Tomado de Google |
“Se disiparon los muros que antaño las separaban
Ellas nunca se miraban, Santa Bárbara y la China
Frente a frente están hoy día y desde San Juan de Dios
Podéis rezarle a las dos, camino a Santa Lucía”
Las lineas que
acaban de leer, conforman el estribillo de una gaita, ese especialísimo genero musical del estado Zulia, al occidente de Venezuela, compuesta por “El Negro” Rafael
Rodríguez y ejecutada de manera magistral por Germán Ávila y el grupo gaitero Saladillo.
Esta gaita, refleja y expresa, eso que los compositores y contadores de
historias hacen, cuando ven y miden de manera musical, con una increíble creatividad, las distancias, formas, carismas y amores de la gente y las transforman en imágenes
sonoras, en canciones especiales.
La parte
antigua de mi Maracaibo, el espacio donde casi todo transcurría desde su fundación hace 490 años, estaba concentrado en dos barrios del centro de la ciudad: El Saladillo y Santa Lucia, este último conocido en
sus inicios como el Empedrao. En el primero, están ubicadas la Basílica de
Nuestra Señora de Chiquinquirá (la China o la Chinita), a unos 700 metros de
distancia, al frente de ella, está la Iglesia de Santa Bárbara y un poco más al fondo,
la Catedral de Maracaibo; justo frente a la icónica Plaza Bolívar, bordeada por
el Palacio de Las Águilas, asentamiento de la Gobernación de Zulia y del
edificio de la Alcaldía de Maracaibo, ambas instituciones hoy, terriblemente
mal utilizadas por personeros representantes del régimen narco-dictador
(perdonen este inciso, pero no se puede perder ninguna oportunidad de decirlo).
El nombre de El Saladillo se originó por estar en sus adyacencias unas salinas,
de donde se proveía la sal para preservar el pescado que se obtenía del
maravilloso Lago de Maracaibo.
El
Empedrao, llamado así por las calles de piedra que tenía en el pasado, que se tenían
a su vez, por ser el sector donde se almacenaban el granzón y la piedra utilizada para la construcción de la creciente Maracaibo. En ese barrio, cuyo
nombre legal es Santa Lucía, bautizado
así por la devoción que su población tenía y mantiene, hacía esa hermosa y valiente mujer, se conserva el templo
construido en su honor entre los años 1867 y 1876. Esa bella estructura, pintada de
blanco y azul, colores que reflejan la pureza de Santa Lucia y el azul del Lago de
Maracaibo, el cual puede apreciarse desde su entrada principal. Los alrededores
del templo, conservan las casas construidas hace más de tres siglos y
que han sido decretadas patrimonio cultural de la ciudad de Maracaibo,
para evitar que desaparezcan, como desgraciadamente ocurrió con varias cuadras del
Saladillo, en la década de los 70, “para darle entrada al futuro”.
Lucia
nació en Siracusa, ciudad de la provincia romana de Sicilia, en el año 283 de
nuestra era. De acuerdo con la tradición, era de padres nobles y ricos,
hija de Eutiquia (y después dicen que los maracuchos tienen nombres raros); del
padre se dice que murió cuando Lucía era una niña. Probablemente él se llamaba Lucio,
dada la costumbre romana de poner a las hijas el nombre del padre. Según
algunos, el mismo está inspirado en el texto paulino, «Los hijos de la luz».
Lucía ciertamente significa "Luz para el mundo". Ella fue educada en la fe
cristiana, consagró su vida a Dios e hizo un voto de virginidad. Su madre, que
estaba muy enferma, la comprometió a casarse con un joven pagano y Lucia la convenció para que fuese a rezar a la
tumba de Águeda de Catania a fin de pedirle su cura. Como su madre sanó, Lucía
le pidió que la liberara de la obligación de casarse, que le dejara consagrar su vida a Dios
y donara su fortuna a los más pobres; su madre accedió. Pero su pretendiente la
acusó ante el procónsul Pascasio, debido a que era cristiana y eso era castigado de manera terrible en los tiempos del
emperador Diocleciano. El martirio de Lucía no está atestiguado por fuentes
contemporáneas o inmediatamente posteriores a la persecución diocleciana,
sino por relatos hagiográficos.
Cuando
Lucía fue arrestada bajo la acusación de ser una cristiana, Pascasio le ordenó
que hiciera sacrificios a los dioses. Entonces Lucía dijo: "Sacrificio
puro delante de Dios es visitar a las viudas, los huérfanos y los peregrinos
que pagan en la angustia y en la necesidad, y ya es el tercer año que me
ofrecen sacrificios a Dios en Jesucristo, entregando todos mis bienes."
Irritado Pascasio, ordenó a sus soldados a que la llevaran a un prostíbulo para
que la violaran y le dijo a Lucía: "Te enviaré a un
lugar de perdición, así se alejará el Espíritu Santo". Ella le respondió:
"El cuerpo queda contaminado, solamente si el alma lo consciente".
