sábado, 22 de septiembre de 2018

¿QUE TIENEN LOS POBRES EN LA CABEZA?



Hace poco me llegó un vídeo de una charla TED, organización que se dedica a difundir por el mundo ideas sobre Tecnología, Entretenimiento y Diseño, todo aquello que sea digno de dar a conocer, beneficioso para nuestra sociedad. La charla en cuestión tiene el mismo nombre de este articulo y fue desarrollada por Mayra Arena, estudiante de ciencias políticas, originaria de Bahía Blanca, Argentina. Ella ha realizado trabajos sobre la pobreza y dado los buenos comentarios recibidos sobre su labor, fue invitada a intervenir en esta plataforma tan prestigiosa.

En esa presentación, que pueden ubicar fácilmente en YouTube, dura algo más de 13 minutos, esta joven se pasea por su propia realidad y a través de experiencias muy particulares, nos brinda una forma diferente de mirar la pobreza. Sus reflexiones me llevaron a escribir estas letras, tratando de complementar su trabajo, sin repetir lo que ella dice. Vale la pena verla.

Primero acordemos qué pobres, son aquellas personas quienes no cuentan con los recursos económicos para cubrir sus necesidades mínimas; es la definición más básica. Lo contrario sería ser rico. Aunque como todo, la riqueza y la pobreza, tienen su gradualidad; unos son más, otros menos. También depende de cuantas o cuales son las necesidades de cada quien, me explico: dos personas que perciben la misma cantidad de dinero, una puede ser pobre y la otra rica, de acuerdo con su nivel de satisfacción particular. Existe por otro lado, la pobreza o la riqueza espiritual, privando sobre lo material.

Como vemos puede ser muy variada la gama de conceptos o matices de donde podemos partir para definir cuando se es pobre o rico y que va a depender de cada uno de nosotros. Pero por otro lado, que origina ser pobre? Algunos dicen que se nace pobre y que cada quien tiene la oportunidad de salir de esa condición, eso lo comparto en un alto porcentaje, pero hay condicionantes.

Yo quiero partir de la premisa de que la pobreza deriva de la falta de educación. Puede parecer algo trillado, pero habría que entender también que tipo de educación y creo que es allí donde está el detalle. Hay personas muy estudiadas que no tienen educación y por el contrario, hay personas que nunca han ido al colegio, pero tienen mucha educación, con un comportamiento marcado por la decencia y el respeto, con formación de hogar, como diría mi amiga Nelly.

Una pequeña historia para redondear el asunto. Hace ya algunos años, mi esposa y yo fuimos a buscar a alguien que nos ayudara con las niñas en la casa, ambos trabajábamos y no queríamos que mi madre siguiera haciendo ese trabajo, no era justo. Fuimos a un pequeño pueblo, donde mi esposa tenía familiares lejanos y los fuimos a visitar, para ver si alguien de allí se iba a trabajar con nosotros. La casa estaba ubicada en el centro de un terreno bien arreglado, que de lejos parecía un pesebre de esos bien bonitos. Fue muy agradable ver animales y arboles, casi colocados con la mano en un dibujo, pero lo sorprendente fue cuando entramos a la vivienda. El piso era de tierra y parecía que estuviera pulido, no sé qué le ponían, no pregunté, pero no pude levantar arena, a pesar de que traté de hacerlo varias veces con mi zapato. Tenía una pequeña sala, dos habitaciones, cuyas puertas eran cortinas blancas sujetadas con un pedazo de madera de cují, la cocina estaba en la parte de afuera. Habían pocos muebles, pero los que estaban relucían de limpios y destacaba una mesita con una imagen de Jesús y la Virgen. La comida la preparaban en leña, imaginen el sabor del café que nos brindaron en unos pocillos de vidrio marrón claro (todos los tuvimos); podía verse que no permitían que el humo y las cenizas arruinaran el área. En el día descansaban en chinchorros dispuestos debajo de frondosos árboles con mucha sombra y los niños tenían todo el espacio del mundo para correr y jugar. Una cosa más, siempre te sonreían.

Me pregunto, ¿esa gente era pobre o rica? Tenían cubiertas sus necesidades básicas, era gente decente. Los niños, aunque les tocaba caminar un buen trecho, todos los días iban al colegio y tenían educación y ejemplo de hogar. No tenían lujos, tampoco televisión, al menos había una biblia y probablemente otros libros. Conozco mucha gente con dinero, cuyos hijos son expertos chocando los carros de la casa y llegando borrachos al amanecer, además de una horrible ortografía. ¿Quién es más pobre o más rico?

