moldearnos, si es el caso, tomando lo bueno y desechando lo no tan bueno o confirmar que lo nuestro es más adecuado. Miren que no digo mejor o peor.
Eso es clave a la hora de estudiar, para complementar la forma de ver la vida, para vivirla de la mejor forma posible. Educarse es un proceso integral, no es solo aprender algo para luego poder generar un ingreso. Educarse, además de aprender un oficio, una carrera técnica, universitaria o desarrollar un arte, para luego ganarse la vida, es un proceso de aprendizaje de vida constante, que no termina nunca, para vivir de manera humana, aprendiendo a soportar las penas y aprovechando las alegrías. No digo que es para siempre vivir contento y feliz como una lombriz, primero porque no sé cómo carajo se puede medir la felicidad de una lombriz y segundo, es porque vivir feliz tiene otros componentes, que, si bien importan muchas cosas de nuestro aprendizaje, es más una actitud que un saber.
En mi caso y en los muchos cercanos que me han permitido evaluar este tema, los primeros cambios, los más importantes, empezaron a ocurrir con mucha más fuerza cuando empecé a viajar al exterior. Visitar ciudades totalmente diferentes a las mías, con leyes e idiomas diferentes, que nos llevan siempre a hacer comparaciones, es la primera barrera de cambio. Luego el trato directo con la gente, vivir rechazos y mejores tratos de “gente extraña” es una vivencia única y es esto en particular lo que realmente nos ayuda a hacer esa evaluación comparativa, que muchas veces es hasta inconsciente. Tomemos como ejemplo el estudio de otro idioma, para explicar algo de este tema más adelante.
Aprender otro idioma, además de que nos ayuda a ampliar nuestra cultura, hay estudios que han demostrado que ese proceso genera grandes cambios. El cerebro bilingüe produce más sustancia gris, que, al trabajar en conjunto con la materia blanca, esta última se conserva mejor en la vejez por la acción de la mielina, el componente que asegura la transmisión de información entre las neuronas, generando en ese circulo virtuoso, una serie de ventajas al estudiar y al desempeñarse en su vida cotidiana.
El manejo de dos idiomas mejora las capacidades cognitivas, incrementa la atención y la capacidad de ejecutar tareas más eficientemente. Retarda la aparición de la demencia en la vejez al retrasar el deterioro cognitivo, potencia la memoria y facilita la ejecución de tareas diversas al mismo tiempo. Las personas bilingües que han sufrido un fallo cerebro vascular, recuperan sus capacidades cognitivas de una forma más rápida. Saber como mínimo un idioma, además del materno, resulta imprescindible hoy en día para una evolución profesional, aunque lo más importante son las ventajas que ofrece en materia de salud. Un nuevo idioma podemos aprenderlo en nuestro país, hasta en nuestra propia casa y de manera autodidacta, pero la mejor forma de hacerlo es vivir sumergido en otra cultura, porque nos permite aprender de manera integral palabras, modismos y hasta gestos, que son necesarios para una mejor comunicación.
Exactamente lo anterior es lo que se logra cuando se viaja como parte de nuestra formación educativa y aunque igual se produce viajando a países con nuestra propia habla, lo ideal es que se desarrolle en una sociedad distinta y con otro lenguaje. La exposición directa a nuevas situaciones y emociones, a diferentes tipos de conflictos, probar diferentes comidas, bebidas y postres, inclusive respirar un aire diferente o vivir en sitios con otras temperaturas a las que estamos acostumbrados, también surten un efecto importante. Si no piensen por un momento, que alguien que vive en una zona calurosa, se va a estudiar a Canadá, el día que le falté el agua caliente, seguramente aprenderá algo nuevo: una grosería, como bañarse con un envase donde agregó agua caliente o a salir a la calle sin bañarse.
Viajar te enfrenta a múltiples retos cada día. Desde la carrera para conseguir boletos económicos, escoger los asientos, preparar maletas, el presupuesto, la lucha con la línea aérea, los sustos de las turbulencias del avión, una maleta perdida, hasta poder comunicarse vía telefónica sin tener datos o conseguir una conexión wifi. Tomar un taxi, ubicar una dirección, pedir algo en un restaurant y más complejo aun, vía telefónica. Ir a la carnicería, eso es toda una hazaña. Son muchas las cosas a los que se enfrenta un viajero y numerosísimas las nuevas que cada día experimenta.
Por lo anterior y muchas otros detalles que he vivido, creo que todos los pensum de estudio de todos los países y culturas, deberían considerar que los estudiantes, al terminar la educación media o en su ultimo año, deberían pasar al menos seis meses en un país con una economía de menos recursos que la suya y otros seis meses en otra más avanzada, siempre o muy preferiblemente, con otro idioma.
El reto diario a lo nuevo, la posibilidad de comparar lo de siempre con lo de su hoy, tener nuevas relaciones personales, inclusive algún nuevo amor (con una cuaima diferente), indudablemente forma nuevas personas, moldea el carácter y sobre todo, enseña que la vida es una sola, pero que se puede vivir de diferentes maneras.
Eduardo José León Hernández
BarranquillaJulio 03, 2022