Santo Tomás de Aquino, el mayor teólogo de la Iglesia, admiraba esta respuesta
de Santa Lucía, ya que se corresponde con un profundo principio de moral: No
hay pecado si no se consiente al mal. Los soldados la tomaron para llevársela,
la ataron con cuerdas en las manos y en los pies, pero por más que se
esforzaban no podían moverla: la muchacha permanecía rígida y pesada como una roca. En vista de lo sucedido, Pascasio ordenó someterla a suplicio rociándola con
aceite y pez (una especie de brea) hirviendo, pero no logró hacerla desistir.
Condenada a ser martirizada, antes de morir profetizó su canonización y su
patronazgo como protectora de Siracusa, junto con la caída de Diocleciano y Maximiano.
El relato
griego, que data del siglo V y el relato latino, datado del siglo VI al VII, son idénticos en lo fundamental, aunque difieren en algunos detalles finales:
según el martiryon griego, Lucía fue decapitada, en tanto que de acuerdo la passio
latina, fue martirizada por uno o varios golpes de espada. Fue sepultada en el
mismo lugar donde en el año 313 se construyó un santuario dedicado a ella, que
fue lugar de destino de las peregrinaciones en su honor.
A Santa
Lucía se le ha representado frecuentemente, sosteniendo una bandeja con dos ojos sobre ella,
porque según una antigua tradición, a la santa le habrían arrancado los ojos como castigo por proclamar firmemente su fe en Cristo y luego recobró la vista. Esto último se complementa en otra versión, la cual menciona que Lucia, aun sin tener sus ojos y estando presente en el breve juicio que se le entabló, podía ver todo lo que ocurría. Otros registros de tradición dicen, que
la propia Lucia habría retirado sus ojos para reducir su belleza y así evitar atraer a los hombres. Aunque no se puede verificar la historicidad de las diversas
versiones, está fuera de duda que, desde antiguo, se tributaba culto a la santa
de Siracusa.
Es la
patrona de los pobres, los ciegos y los niños enfermos; también lo es de los
campesinos, electricistas, modistas, chóferes, fotógrafos, afiladores,
cortadores, cristaleros, sastres, fontaneros y escritores. Venerada en muchas
partes del mundo, entre las que resaltan: Siracusa y Venecia en Italia, en varias ciudades de España, El Salvador, Suecia,
Finlandia, Perú, Brasil, Uruguay, Guatemala y Argentina. También en Venezuela,
muy especialmente, en Santa Lucia del Tuy, en el estado Miranda; Yaritagua,
estado Yaracuy y por supuesto en El Empedrao, en Maracaibo, donde cada 13 de
diciembre, ese excepcional pueblo devoto a esta Santa, se vuelca a agradecerle por sus favores y a pedirle su intercesión por los aun no obtenidos.
La de Santa
Lucía es una fiesta cuyos orígenes se remontan a los
siglos XVI y XVII en Suecia y en partes de Finlandia. Al inicio del adviento se
comenzó a celebrar formalmente en Estocolmo una fiesta, en la que se come y
bebe. Hoy en día, en la mañana del 13 de diciembre, las niñas se visten de
"Lucia" (llevando un vestido blanco largo y una corona de siete velas
en la cabeza) y los niños de "stjärngossar" (chicos con
estrellas, debido al sombrero puntiagudo decorado con estrellas que
usan). Las familias hornean pastelitos llamados "Lussebulle" (bollos
de Lucia), generalmente con forma de ojos y se los comen después de cantar
canciones tradicionales. Se presentan los pastelitos también a los maestros de
escuela, jueces y políticos de la región, para desearles suerte y que sean
justos en sus labores. Una chica en particular es elegida como "Reina de
Lucía de Suecia" (Sveriges Lucia) y se la corona el 13 de diciembre en Skansen.
Mi vinculo
personal con Santa Lucia, viene de mi familia paterna, la cual nació, creció y vivió en la
calle Federación del Empedrao, a escasos 300 metros del templo; allí nacieron mi padre, mi tío Jorge, conocido en los bajos fondos como el tío Camello (fumaba
Camel, aunque yo creo que también me metía otra vaina) y mi tía Betilde, la famosa Tiabe. Además de sus primos Raquel, Rafael, Magdalena y Castor, cuatro locos de perinola.
