lunes, 16 de diciembre de 2019

SANTA LUCÍA, SANTA BARBARA Y LA CHINA

Tomado de Google


“Se disiparon los muros que antaño las separaban
Ellas nunca se miraban, Santa Bárbara y la China
Frente a frente están hoy día y desde San Juan de Dios
Podéis rezarle a las dos, camino a Santa Lucía”

Las lineas que acaban de leer, conforman el estribillo de una gaita, ese especialísimo genero musical del estado Zulia, al occidente de Venezuela, compuesta por “El Negro” Rafael Rodríguez y ejecutada de manera magistral por Germán Ávila y el grupo gaitero Saladillo. Esta gaita, refleja y expresa, eso que los compositores y contadores de historias hacen, cuando ven y miden de manera musical, con una increíble creatividad, las distancias, formas, carismas y amores de la gente y las transforman en imágenes sonoras, en canciones especiales.

La parte antigua de mi Maracaibo, el espacio donde casi todo transcurría desde su fundación hace 490 años, estaba concentrado en dos barrios del centro de la ciudad: El Saladillo y Santa Lucia, este último conocido en sus inicios como el Empedrao. En el primero, están ubicadas la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá (la China o la Chinita), a unos 700 metros de distancia, al frente de ella, está la Iglesia de Santa Bárbara y un poco más al fondo, la Catedral de Maracaibo; justo frente a la icónica Plaza Bolívar, bordeada por el Palacio de Las Águilas, asentamiento de la Gobernación de Zulia y del edificio de la Alcaldía de Maracaibo, ambas instituciones hoy, terriblemente mal utilizadas por personeros representantes del régimen narco-dictador (perdonen este inciso, pero no se puede perder ninguna oportunidad de decirlo). El nombre de El Saladillo se originó por estar en sus adyacencias unas salinas, de donde se proveía la sal para preservar el pescado que se obtenía del maravilloso Lago de Maracaibo.

El Empedrao, llamado así por las calles de piedra que tenía en el pasado, que se tenían a su vez, por ser el sector donde se almacenaban el granzón y la piedra utilizada para la construcción de la creciente Maracaibo. En ese barrio, cuyo nombre legal es Santa Lucía, bautizado así por la devoción que su población tenía y mantiene, hacía esa hermosa y valiente mujer, se conserva el templo construido en su honor entre los años 1867 y 1876. Esa bella estructura, pintada de blanco y azul, colores que reflejan la pureza de Santa Lucia y el azul del Lago de Maracaibo, el cual puede apreciarse desde su entrada principal. Los alrededores del templo, conservan las casas construidas hace más de tres siglos y que han sido decretadas patrimonio cultural de la ciudad de Maracaibo, para evitar que desaparezcan, como desgraciadamente ocurrió con varias cuadras del Saladillo, en la década de los 70, “para darle entrada al futuro”.

Lucia nació en Siracusa, ciudad de la provincia romana de Sicilia, en el año 283 de nuestra era. De acuerdo con la tradición, era de padres nobles y ricos, hija de Eutiquia (y después dicen que los maracuchos tienen nombres raros); del padre se dice que murió cuando Lucía era una niña. Probablemente él se llamaba Lucio, dada la costumbre romana de poner a las hijas el nombre del padre. Según algunos, el mismo está inspirado en el texto paulino, «Los hijos de la luz». Lucía ciertamente significa "Luz para el mundo". Ella fue educada en la fe cristiana, consagró su vida a Dios e hizo un voto de virginidad. Su madre, que estaba muy enferma, la comprometió a casarse con un joven pagano y Lucia la convenció para que fuese a rezar a la tumba de Águeda de Catania a fin de pedirle su cura. Como su madre sanó, Lucía le pidió que la liberara de la obligación de casarse, que le dejara consagrar su vida a Dios y donara su fortuna a los más pobres; su madre accedió. Pero su pretendiente la acusó ante el procónsul Pascasio, debido a que era cristiana y eso era castigado de manera terrible en los tiempos del emperador Diocleciano. El martirio de Lucía no está atestiguado por fuentes contemporáneas o inmediatamente posteriores a la persecución diocleciana, sino por relatos hagiográficos.