Pero igual ocurre a la inversa. Alguien que trabajó por muchos años en casa de mi madre, la señora Ángela, planchaba ropa, ese era su oficio el cual heredó de su mamá y no lo estoy calificando, fue lo que mejor aprendió a hacer y realmente ponerse una camisa blanca planchada por Ángela, era un lujo. Pero ella no hacía otra cosa que producir el poco dinero que mal cobraba por ese excelente servicio. En casa de mis padres, además de un buen pago, tenía trato de gente, almorzaba con nosotros, en nuestra mesa, como debe ser, comía lo mismo que nosotros. A ella había cosas que no le gustaban y mi madre le cocinaba algo diferente, para que siempre se alimentara. Mis hermanos, mi esposa, mis hijas, todos la tratábamos como de la familia, ella se sentía feliz allí, porque en su casa las cosas eran diferentes. Su esposo no era muy trabajador que se diga y al igual que el resto de la familia, vivía de lo que ella producía. La casa de Ángela era lúgubre, oscura hasta en el día, muebles sucios y medio rotos, no estoy seguro de que los integrantes de esa familia hubiesen ido al colegio, tampoco tenían educación de hogar, a pesar de tener una buena madre; eso parecía no ser una familia. Aunque siendo un gran ejemplo por su capacidad de trabajo, a Ángela la veían como la pendeja que estaba obligada a trabajar para llevar el dinero. El trato entre ellos no era educado, no había respeto ni cariño, menos calor de hogar. Destaco que ellos vivían en una ciudad grande, donde tenían la posibilidad de ir a un colegio cerca y de llegar hasta la universidad, todo gratuito por cierto. Ángela y su marido, nacieron, vivieron y murieron muy pobres. 

Familias con dinero también conozco muchas, con excelentes padres, muy buenos ejemplos de trabajo, honrados, dignos, educados. Algunos heredaron bienes y negocios y los siguen conduciendo de manera ejemplar. Otros los crearon con sus propias manos, a pesar de carecer de recursos económicos iniciales, lucharon e hicieron de sus vidas un ejemplo. Tuvieron educación formal y, sobre todo, educación de hogar. No siempre hubo oportunidades, no fue fácil, las buscaron; pero con seguridad alguien, en algún momento, les tendió la mano.

Esto lo conocemos todos, yo solo estoy poniendo ejemplos de mi vida, mi interés especifico es destacar que podemos hacer nosotros para ayudar en nuestra sociedad, como podemos participar para mitigar, reducir o acabar con la pobreza de recursos y con la pobreza de espíritu. ¿Podemos o no mejorar la educación de nuestra gente?, ¿Qué podemos hacer para cambiar el mundo? Quien crea que no es posible, que no siga leyendo, pierde su tiempo aquí.

Creo que todos debemos y podemos darnos la vuelta y extender la mano, mirar hacia abajo para ayudar a los demás a levantarse. Hay problemas estructurales y mentales a nivel de nuestras sociedades que podemos cambiar. Cito varios ejemplos. En algunos países, los pobres están decretados por el mismo estado. Sus habitantes son estratificados, dependiendo de la zona donde residen, bien sea para el fijar el precio de los servicios públicos, por las prioridades de ayuda estatal o para cobrar los impuestos. Esos estratos delimitan quien es pobre y quien es rico, de manera diametral; eso se queda en el subconsciente de la gente, con eso se crece. En otros países, los ricos viven en urbanizaciones y los pobres en  barrios. Si están en zonas altas, los primeros viven en cumbres o colinas y los segundos en cerros; son la misma vaina, pero el nombre ubica, demarca. En muchas ciudades los ricos viven al norte o al este y los pobres al oeste o al sur, siempre hay barreras, fronteras, muros decretados por la misma sociedad. En casi todas las grandes urbes, los ricos viven a favor del viento, del lado opuesto de las fábricas o de las chimeneas, para que no les afecte el humo, ya saben de qué lado van los otros. Y no he mencionado el tema del color de la piel, el racismo agrava mucho más el tema.

Lo triste, el gran problema, es que eso se va “genetizando”, se va gravando en la memoria y pasando de padres a hijos. Recuerdo que alguien muy cercano a mí, estaba enamorado de una joven que vivía en una zona mejor que donde él residía, además ella estudiaba y él no. Ese amigo nunca había tenido interés en el estudio, había heredado el oficio de su padre (así como Ángela) y en su casa no veían importante la escuela, se necesitaba que trabajara. Esta joven, esa enamorada, lo empezó a entusiasmar para que se preparara, podía seguir con su oficio, pero ella le decía que estudiara, que al menos lo tecnificara y él estaba muy interesado en hacerlo, hasta que su propia madre le dijo: “pero que estás buscando tu allá en esa urbanización, tú tienes que buscarte alguien de aquí, de tu barrio”, y tanta fue la presión, que así ocurrió. No tuvo apoyo, perdió la novia, nunca estudió. Su madre es una buena mujer, pero tiene la pobreza en la cabeza, ella también la heredó.
   
