miércoles, 22 de febrero de 2017

CUANDO TE AMAN EN LAS MALAS

Al momento de llegar al altar, muchas veces, sobre todo siendo muy joven, se dicen muchas palabras que no se entienden. Uno sabe el significado idiomático, por aun no conoce la profundidad de muchas de ellas.

No sabes lo que es realmente el amor, hasta que lo sientes, igual ocurre con la alegría, la tristeza, el rechazo, la misericordia, la verdad y la mentira, el dar y el recibir, la soledad y la compañía, el bien y el mal. De todas esas etapas, circunstancias o momentos que tienen un nombre, podemos conocer su etimología completa, pero hasta no vivirlas, realmente no se sabe lo que es, no se ha probado lo ácido, lo amargo, lo dulce, lo salado, lo frío o lo caliente de cada una de ellas.

En el altar, al casarse ante Dios, se proclaman varias frases que son digamos, estándar, promedio, básicas, pero que a su vez son muy profundas. Una de ellas es “te acompañaré en las buenas y en las malas”. Acompañar en las buenas, es muy sabroso, es fácil, no hay problemas, hay digamos de todo: recursos, salud, casa y todas esas cosas materiales que son necesarias en nuestra vida. A veces hay mucho más: dinero, viajes, joyas, carros lujosos, buenos vestidos y zapatos, clubes y ese sin fin de cosas que son muy buenas, desde el punto de vista material y que si son acompañadas con un uso humilde, si cabe la palabra, decente y sin falso orgullo y vanidad, es beneficioso. Esta debería ser la condición de todos los seres humanos, tener todo lo necesario para vivir, pero acompañado de una verdadera riqueza espiritual y mental, que es lo verdaderamente importante, que le permitiera vivir en confort con su entorno, con el mundo y la naturaleza.

Cuando ocurre lo contrario es cuando vienen las pruebas. Cuando escasea el dinero, cuando se acaban las fiestas y los viajes, cuando no hay para el restaurante, ni para ir al cine, cuando los helados son menos o ninguno, un solo carro en la casa (si acaso), sin vestidos caros, ni regalos finos en diciembre, cuando no hay para el whisky o el vino, cuando no hay quien lave y planche, ni quien ayude a limpiar, cuando hay que hacer el jardín con sus propias manos, cuando miras al cielo y le preguntas a Dios: Que Pasó? Porque allí es cuando finalmente de acuerdas de Él. Allí, justo en ese momento, cuando llegaron las malas. Cuando la cuenta bancaria pesa por el vacío que tiene. Cuando ya no hay.

Todos hemos pasado por allí. La vida es como las olas del mar, arriba y abajo, con cambios bruscos, que te mojan y te dejan salado, te irritan los ojos, te marean y enferman por el vaivén y lo peor, no vez un puerto de llegada, ni siquiera sabes si el mar se va a calmar y muy por el contrario miras al horizonte y hay una tormenta que parece se avecina. Todos hemos pasado por allí y hemos salido, unos más golpeados que otros, pero salimos.

Saben cuál ha sido mi clave en estos últimos 35 años? Primero, Dios y La Virgen y segundo, mi esposa. Lo que han hecho Dios y La Virgen en mi vida no se los puedo decir, son demasiadas cosas, muchas de las que yo mismo no me he enterado, sino años después. Cada día me hacen un milagro, si así como lo oyen, por lo menos uno al día y muchas veces ni lo veo, ni se los agradezco, por lo que estaré siempre en deuda con Él, hasta el final de los tiempos, hasta que me pare cara a cara con Él y me pase la factura, bueno si es que me llama. Espero que sea misericordioso conmigo.

La otra parte de ese binomio de platino, guardando la distancia, es mi mujer, esa que de verdad juró que estaría conmigo en las buenas (que como dije es muy fácil, el complicado soy yo) y en las malas, esa que ha cumplido su juramento y que gracias a estar allí, hemos superado situaciones muy difíciles, muchas propias de la vida y otras producidas por mí. Pero, como hemos salido siempre adelante, gracias a su constancia, su oración y su apoyo. Su sencillez y su carácter, que a veces parece sumiso, muy por el contrario, es el de una mujer fuerte, muy hábil e inteligente, su apoyo incondicional para emprender cualquier viaje, cambio de vida o empresa, no tiene comparación. Pocas personas he conocido en la vida que tengan su empuje y que no se dejen vencer por las adversidades. Es muy humana, aunque a veces la riega, pero de inmediato (bueno no tan rápido en otras), o casi enseguida, la limpia.

Gracias te doy mi Dios por regalarme a alguien que siempre ha estado, está y se que estará, en las buenas y en las malas, hasta que tú lo decidas.

Te amo Judith, no sabes cuánto.


Eduardo León

Febrero 22, 2017

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