lunes, 24 de diciembre de 2018

JESÚS TAMBIÉN EMIGRÓ.



Tomada del Facebook de mi amigo 

Absalón Alvarado MSC
La Virgen María no solo viajó estando embarazada de Jesús a visitar y ayudar a su prima Isabel, también le tocó emigrar junto a San José, ya con el niño en brazos, para evitar la muerte, la segura muerte que necesitaba Herodes para poder seguir creyéndose el Rey. Son muchas las discusiones que podemos encontrar en diferentes textos y autores sobre el tiempo de vida de Herodes o de cuantos años transcurrieron para que Jesús volviera del exilio, lo cual, según las santas escrituras, estuvo marcado por la muerte de Herodes.

El tiempo que vivió Jesús en Egipto y cuáles fueron las condiciones de vida que llevó junto a sus padres, no tiene fechas exactas, se menciona que va desde 4 meses hasta 8 años, esto según los análisis de diversos historiadores y expertos en esta materia, por medio de la evaluación de escritos de esas fechas, donde se llevaban registros de los eclipses y otros eventos, así como de los cambios sociales y políticos ocurridos en diferentes sitios durante esa época. Pero el hecho cierto es que Jesús, María y José fueron emigrantes, se vieron en la necesidad de huir ante la posibilidad de perder la vida y guiados por el Ángel de Dios, tuvieron que abandonar su tierra.

Hay historiadores que señalan que Jesús, a pesar de su corta edad en ese exilio, hizo algunas señales de quien era, algunos eventos ocurrieron ante su sola presencia, era inevitable que se sintiera la presencia de Dios, pero seguro también, junto a su familia, pasó por ciertas calamidades. Los próximos cinco párrafos fueron tomados por quien les escribe, de un artículo publicado en ACI Prensa ya hace un tiempo. En el primero de ellos, se menciona al buen ladrón, el que fuera crucificado a la derecha de Jesús y explica un vínculo previo con Jesús, que debo reconocer nunca antes había leído.

“Pedro de Natabilus relata que la Sagrada Familia fue asaltada por un bandido (camino a Egipto), pero a la vista de los rasgos celestes del Niño y de la Santísima Virgen, su crueldad se cambió en ternura, su ferocidad en compasión, y que, en lugar de despojarlos, los condujo a su gruta, donde les dio los subsidios necesarios para proseguir su ruta. Ahí María lavó los pañales de su Hijo, y la mujer del bandido se sirvió del agua, así santificada, para hacer lociones a su propio hijo enfermo de lepra, quien se vio curado de inmediato. Llegado a la edad adulta, vivió como su padre del robo, hasta que prendido por los romanos, fue crucificado al costado derecho de Cristo, bajo el nombre de Dimas, o buen ladrón”.

“Otro hecho maravilloso es relatado como producido en el momento en que la Sagrada Familia llegaba a Heliópolis. A la entrada de la ciudad había un gran árbol, llamado Perseo, que por instigación del demonio estaba reservado como morada a una divinidad. Ahora bien, cuando la Santísima Virgen, con su Hijo en los brazos se aproximó al árbol, de donde huyó el demonio, inclinó sus ramas hasta la tierra en signo de homenaje a su Creador. Pero un acontecimiento de un alcance más general señaló la entrada del verdadero Dios hecho hombre en la tierra de los Faraones. Isaías había predicho que el Señor iría a Egipto y que los ídolos serían arrancados delante de él”.

“Numerosos autores, tanto los sagrados como los historiadores profanos, afirman que ese prodigio tuvo lugar con la llegada de la Sagrada Familia, como signo de la ruina de la idolatría, que debía conducir la predicación del Evangelio. San Atanasio dice a este propósito ¿Quién entre los justos o los reyes ha derribado los ídolos de Egipto? Abrahán vino, pero la idolatría subsistió. Moisés nació, sin embargo, los Egipcios perseveraron en sus supersticiones. Fue necesario que Dios descendiese corporalmente para destruir en Egipto el culto a los ídolos.”

“Se cuenta a este propósito que la Virgen, el Niño Jesús y san José, atravesando la ciudad de Hermópolis, penetraron en su famoso templo, que desde Abulema, contenía tantos ídolos que en ciertos días del año se derrumbaban cuando uno se acercaba a ellos. La presencia del verbo hecho carne bastó para arrojar los demonios a tierra y ponerlos en fuga. Paladio hace, igualmente, mención de este templo, quien lo visitó personalmente con sus compañeros, por causa de este hecho maravilloso, cuyo recuerdo había guardado una tradición constante.”