A veces la cosa es al revés, hay padres que quieren que sus hijos salgan adelante, pero "incentivandolos" a casarse con gente pudiente. Eso es muy común en muchos escritos y novelas románticas y parece hasta bonito, cuando el chofer se casa con la niña de papa, por amor. El asunto grave es cuando esto ocurre solo por el interés. Empujan a quien sea a tener ese “amor de altos recursos”, pero a cuesta de la felicidad. Hay un triste chiste bastante conocido: Una joven que sale embarazada y su padre, sumamente molesto, le pide que lleve a su casa al responsable. A los días, un hombre que se notaba tenía recursos económicos, de unos 50 años, ya algo canoso, toca la puerta y al invitarle a pasar, explica a la familia que él es el padre de la criatura, pero que por estar casado no puede hacerse cargo directamente del niño, sin embargo se compromete a mantenerlo. Les dice que va a pagar todos los gastos de vida y los estudios hasta que su hijo tenga un título universitario, le dará una casa nueva y una pensión mensual de unos miles de dólares, pero que la chica debe cuidarse muy bien, porque si la criatura no nacía, sencillamente el desaparecía, pues ya no tendría obligación. El padre de la chica frotaba mentalmente sus manos como las moscas, cuando el hombre contaba las riquezas que su hija y su nieto recibirían, pero cuando escucho lo que ocurriría si perdía al bebe, de inmediato le dijo: Tranquilo amigo, si eso pasa, aunque ruego a Dios que la criatura nazca sana, usted puede acostarse con mi hija otra vez, sin problemas. Sin comentarios.  

Para algunas (o muchas) familias pudientes, es una tragedia cuando uno de sus vástagos decide juntarse con algún “limpio”, no importando los sentimientos existentes, ni el interés o el potencial de buen ciudadano que tenga el pretendiente. Si no tiene dinero en la cuenta, posición, apellido o una posible herencia cuantificable, queda descalificado, no es digno de entrar a la familia. De pronto pierden a alguien muy valioso por esos "criterios de selección". 

Como ven son temas delicados, asuntos muy arraigados en nuestras culturas, que hay que romper. Hay que identificar si la pobreza o la riqueza es monetaria, mental o espiritual, si tiene más que ver con lo que tenemos o con lo que somos, con eso que está dentro de nosotros. Si es un asunto de juicios serios sobre una situación o son prejuicios sociales o raciales.

Un genio pensante, filósofo de calle, de quien dicen que no decía nada cuando hablaba, pero enseñaba mucho, el gran humorista Cantinflas, en una parte de su película El Profe, comenta: “Los niños tienen solo dos fuentes de aprendizaje, el hogar y la escuela, si falla una, la otra no funciona. Es sencillamente como el boxeo, si usted tiene una buena izquierda, pero no sabe rematar con la derecha, entonces está perdido, así es en la vida”.

La solución de la pobreza está en la educación, en la que se recibe en la escuela, pero también la del hogar. Como lo señala Mayra en el vídeo mencionado al principio, ¿nos hemos preguntado realmente que podemos hacer para ayudar a los pobres a que no lo sean más? En ocasiones creo que nos conformamos con los regalos y ayuda que les damos, a veces de manera muy sentida y por demás generosa, ¿pero estamos yendo al problema de base?, ¿estamos buscando la solución (si, la solución) que puede estar en nuestras manos, para ayudar al prójimo? Regalamos los peces, pero no los ayudamos para que aprendan a pescar; que trillado suena esto, pero es la verdad.

Es lo anterior una utopía?, yo creo que no. Hay países que ya han demostrado que se puede lograr, que es posible vencer a la pobreza, pero se necesita un cambio cultural, que debe empezar por nosotros. Por los que hemos estudiado y tenemos educación de hogar, los que somos capaces de dar algo más que un poco de dinero y comida de vez en cuando. Nosotros, que nos servimos de ellos y no les pagamos lo correcto, nosotros los que los empleamos, los que nos llamamos humanos civilizados, pero que nos cuesta detenernos para ayudar o volteamos muy rápido para evitar prestar al pobre nuestro baño. Los que sufrimos de Aporofobia (vayan al diccionario) e invisibilizamos al que no tiene, a ese que nos parece feo, al que por su apariencia, siempre tiene cara de delincuente; algún día entenderemos que es parte de nuestra responsabilidad hacer algo. Les aseguro que es mucho más conveniente para nuestra sociedad y hasta para la economía en general (en otro escrito veremos eso), eliminar la pobreza.  
             
¿Que tienen los pobres en la cabeza?  
¿Pero cuales pobres, ellos o nosotros?


Eduardo J. León Hernández
Septiembre 21, 2018    

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