Muchos vivimos la vida entre
recuerdos y memorias y eso es relativamente bueno, recordar nuestra infancia,
el primer colegio, el primer carro de papá, los amigos de la infancia, el
primer amor, todos esos momentos gratos que al traerlos al presente, nos llenan
la mente de cosas agradables, dignas de recordar.
Pero muchas veces nos llenamos de
otros pensamientos, recuerdos no tan gratos y hasta miserables y torturadores,
que para colmo, nos mantienen anclados al pasado. No hemos terminado de entender
que el espejo retrovisor es solo para hacer un cruce en la vía o para
detenernos momentáneamente y no causar accidentes.
Nuestra mente está muy mal
educada, no hacemos ejercicios sanos con ella, muy por el contrario, vivimos
recorriendo la misma ruta, revisando los mismos avisos, como cuando tenemos un
diente roto y nuestra lengua no deja de tocarlo.
Este tipo de comportamiento hay
que erradicarlo, existen diversas formas de enfrentarlo, pero está en cada uno
buscar su método. Reconozco que decirlo es muy fácil y bien complicado hacerlo,
yo mismo doy fe de ello, pero hay que intentarlo a diario hasta lograrlo.
No hay fuerza humana que pueda
con esa “loca”, así llama a nuestra mente alguien que leí una vez, solo otra
loca puede con ella. Es así y hay que educarse, tener voluntad y constancia
para “controlar” la mente. No por algo pequeño los monjes tibetanos o los
samuráis, gente de valor y coraje, tienen esa capacidad de permanecer y vivir
en condiciones tan agretes, solitarias y duras. Es necesario educar la mente, luchar
con ella, ejercitarla para lo bueno, para saber utilizar el espejo retrovisor y
que nuestros recuerdos sean positivos, alegres, que nos llenen de emoción, pero
de la buena, de esa que enriquece nuestra vida.
Pensar permanentemente de lo que
pudo haber sido y no fue, solo nos llena de amargura, y lo peor, no podemos
cambiar nada de lo ocurrido, muy por el contrario, al traerlo al presente solo
hacemos mayor y más profundo el dolor.
Usa es el espejo para mirarte tú,
para peinarte, para de vez en cuando verte por dentro a través de tus ojos, que
son el reflejo de tu alma, para redescubrirte y reparar lo que sea necesario
dentro de ti. El espejo del retrovisor, no lo uses tanto, no veas tanto para
atrás, tu camino está al frente, enfócate en él, vigila tu ruta y usa a Dios
como tu cinturón de seguridad, no sea que puedas chocar.
Eduardo José León Hernández
San Salvador
Agosto 05, 2.017
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