“La permanencia de la Sagrada Familia en Egipto, relata el Evangelista, duró hasta la muerte de Herodes, pero no dice en que ciudad vivió ni a qué ocupaciones se dedicó, ni cuánto tiempo permaneció en el exilio. Algunos autores piensan que José fijó su morada en una aldea que se encuentra a cuatro leguas de Heliópolis y a tres leguas del Cairo. El hombre de Dios, considerando que Cristo no había querido nacer en la gran ciudad de Jerusalén, sino en la modesta villa de Belén, pensó sin duda, que el Rey de los humildes preferiría fijar su domicilio en un centro de población de importancia secundaria, más que en el Cairo tumultuoso o en la opulenta Heliópolis, la “ciudad del sol”. El verdadero sol de justicia no había venido a este mundo para buscar sus esplendores. Según la opinión más probable, el Niño Jesús vivió siete años en Egipto, nutriéndose pobremente de lo que ganaba José por sus trabajos de carpintero, ayudado por la Santísima Virgen. Lo que más le hizo sufrir no fueron ni las privaciones ni las incomodidades del exilio. Fue ver a Dios diariamente ofendido por ese pueblo bárbaro, entregado totalmente a la idolatría. La Santísima Virgen y san José rezaban al Niño Jesús por esos desventurados, y Él, como hombre, presentaba sus oraciones a su Padre.”

Hoy 24 de Diciembre, no nace Jesús, hoy no viene al mundo el Niño Dios. Él está aquí desde hace más de dos siglos, cuando vino a ayudarnos, a instruirnos, a enseñarnos todo lo bueno que tiene la vida, a ser bondadosos, a tener amor en el corazón. Lo que hacemos cada año es recordarlo, simulando su nacimiento, pero nos olvidamos de que donde realmente debe renacer es en nuestro propio corazón.

Jesús, desde muy pequeño, siendo solo un bebe, tuvo que vivir como un emigrante, fuera de la tierra que lo vio nacer y donde sus padres querían que creciera, junto a sus afectos y amistades, pero la vida a veces (o muchas veces) tiene caminos distintos. He visto en los últimos días paisanos míos sentados frente a un supermercado, en una esquina o debajo de un semáforo, vendiendo golosinas o cualquier cosa que les permita subsistir. Les confieso que es duro, no puedo ayudarlos a todos, tampoco cuento con la manera de darle un trabajo a cada uno de ellos, pero al menos los saludo, les sonrío, hago una oración por ellos y pido a Dios para que puedan salir adelante, para que este exilio sirva para algo, que su estadía obligada los haga crecer, apreciar lo bueno y abrigar siempre en el alma lo más preciado para el hombre, su libertad. También oro para que en algún momento, más pronto que tarde, las condiciones de mi país cambien y puedan volver a sus pueblos o ciudades, con su gente, su familia y sus afectos. Esto mismo se repite en muchas partes del mundo, la miseria humana, los enfermos de poder, el fanatismo religioso y la ambición de algunos queriendo dominar tierras que no les pertenecen y robando lo que tampoco es suyo, son los causantes de estos efectos migratorios. El hambre, la inseguridad, la falta de salud, la posibilidad de perder la vida, por orden directa o indirecta de algún Herodes o por la maldad y la negligencia en su comportamiento político, en su despreciable manera de manejar (digamos más bien robar) los recursos y de conducir el destino de sus países, dan como resultado estos desplazamientos migratorios indeseados y tan dolorosos.

Tal vez algunos no han vivido esto, otros son muy jóvenes para entenderlo y unos pocos (tal vez) son insensibles ante estas realidades. Por suerte vengo de una familia y de un país donde aprendimos a vivir con los inmigrantes, donde los acogimos y los hicimos nuestros, eso me permite entender y hasta vivir, lo que es ser un migrante, bajo circunstancias y condiciones un poco menos dolorosas y deplorables, como las que viven esos que están en las esquinas o en los semáforos de Barranquilla, Santiago de Chile, Lima, Quito o en cualquier otra parte del mundo donde han tenido el valor y el arrojo de ir a parar.

Jesús y sus padres volvieron a su tierra cuando Herodes murió. No se sabe cuánto tiempo vivieron ese exilio, tampoco se conoce con certeza que tiempo después de la muerte del tirano regresaron a su país. Yo espero que este exilio, que esta estadía obligada que incomoda a propios y extraños termine pronto. No sé si sea por la necesaria muerte de los actuales tiranos o por la huida de ellos a otro tipo exilio, pero pido Dios que algo ocurra, pronto.

