He leído como muchos venezolanos y gente en el
exterior, hacen la continua petición de darle la medida humanitaria de liberación
al Comisario Simonovis y también vemos como el gobierno mantiene su posición de
indolencia, injusticia y maldad.
Recientemente también leí, que la innombrable ministra
que maneja el tema carcelario, anunciaba que habían soltado varios cientos de
presos en todo el país, utilizando un mecanismo de aceleración de las causas de
esas personas. Algunas serían inocentes, otras ya habrían pagado sus culpas,
pero estoy seguro, que muchos de los que salieron, siguen siendo delincuentes. Para muestra el ejemplo del funcionario policial, muy estimado en el estado
Lara, que fue asesinado por uno de estos recién salidos. No sé si estás medidas
son justas, debo reconocer que no conozco los casos, pero conociendo nuestro
sistema judicial, con mucha seguridad, no salieron los que merecían esas
medidas.
En el caso Simonovis, es peor el asunto. El, conjuntamente
con los otros dos Comisarios y los Policías Metropolitanos, fueron acusados y
sentenciados por un crimen que no cometieron, lo cual está comprobado, eso no
se discute, quienes seguimos el juicio lo sabemos. Para ello, utilizaron las peores argucias y actos delictivos
propios de un sistema judicial corrompido como el nuestro, logrando de esa manera
meterlos presos con la pena más alta que contempla nuestra legislación y con la
urgencia mas sinvergüenza que se ha visto en este país, al lograr que su
sentencia fuese confirmada, en el tribunal superior correspondiente y en el tribunal
supremo de justicia, en un tiempo record. Debo confesar que lloré, sin
conocerlos personalmente a ninguno de ellos, cuando vi esa miseria de sentencia,
esa injusticia que se había cometido.
Pero allá arriba hay un Dios que mira hacia abajo. Jesús
nos dejó en uno de sus evangelios la orden expresa de que tenemos que amar a
nuestros enemigos, y es bien complicado, porque amar a quienes nos son cercanos
es muy fácil. Señor Jesús, no me la pongas tan difícil, dame un “taima”, es prácticamente
imposible para mi poder pensar en tenerles respeto y
mucho menos amar, a quienes tratan de esa manera a sus semejantes, como lo han
hecho estos miserables con los Comisarios, con los Policías y con muchísima otra
gente, que nos llevaría hojas de escritura mencionarlos y probablemente dejaríamos
otros tantos por fuera, ya que no se conocen sus casos. Y no solamente me
refiero a los que han sido juzgados y condenados de manera injusta e ilegal, también me refiero a todos
aquellos que son perseguidos a diario, que han sido arruinados u obligados a
emigrar por la discriminación, que ha aplicado esta barbarie de 15 años y que sin
motivo ni razón, hemos padecido en Venezuela.
Señor Jesús apiádate de nosotros los Venezolanos, para
ti nada es imposible. Cambia nuestros corazones y haznos entender, a todos, que
somos hermanos, permite que este país sea como antes o mejor, mucho mejor que antes. Que la política
no nos divida, que seamos libres de decir y de actuar, ayúdanos a corregir nuestros
errores del pasado y guíanos por el sendero de la paz. Nuestra Señora del
Sagrado Corazón, acompáñanos en esta petición.
En esta navidad te pido un solo deseo, haz que
Simonovis vuelva a su casa. No permitas que muera en las manos de esos verdugos,
que por pura maldad lo mantienen preso, y por favor toca sus corazones para que
cambien su actitud y no sigan destruyendo a este pueblo.
Eduardo
J. León Hernández
Diciembre 22, 2.013