Cuando Lucía fue arrestada bajo la acusación de ser una cristiana, Pascasio le ordenó que hiciera sacrificios a los dioses. Entonces Lucía dijo: "Sacrificio puro delante de Dios es visitar a las viudas, los huérfanos y los peregrinos que pagan en la angustia y en la necesidad, y ya es el tercer año que me ofrecen sacrificios a Dios en Jesucristo, entregando todos mis bienes." Irritado Pascasio, ordenó a sus soldados a que la llevaran a un prostíbulo para que la violaran y le dijo a Lucía: "Te enviaré a un lugar de perdición, así se alejará el Espíritu Santo". Ella le respondió: "El cuerpo queda contaminado, solamente si el alma lo consciente". Santo Tomás de Aquino, el mayor teólogo de la Iglesia, admiraba esta respuesta de Santa Lucía, ya que se corresponde con un profundo principio de moral: No hay pecado si no se consiente al mal. Los soldados la tomaron para llevársela, la ataron con cuerdas en las manos y en los pies, pero por más que se esforzaban no podían moverla: la muchacha permanecía rígida y pesada como una roca. En vista de lo sucedido, Pascasio ordenó someterla a suplicio rociándola con aceite y pez (una especie de brea) hirviendo, pero no logró hacerla desistir. Condenada a ser martirizada, antes de morir profetizó su canonización y su patronazgo como protectora de Siracusa, junto con la caída de Diocleciano y Maximiano.

El relato griego, que data del siglo V y el relato latino, datado del siglo VI al VII, son idénticos en lo fundamental, aunque difieren en algunos detalles finales: según el martiryon griego, Lucía fue decapitada, en tanto que de acuerdo la passio latina, fue martirizada por uno o varios golpes de espada. Fue sepultada en el mismo lugar donde en el año 313 se construyó un santuario dedicado a ella, que fue lugar de destino de las peregrinaciones en su honor. 

A Santa Lucía se le ha representado frecuentemente, sosteniendo una bandeja con dos ojos sobre ella, porque según una antigua tradición, a la santa le habrían arrancado los ojos como castigo por proclamar firmemente su fe en Cristo y luego recobró la vista. Esto último se complementa en otra versión, la cual menciona que Lucia, aun sin tener sus ojos y estando presente en el breve juicio que se le entabló, podía ver todo lo que ocurría. Otros registros de  tradición dicen, que la propia Lucia habría retirado sus ojos para reducir su belleza y así evitar atraer a los hombres. Aunque no se puede verificar la historicidad de las diversas versiones, está fuera de duda que, desde antiguo, se tributaba culto a la santa de Siracusa. 

Es la patrona de los pobres, los ciegos y los niños enfermos; también lo es de los campesinos, electricistas, modistas, chóferes, fotógrafos, afiladores, cortadores, cristaleros, sastres, fontaneros y escritores. Venerada en muchas partes del mundo, entre las que resaltan: Siracusa y Venecia en Italia, en varias ciudades de España, El Salvador, Suecia, Finlandia, Perú, Brasil, Uruguay, Guatemala y Argentina. También en Venezuela, muy especialmente, en Santa Lucia del Tuy, en el estado Miranda; Yaritagua, estado Yaracuy y por supuesto en El Empedrao, en Maracaibo, donde cada 13 de diciembre, ese excepcional pueblo devoto a esta Santa, se vuelca a agradecerle por sus favores y a pedirle su intercesión por los aun no obtenidos.

La de Santa Lucía es una fiesta cuyos orígenes se remontan a los siglos XVI y XVII en Suecia y en partes de Finlandia. Al inicio del adviento se comenzó a celebrar formalmente en Estocolmo una fiesta, en la que se come y bebe. Hoy en día, en la mañana del 13 de diciembre, las niñas se visten de "Lucia" (llevando un vestido blanco largo y una corona de siete velas en la cabeza) y los niños de "stjärngossar" (chicos con estrellas, debido al sombrero puntiagudo decorado con estrellas que usan). Las familias hornean pastelitos llamados "Lussebulle" (bollos de Lucia), generalmente con forma de ojos y se los comen después de cantar canciones tradicionales. Se presentan los pastelitos también a los maestros de escuela, jueces y políticos de la región, para desearles suerte y que sean justos en sus labores. Una chica en particular es elegida como "Reina de Lucía de Suecia" (Sveriges Lucia) y se la corona el 13 de diciembre en Skansen.

Mi vinculo personal con Santa Lucia, viene de mi familia paterna, la cual nació, creció y vivió en la calle Federación del Empedrao, a escasos 300 metros del templo; allí nacieron mi padre, mi tío Jorge, conocido en los bajos fondos como el tío Camello (fumaba Camel, aunque yo creo que también me metía otra vaina) y mi tía Betilde, la famosa Tiabe. Además de sus primos Raquel, Rafael, Magdalena y Castor, cuatro locos de perinola. 

