Las relaciones humanas están conectadas por la amistad, la lealtad, la fidelidad y no podía faltar el jalabolismo, deporte practicado por muchos, a veces actuando en automático, sin tener conciencia de que lo hacen o haciéndose los pendejos.
De la amistad sabemos mucho o creemos saber. Una de las definiciones más sencillas puede ser la del Oxford Languages: “Relación de afecto, simpatía y confianza que se establece entre personas que no son familia”. En esta definición destaca lo último, que no hay lazos de familiaridad (ese es otro nicho de estudio), son esos amigos, también definidos como los hermanos que escogimos y con los que no nos une la sangre y su componente especial es la confianza, la posibilidad de contar con esa persona, en las buenas o en las malas. Un día escuché a Dante Gebel, un pastor evangelista (si, a ellos también los escucho, siendo yo un católico practicante) decir a manera de chiste o de metáfora que, “un amigo es aquel que se aparece en tu casa con un pala, cuando lo llamaste pidiendo ayuda porqué, lamentablemente, tuviste que matar a un malandro que intentó hacerle daño a tu familia en tu propia casa”.
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Santiago Frago, un reconocido sexólogo español, dice que “la diferencia entre la lealtad y la fidelidad es que la primera está relacionada con el vínculo afectivo de la relación; mientras que la segunda se centra en la exclusividad de la misma”. Para mí, la mejor definición de fidelidad y su comparación con la lealtad, la protagonizó Diego Rivera con su esposa Frida Kahlo y que podemos leer en un artículo del Independiente de mayo de 2018. “Cuando Frida Kahlo se casó con Diego Rivera éste le prometió serle leal.
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Algunos pudieron quedarse con las últimas palabra de dos párrafos atrás en su mente, donde menciono el matrimonio. Es allí precisamente donde más se nota, donde más se ve y se presenta o no la infidelidad, pero no es donde más ocurre.
Dijimos que la fidelidad se da entre dos, que no es grupal, pero la fidelidad también es unipersonal. Ser fiel es comprometerse y cumplir esa promesa, por convicción, porqué sí, simplemente porque es lo que quiero ser y hacer, porque me da la gana. Es no mentir, no engañar, no dejar algo para después, por el simple hecho de que yo voy primero. Fidelidad es sacrificio, es entrega, es amor. Y es precisamente a la persona más importante de nuestra vida a quien cada día somos más infieles, a
quien más le fallamos: a nosotros mismos.
Cada vez que no te cuidas sabiendo lo importante que es para ti, cuando no cumples esa promesa que te hiciste de no comer demás o lo que no te conviene, ese propósito de hacer ejercicio que no cumples, ese interés que tienes en ser una buena persona, pero que tus bajos instintos e intereses te superan. Cuando te mientes a ti mismo, estás siendo infiel con la persona más valiosa de tu vida: TÚ.
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Ahora es el turno de los Jalabolas, también conocidos como chupamedias, sicofante, tesauro, lambiscones, lámeselas, adulador, alabancero, genuflexo, lisonjero, alzafuelles, arrastrado, ayayero, baboso, barbero, cachanchán, cepillero, cornetero, cobista, gato, guata de callo, labioso, lagotero, lambeculo, marrullero, lametón, lavacaras, ñangotado, ortiba, patero, quitamotas, sacasebo, sacón, servilón, sigüí, yoyo, obsecuente, rastrero, servil y unos 25 sinónimos más, que no escribí para acortar la lista. Jalabolas creo que es una de las palabras con la mayor cantidad de palabras equivalentes en la lengua española y utilizadas en toda Hispanoamérica, algunas propias de una sola región o país, pero todas describen lo mismo: Persona que adula a otra por servilismo o interés.
El Jalabolismo es una de las actividades o “profesiones” que mayor rango de democratización tiene, es usado en cualquier nivel de la sociedad, organización, equipo o cualquier tipo de agrupación humana, donde sea “necesario resaltar o generar un beneficio personal o familiar o hacernos notar para ser tomado en cuenta”. Muchas son las características del jalabolas, unos días puede ser bipolar, otros parecer sufrido, como buscando protección y para ello es capaz de llorar, mostrar cara de dolor, dar lastima y hasta vender su alma, a crédito por supuesto, porque en cuanto cobra puede cambiar de objetivo y jalar en otra dirección. Tristemente conozco personas inteligentes, capaces, con estudios y muy buenas ideas, que no le tienen miedo al trabajo, pero que no pueden brillar con luz propia, por siempre tratar de estar bajo la cobija y protección de alguien más, de un nivel superior, comportándose de manera servil. Existen los jalabolas multidireccionales, capaces de prestarse a diferentes causas, de manera soterrada para unos y abierta para otros.
Hay una gran diferencia entre un jalabola y alguien que siente Admiración por otra persona. En muchas ocasiones estamos rodeados de gente más experimentada, con sólidos y amplios conocimientos, con un amplio recorrido y que han triunfado en la vida. Personas que con su sola actitud y no importando su edad, son capaces de inspirarnos, abriendo o cambiando nuestra visión, nuestro horizonte y por eso nos despiertan admiración. De ellas el admirador aprende, tiene una buena referencia, un ejemplo digno de seguir, algo que puede iluminar su camino al éxito y a la paz. Ahora, exceder esos límites, nos convertiría en un fanático o en un buen jalabolas. No confundas admirar y respetar con activar tu modo fan-jalabolas, que, como bien dice Shakira, en algún momento te puede dejar: “bruto, ciego y sordomudo, torpe, traste y testarudo”.
Si te identificaste con las tres primeras definiciones, me siento servido. Pero si estás en la última o si no eres consciente de que estás allí y algo en tu cabeza te resuena, si al verte en el espejo te acuerdas de estas palabras, revísate y trata de cambiar; con seguridad en algún momento, más temprano que tarde, la vida te va a facturar ese comportamiento.
San Pablo a los Romanos (7,18-25) dice: “Sé muy bien que no es bueno eso que habita en mí, es decir, en mis bajos instintos; porque el querer lo bueno lo tengo a mano, pero el hacerlo, no”. “En mi interior me complazco en la ley de Dios, pero percibo en mi cuerpo un principio diferente que guerrea contra la ley que aprueba mi razón, y me hace prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo. ¡Desgraciado de mí! ¿Quién me librará de este ser mío, presa de la muerte? Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, y le doy gracias”.
Eduardo J. León Hernández
Noviembre 06, 2023