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Imagen tomada de Pinterest |
Hay algunas teorías del porqué Dios hizo a la mujer en el último lugar, de la razón de haberla hecho con sus propias manos luego de crear universo, planetas, mares, animales y al hombre. Es que Dios no se podía equivocar y necesitaba corregir los errores de la hechura del man, como dicen por estos lares, por lo que se esmeró no solo en su belleza, en su físico, su mayor dedicación estuvo en sus sentimientos, inteligencia y en especial en su ternura, valentía y sobre todo su capacidad de dar amor.
Aclaro porqué mencioné que Dios pudo haber cometido errores en la creación. Según el filósofo bumangués Piter Albeiro (véanlo en YouTube Dios creó al Hombre y a la Mujer ), Dios no se puede equivocar, porque luego no tendría con quien quejarse o a quien pedirle ayuda. Nosotros los mortales, al caer en uno de esos baches, inmediatamente decimos “Ay, Dios mío, que hago?”. Pues Dios está jodido, no tiene un Papa-Dios para Él y sencillamente, cuando la embarra nadie se da cuenta y si lo hace no tiene derecho a criticarlo, so pena de ser castigado; Él es Dios, no pasa nada.
La otra razón por la cual dejó a la mujer de ultimo, es que se podrán imaginar la criticadera durante el proceso de creación: Por que vas a poner el cielo azul?, se vería mejor turquesa o rosadito. Y solo vamos a parir nosotras?, no, no, no: uno nosotras, el otro ellos y así sucesivamente. Déjenme hacer aquí una elucidación: Si esto ultimo hubiera sucedido, las familias no tendrían más de tres hijos, porque el hombre solo pariría una vez, si es que se atreviera. Toda la creación, con plena seguridad, hubiera sido criticada y probablemente modificada, adaptada o haber tenido algunos ajustes, ya que la habilidad que Dios le dio a la mujer, ni el mismo puede manejarla.
Con lo anterior le expreso a la mujer mi reconocimiento como lo más grande que existe en el universo y que no hay nada ni nadie que se les acerque a las rodillas.
La mujer es un derroche de amor por los suyos, en especial por sus hijos y ni hablar con los nietos o sobrinos, para aquellas que no tienen los propios. Una madre es algo tan especial, que hasta Dios quiso tener una y le asignó a María la labor de recibir y criar a Jesús, nuestro Dios hecho hombre. Hay muchas cosas que desconocemos de la infancia de Jesús, pero la imaginación nos puede permitir ver a un Jesús alegre, callejero, muy amiguero y revoltoso, de esos que llegaban a la casa llenos de tierra, sudorosos, por estar persiguiendo camellos en el desierto. Debió ser el que rompía las piñatas en los cumpleaños, si es que habían en esos tiempos y también el que más comía empanadas, pastelitos y bebía Coca-Cola (ya sé que en esos tiempos no había, es solo un decir) como un cosaco bebe vodka. Divertirse, bailar, comer y beber, con prudencia, era lo que más hacía Jesús, después de hacer su trabajo verdadero, predicar con vos y ejemplo, la palabra de su Padre, aprendamos eso también.
Una madre es algo extraordinario. Es tan especial, sorprendente, fabuloso, que es capaz de dar la vida por los suyos, sin miramientos, no tiene miedo, se enfrenta a lo que sea mostrando su carácter ante cualquier situación que lo amerite, pero también es lo más cariñoso y dulce que existe. Cómo todo en la vida, hay algunas, pequeñas, mínimas, pichingas e insignificantes excepciones, de mujeres en quienes no se ven tan claramente estas cualidades, pero bueno, el responsable de eso es Dios, dirían esas mujeres.
Una madre nos pare y/o nos cría, ya que algunas lamentablemente no tienen ese privilegio, nos alimenta, nos ayuda a caminar, a crecer, hasta inspecciona esa persona de quien nos enamoramos, nos da concejos y a veces los respectivos coñazos que necesitamos. Nos ve graduar, casarnos o irnos a vivir en pareja, también le ofrece sus carajazos a nuestros conyugues (hasta se los da, si aplica en el caso), nos sigue haciendo esa maravillosa comida que tanto nos gusta. Cuida y a veces hasta cría a sus nietos, pero por ley de vida, sus fuerzas van mermando, su salud se deteriora, enferma y finalmente, así como a todos nos va a ocurrir, se mudan de barrio, ellas se van al cielo.