Las visitas cada 13 de diciembre, eran casi de obligatorio cumplimiento, ya que además de ir a la fiesta de Santa Lucia, nos permitía reunirnos con toda la familia. La procesión pasaba por la casa de Mamafé, como le decíamos cariñosamente a la menor de las tres tías de mi papá, que sobrevivieron a mi abuela María Luisa, quien nos dejó muy temprano. Esa casa de la Federación, que desde hace muchísimos años, está marcada por algunas extrañas historias, que son muy "creepies" o quiméricas, asunto sobre el que algún día espero escribir (aunque son tantas y tan variadas, que creo darían para un libro), tambien era una casa de un ponche crema excepcional que hacía Mamafé, con la ayuda de Tía Canca o Kirá, como cariñosamente acortábamos, su nombre: Chiquinquirá. A la otra tía de mi padre, la mayor de todas, a quien llamábamos tía Jiménez, a ella no le dejaban meter la mano en la cocina; en cuanto tocaba una mezcla de cualquier vaina que tuviese leche, se “cortaba”, como si le agregaran un vaso de limón. Era una cocina donde se degustaba un rico café con leche y la mejor torta borracha que ha existido; tan buena que ninguno de las siguientes generaciones la ha podido igualar, en mi casa seguimos intentándolo. Allí también había una sopa de gallina exquisita y otra de fideos, con muchos trozos de un rico queso blanco, que mi Tiabe compraba en el comisariato de Lagunillas. El jamón planchado (creo que Oscar Mayer se copió la receta), los dulces de hicacos y de lechosa (papaya).  Las historias de Tiabe metiendo a Raquel en la lavadora; de Tío Jorge estudiando para sacar 20 en todas las materias cuando estudiaba derecho; las muchas de José Tomas, mi padre, quien salía a comprar el pan y tenía mi abuelo Ángel Eduardo que mandarlo a buscar, todos los días; ese travieso joven se quedaba conversando con quien fuera, cosa que todavía hace a sus 81 años. Las vainas de Rafael, sus pinturas miniatura y su amor puro y eterno por Libertad Lamarque, cuyas canciones cantaba a diario. Magdalena y Castor, no menos jodedores, luego de crecidos, se mudaron a Caracas, pero siguieron siendo maracuchos, de Santa Lucía.

Ir a la feria de Santa Lucia daba para todo. Excelentes cepillaos (raspados de hielo saborizado), las cervezas frías de “Pá Que Luis”, una famosa tienda que también dio origen a una conocidísima gaita, la Plaza de La Muñeca, el Teatro Metro, uno de los muy pocos cines que existían en Maracaibo, en fin, muchos son los recuerdos, nostalgias y sabores que vienen a mi mente y que harían muy larga y tediosa la lista, pero que, en estos días decembrinos, siempre me llegan, nos llegan a todos. Además, que es esa festiva cadena geográfica, que mencioné al inicio del escrito, secuencialmente determinada por el calendario. 

Empieza el 18 de noviembre cuando celebramos a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, conocida como la China o la Chinita. Luego el 04 de diciembre es la celebración de Santa Bárbara, otra mujer cuya vida, martirio y muerte son muy similares a los de Santa Lucia, su templo está en el medio del camino y finalmente, el 13 de diciembre, el día de Santa Lucia, en el Empedrao.
      
La navidad en Maracaibo comienza en la semana de la feria de la Chinita, unos días antes del 18 de noviembre, sigue en el Empedrao con las fiestas de Santa Lucia y conforma una ruta llena tanto de alegría como de religiosidad, de preparación para el cumpleaños del Redentor, con mucha esperanza. Son días especiales, que cada Maracucho, Maracaibero o Marabino (somos tan jodidos, que tenemos tres gentilicios), siente de manera especial, donde quiera que esté. Si no pregúntenle a Tiabe y a mi mamá.

En esta navidad, le pido a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, a nuestra China, que nos regale su bondad, que interceda por Venezuela y por Colombia, para sacar al régimen narco-terrorista que ha destruido al primero y para que evite, a toda costa, la llegada de una desgracia similar al segundo. A Santa Bárbara que nos regale su fe, su entrega, esa fortaleza tan poderosa, como el portentoso rayo que acabó con su verdugo, justo después de ejecutarla. Y a Santa Lucia, su inteligencia, sus tantas virtudes de hija entregada y la claridad de sus preciosos ojos, de la penetrante y sanadora visión que tiene su corazón, para que todos nosotros podamos visualizar un bello amanecer, la dulce llegada del Niño Jesús en la noche buena y que los días que estén por venir, sean claros, soleados y alegres. Que cuando haya lluvia, el agua que recibamos sea para hacernos crecer en bondad y no temamos a las tormentas, ya que son ajustes propios que la naturaleza hace en nuestro cielo.

Este escrito es un regalo para Betilde Lucia (mi Tiabe) y para Esther Lucia, mi prima, quienes orgullosamente llevan el nombre de esta santa.



Eduardo J. León Hernández

Barranquilla
Diciembre 15 de 2019

PD: Las notas hagiográficas, religiosas y demás referencias históricas, fueron tomadas de los portales de aciprensa, wikipedia, así como varias consultas a otras fuentes especializadas.   

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