Que el Niño Jesús, en este su nuevo cumpleaños, llegue a cada uno de nuestros corazones, de creyentes y no creyentes, ya que sin duda todos somos hijos de Dios y necesitamos de Él.

Feliz Navidad


Eduardo J. León Hernández
Diciembre 24, 2.018              

sábado, 1 de diciembre de 2018

SOLO LA VERDAD NOS HARÁ LIBRES



Este título sin duda lo hemos escuchado muchas veces. Esta dicho de diferentes maneras en libros nuevos o muy antiguos y por supuesto en la Biblia, lo podemos encontrar en el evangelio de San Juan, específicamente en el versículo 32, donde se menciona esta importante verdad, que desde el punto de vista religioso y de cualquier otra manera que se analice, es una expresión única, cierta e irrebatible. 

Siempre he escuchado que las mentiras blancas no hacen daño, e inclusive se habla de mentiras necesarias. Mentir es engañar, faltar a la verdad, es un acto indebido, como lo es el hecho de robar. Cuando mentimos, engañamos, le robamos la verdad a alguien (muchas veces a nosotros mismos) y esa falta de verdad ha sido la base de la dañina y permanente erosión que padece nuestra sociedad; la mentira y el robo son hermanos, gemelos univitelinos, que en esencia derivan en la corrupción generalizada.

Recién veía una interesante charla Ted dictada por Pamela Meyer, titulada How to spot a liar (Como descubrir a un mentiroso). Pamela es una autora estadounidense, especialista en detección de fraudes y una destacada empresaria. Ha sido descrita por el Reader's Digest como "el mejor experto en mentiras de la nación". En 2010 publicó el libro Liespotting: Técnicas probadas para detectar el engaño. La charla antes mencionada, ha superado los 16 millones de visitas y es una de las 20 charlas Ted más populares de todos los tiempos; o sea que no es una arrimada en este asunto de descubrir la mentira. Dentro de los datos señalados por ella en esa intervención, menciona estudios que revelan que el ser humano miente, entre 10 a 200 veces por día. Por supuesto aclara que ese abanico está compuesto por mentiras de diferentes grados, siendo unas más “mentirosas” que otras, pero mentiras al fin.

Lo verdaderamente grave de mentir, es que ese es el ejemplo que damos a nuestros hijos, nietos y a quienes nos rodean. Si cada día mentimos con tanta frecuencia, en muchas de esas ocasiones los niños están presentes y ese será el ejemplo que ellos seguramente van a copiar. Pero mucho peor aún, con más frecuencia de lo que piensan, inducimos y hasta solicitamos a nuestros pequeños a que mientan, como cuando le pedimos que nieguen nuestra presencia al ser requeridos por alguien, eso es algo muy común y no lo notamos.


Yo no me conformo con las estadísticas que leo o escucho de otros, muchas veces no sabemos, ni tenemos forma de comprobar si son producto de estudios serios. En este caso en especial, la estadística anteriormente mencionada la escuché de alguien especialista en la mentira y yo, como buen mentiroso, obviamente dude de ella, pero no me quedé allí y traté de probar ese estudio, para lo cual empecé a revisarme durante varios días. Pude observar que hubo momentos en los cuales me pidieron comprar o hacer algo y como lo olvidé, al ser cuestionado por el asunto, de inmediato lo arreglé con una mentira, les expongo algunos ejemplos para que entiendan a donde quiero llegar. 

Una tarde me pidieron que comprará pan dulce en la panadería El Pan (en esa tienda en especifico, ya que es la mejor), pero como me pase de largo y lo recordé ya casi llegando a la casa, me dio flojera devolverme y lo compré en otro establecimiento, al llegar dije que en El Pan no había pan dulce del bueno. Debía llegar a las 8.30 am a una reunión, pero como me demoré por estar revisando los mensajes en el teléfono, llegué 30 minutos después de la hora, obviamente mi escusa fue el tráfico. Llamé para pedir una cita con el odontólogo y le inventé varias historias a la secretaria del consultorio para que me consiguiera la cita antes de la fecha ofrecida por ella, solo por mi comodidad. Durante una conversación en la calle con alguien con quien compartía una fila para el cajero, pero por esa extraña razón de que mis historias tienen que ser mejores que las de los demás, inventé varías circunstancias especiales que me mostraron casi como un héroe y por supuesto que recibí respuestas muy similares. Al final del día, pude enumerar una gran cantidad de mentiras o exageraciones (no llegue a 200, pero si fueron más de 10) que al final son lo mismo, comprobando que las cifras suministradas por la Sra Meyer son creíbles. Les invito a que hagan la prueba, pero de forma honesta, no se mientan. Por cierto, los ejemplos que les acabo de señalar, son mentiras, no fue lo que real y exactamente lo que hice, pero me sirven para explicar el asunto.

