miércoles, 22 de febrero de 2017

DÍAS GRISES

Todos tenemos días grises. No son buenos, ni malos. No son medio negros, ni medio blancos, son simplemente grises. Son días donde tu mente pierde el color o noches en las cuales pareces vivir un mal sueño, un mal rato, un desconsuelo. Son días que a veces hacen falta, porque te ponen a pensar, a leer, a escribir y a orar.

En los días grises, eres realmente tú, no tienes la euforia de la alegría, ni el pesar de los días malos. Son días que te llevan a reflexionar, a veces a dormir y también te empujan a soñar, con un dejo de tristeza, pero te empujan y dependiendo de tu decisión, te llevan a buen camino. La nostalgia es gris, así como la melancolía, el dolor es más oscuro, casi negro. Hay recuerdos grises, unos por no ser agradables y otros, por ser muy antiguos o bastante viejos.

El día gris no tiene color, tampoco olor ni sabor, nada nos sabe bien en esos días. El frío nos molesta y el calor nos exaspera. No hay dolor, tampoco se siente esperanza, solo nos lleva, nos camina, nos cansa. A veces está gris tenue y es cuando llueve con mucha calma, pero cuando él oscurece, se convierte en tormenta, truenos y rayos que le secundan y si es de noche, por un momento lo iluminan, son luces brillantes, fuertes y a algunos les espantan.

El gris está como en el medio, combina con todo, pero no resalta. Quien lo viste se ve muy sobrio y si toma mucho, normalmente termina ebrio. Cuando es brillante, ya no es gris, es plata, cuando es opaco, parece sucio, como olvidado.

Todos tenemos días grises, en alguna etapa de la vida. Gris oscuro y amargo o gris claro y fresco. No son buenos ni malos, simplemente son grises, pero dependiendo de ti, se verán luego, días tranquilos, días felices.  

Eduardo J. León Hernández

Febrero 22, 2.017

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