Las visitas cada 13 de
diciembre, eran casi de obligatorio cumplimiento, ya que además de ir a la fiesta de Santa Lucia, nos permitía reunirnos con toda la familia. La procesión pasaba por la
casa de Mamafé, como le decíamos cariñosamente a la menor de las tres tías de
mi papá, que sobrevivieron a mi abuela María Luisa, quien nos dejó muy
temprano. Esa casa de la Federación, que desde hace muchísimos años, está marcada por algunas extrañas historias, que son muy "creepies" o quiméricas, asunto sobre el que algún día
espero escribir (aunque son tantas y tan variadas, que creo darían para
un libro), tambien era una casa de un ponche crema excepcional que hacía Mamafé, con la
ayuda de Tía Canca o Kirá, como cariñosamente acortábamos, su nombre: Chiquinquirá. A la otra tía de mi padre, la mayor de todas, a quien llamábamos tía Jiménez, a ella no le dejaban
meter la mano en la cocina; en cuanto tocaba una mezcla de cualquier vaina que
tuviese leche, se “cortaba”, como si le agregaran un vaso de limón. Era una cocina
donde se degustaba un rico café con leche y la mejor torta borracha que ha existido; tan buena que ninguno de las siguientes generaciones la ha podido igualar, en mi casa seguimos intentándolo. Allí también había una sopa de gallina exquisita y otra de fideos, con muchos trozos de un rico queso blanco, que mi Tiabe compraba en el comisariato de Lagunillas. El jamón
planchado (creo que Oscar Mayer se copió la receta), los dulces de hicacos y de lechosa (papaya). Las historias de Tiabe metiendo a Raquel en la
lavadora; de Tío Jorge estudiando para sacar 20 en todas las materias cuando
estudiaba derecho; las muchas de José Tomas, mi padre, quien salía a comprar el pan y
tenía mi abuelo Ángel Eduardo que mandarlo a buscar, todos los días; ese travieso joven se quedaba conversando
con quien fuera, cosa que todavía hace a sus 81 años. Las vainas de Rafael, sus pinturas
miniatura y su amor puro y eterno por Libertad Lamarque, cuyas canciones
cantaba a diario. Magdalena y Castor, no menos jodedores, luego de crecidos, se mudaron a Caracas, pero siguieron siendo
maracuchos, de Santa Lucía.
Ir a la feria de Santa Lucia
daba para todo. Excelentes cepillaos (raspados de hielo
saborizado), las cervezas frías de “Pá Que Luis”, una famosa tienda que también
dio origen a una conocidísima gaita, la Plaza de La Muñeca, el Teatro Metro,
uno de los muy pocos cines que existían en Maracaibo, en fin, muchos son los
recuerdos, nostalgias y sabores que vienen a mi mente y que harían muy larga y
tediosa la lista, pero que, en estos días decembrinos, siempre me llegan, nos llegan a todos. Además, que
es esa festiva cadena geográfica, que mencioné al inicio del escrito, secuencialmente determinada por el calendario.
Empieza el 18 de noviembre cuando
celebramos a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, conocida como la China o la
Chinita. Luego el 04 de diciembre es la celebración de Santa Bárbara, otra mujer cuya
vida, martirio y muerte son muy similares a los de Santa Lucia, su templo está
en el medio del camino y finalmente, el 13 de diciembre, el día de Santa
Lucia, en el Empedrao.
La navidad
en Maracaibo comienza en la semana de la feria de la Chinita, unos días antes
del 18 de noviembre, sigue en el Empedrao con las fiestas de Santa Lucia y conforma
una ruta llena tanto de alegría como de religiosidad, de preparación para el cumpleaños
del Redentor, con mucha esperanza. Son días especiales, que cada Maracucho,
Maracaibero o Marabino (somos tan jodidos, que tenemos tres gentilicios),
siente de manera especial, donde quiera que esté. Si no pregúntenle a Tiabe y a mi mamá.
En esta
navidad, le pido a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, a nuestra China,
que nos regale su bondad, que interceda por Venezuela y por Colombia, para sacar al
régimen narco-terrorista que ha destruido al primero y para que evite, a toda costa, la llegada de una
desgracia similar al segundo. A Santa Bárbara que nos regale su fe, su entrega,
esa fortaleza tan poderosa, como el portentoso rayo que acabó con su verdugo, justo después de ejecutarla. Y a Santa
Lucia, su inteligencia, sus tantas virtudes de hija entregada y la claridad de
sus preciosos ojos, de la penetrante y sanadora visión que tiene su corazón, para
que todos nosotros podamos visualizar un bello amanecer, la dulce llegada del
Niño Jesús en la noche buena y que los días que estén por venir, sean claros,
soleados y alegres. Que cuando haya lluvia, el agua que recibamos sea para
hacernos crecer en bondad y no temamos a las tormentas, ya que son ajustes
propios que la naturaleza hace en nuestro cielo.
Este escrito es un regalo para Betilde Lucia (mi Tiabe) y para Esther Lucia, mi prima, quienes orgullosamente llevan el nombre de esta santa.
Este escrito es un regalo para Betilde Lucia (mi Tiabe) y para Esther Lucia, mi prima, quienes orgullosamente llevan el nombre de esta santa.
Eduardo J.
León Hernández
Barranquilla
Diciembre
15 de 2019
PD: Las notas hagiográficas, religiosas y demás referencias históricas, fueron tomadas de los portales de aciprensa, wikipedia, así como varias consultas a otras fuentes especializadas.
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