Los ejemplos anteriores pudiéramos decir que son “mentiras blancas”, porque supuestamente no hacen daño a nadie; pero si al menos la mitad de ellas las escuchan nuestros niños, ¿no les estamos dando una iniciación en la larga carrera del mentir?

Entre mentir y robar hay una gran similitud, ambos, “normalmente” van juntos, son actos deshonestos que cohabitan. Esto no es una clase de moral, porque sencillamente es imposible negar que la gran mayoría de nosotros, en algún momento de nuestra vida, hemos tomado cosas que no nos pertenecen, unos con más frecuencia que otros. El quedarnos callados cuando nos cobran menos en el restaurant o cuando nos dan de más en el cambio en una compra, el tomar dinero de una cartera que conseguimos tirada en el piso (y de paso botamos los documentos para no responder por el dinero); eso es robar, pero también es mentirnos a nosotros mismos, ya que siempre tratamos de demostrar a los demás que somos impolutos; no me vayan a decir que eso es parte de nuestra viveza criolla, por favor.

Si aplicamos una policromía a este asunto, las mentiras inofensivas empezarían en el área blanca y las más terribles se moverían al área negra u oscura, con un amplio degradé de colores y tonalidades en el medio, pero ¿quién tiene el medidor para saber cuándo empiezan a ser dañinas? He allí un buen detalle. Cuando la mentira se convierte en algo cotidiano y necesario, hasta aprendemos (y enseñamos) a mentir de forma profesional, hay cursos para enseñar cómo posicionarse ante otros diciendo NO verdades, medias verdades u ocultando la verdad; de allí a corromperse, solo hay un paso.

Nuestro mundo está lleno de engaños porque no somos ser capaces de decir la verdad, lo que realmente pensamos, por cobardes. La infidelidad que cometemos en el matrimonio, por no conversar y aclarar las cosas que nos alejan de nuestra pareja en casa, por el miedo a ser sinceros. El creernos superiores y con derecho sobre los otros, por considerar que nuestra posición económica o social nos da el derecho a mentir, engañar o hacer creer cosas falsas, para nuestro propio beneficio, eso es igual que robarle a los demás.

Robar, engañar, mentir y finalmente decepcionar a quienes nos rodean y a nosotros mismos, más los dañinos efectos de esas negativas acciones, es algo que podemos y debemos evitar, si queremos una sociedad más justa y honesta; eso se logra sencillamente dejando de mentir y engañar, no importando el tamaño o color de la mentira. Es como detener una enfermedad con un buen medicamento y además erradicar el virus que la genera. Cuando dejemos de mentir, cuando veamos que ese comportamiento enfermizo no hace otra cosa que disminuirnos cada vez más como humanos, ese día empezaremos a ver la vida de forma diferente. Pero para eso debemos tomar conciencia del daño que produce; hasta que no hagamos eso, estaremos como el adicto que no reconoce su problema.

Dejar la mentira, es un acto de sanidad mental y corporal, es quitarse un gran peso de encima, el enorme esfuerzo que hay que hacer y la capacidad de memoria necesaria para mantener una mentira en el tiempo, es inmensamente grande, es una cosa agobiante, agotadora y lo peor, es un acto sin sentido, ya que tarde o temprano se descubre; se los digo yo, por experiencia propia.
   
Se dice que los niños y los borrachos no mienten, esa es una gran verdad (con las excepciones propias de toda regla), pero no tenemos que mantenernos borrachos para ser honestos y no mentir, es preferible buscar ser como niños, vivir con alegría, sin guardar rencores, siendo transparentes y sinceros en nuestro hablar y sobre todo en nuestro actuar.

Si queremos que nuestros países avancen, que nuestra sociedad sea más justa y feliz, si queremos ser libres de verdad, empecemos por dejar de mentir, enseñemos a los hombres y mujeres del futuro a ser honestos y eso solo se logra con nuestro ejemplo de sinceridad y una buena educación de hogar.

Por último, les recomiendo leer el libro mencionado al principio, hay una versión gratuita en PDF en internet. De verdad es muy interesante y hasta divertido, aprender a ver y a descubrir como te mienten, mientras les crece la nariz como a Pinocho.


Eduardo J. León Hernández
Diciembre 01, 2.018          
       

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