Perder a la madre, debe ser un dolor muy fuerte, del que algunos no se desprenden sino en meses y hasta años. Recuerdo la historia de mi amigo Eugenio López, quien me decía que luego de la muerte de su mamá estuvo viviendo en un limbo por más de tres años, la soledad lo abrumaba y se sentía perdido. Cada uno responde a este evento de forma diferente.
Hoy escribo este artículo, en el momento que deben estar dándole santa sepultura a Doña Ana Isabel, la amantísima madre de mi amigo, hermano y socio de muchas aventuras José Fernando Vivas Adarmes (las madres también quieren que sus apellidos aparezcan), quien a los 90 años de edad se mudó al barrio celestial. Sé que para José ha sido y será un momento duro que durará un tiempo, pero un hijo tan bueno como él, que dio todo lo que pudo, que cuidó a su madre en su lecho de enfermo por muchos meses, obsequiándole todos los cuidados que necesitaba, atendiendo su limpieza, alimentación y sobre todo, lo más importante, su compañía, debe estar satisfecho. José, siéntete tranquilo, cumpliste con lo que tu mamá necesitaba, pero mas aún, con lo que tu propio corazón te señalaba.
Aquí aprovecho para ofrecer unas palabas por nuestro amigo Fernando Sánchez Flores, que también se despidió hace pocos días. José, Fernando y quien escribe, hicimos un triángulo de amigos excepcional, que nos permitió lograr muchas cosas y alcanzar grandes satisfacciones familiares y vecinales. Demostramos a muchos y perdonen la inmodestia, lo fácil que es vivir en comunidad, cuando hay comunicación, cuando compartimos el esfuerzo de manera armoniosa, que de esa manera muchas cosas se logran, de la mano de Dios. Como a los buenos pocos amigos que he tenido, siempre le dije a Fernando que lo admiraba, respetaba y quería un montón y él, si no estaba con tres whiskies en la cabeza, me decía: vamos dejando la mariquera.
Es inevitable que mis lagrimas broten de manera espontánea en este momento y que mi mente traiga a este momento la cara de Ana Isabel, con quien hablé varias veces en nuestra Okinawa. Era una abuela única, como lo son todas las abuelas, especiales. Por supuesto que jodía, era mujer. Recuerdo cuando José me contaba de sus travesías llevándola a cobrar su pensión o a hacer sus compras, siempre le cambiaba la ruta, pero José con su infinita paciencia, así protestara, cumplía los deseos de su madre, como debe ser.
No todos tenemos ese nivel de entrega, no es lo más normal ver que sea un hijo varón quien atienda a sus padres enfermos, pero así debería ser. No importa el sexo, todos somos hijos y tenemos que responderle a nuestros padres que nos cuidaron cuando niños, atenderlos con amor y entrega, de la misma manera, cuando ellos avancen a su segunda niñez. No solo las hijas tienen la obligación de hacerlo, las hijas no nacen con un titulo de enfermeras, aunque a veces hay situaciones que suavizan esta afirmación, en especial en Venezuela, donde tanta gente ha tenido que emigrar y también las hijas han emigrado para poder sobrevivir.
Yo me imagino que cuando una madre llega al cielo, debe haber una fiesta de reconocimiento a su amor, a su entrega y esos méritos le limpian las pocas faltas que pudieron haber cometido, permitiéndole un ingreso VIP y ganar una medalla de entrada, que en el caso de Doña Ana Isabel y de todas las Zulianas, debe estar decorada con un imagen de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, nuestra amada Chinita, como le decimos los oriundos del Zulia, quien con seguridad tiene un cuarto especial para Ana Isabel, junto a los demás Zulianos que están en el cielo, que deben ser muchos, ya que esa embajadora no la tienen muchos pueblos.
José, Tania, Jose Luis, Fernando, Virginia y todos sus familiares y amigos, reciban nuestro abrazo y cariño desde la distancia, ustedes saben como los queremos.
No se sientan tristes, agradezcamos a Dios y a la Chinita que Ana Isabel está en el cielo, escuchando gaitas, comiendo arepas, mandocas y pastelitos, además de que está viendo a su amor, que la esperaba con mucho anhelo.
Eduardo José León Hernández
Barranquilla
Febrero 23 de 2025
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