lunes, 3 de abril de 2017

DIOS NUNCA LLEGA TARDE

Todos, en algún momento, unos con más frecuencia que otros, pedimos a Dios que nos resuelva algún problema o nos haga un milagrito, pero si se tarda o no aparece cuando nosotros queremos, empezamos a renegar o decimos que Dios nos ha olvidado. Con qué frecuencia nosotros lo buscamos a Él, solo cuando lo necesitamos? Realmente le creemos y confiamos en su misericordia? No sé, cada quien que se responda.
                    
Es histórico el abandono que el hombre hace de su espiritualidad y por supuesto de su fe, podemos verlo en la literatura, en la propia biblia, el comportamiento del hombre casi siempre ha sido de duda y desesperanza ante Dios. Veamos lo que ocurre en el pasaje donde el apóstol Juan habla sobre la resurrección de Lázaro, amigo de Jesús, al igual que sus hermanas Marta y María, este evento nos da un ejemplo de confianza en Dios, pero también de incredulidad, de desconfianza.
                              
A Jesús le comentan que su amigo Lázaro estaba muy enfermo, a punto de morir y Él les dice que no se preocupen, que Lázaro no morirá y muy por el contrario, lo que va a ocurrir será para confirmar el plan de Dios. Jesús se tarda dos días mas y finalmente decide volver hacia Betania, situada en el área donde ya habían querido acabar con Él, su discípulo Tomas, dice: acompañémoslo, para morir con él. De quien habla Tomas? Morir con Jesús o con Lázaro? No lo dice la escritura, pero para él, alguien moriría.

Al llegar cerca del pueblo de Lázaro, Marta lo alcanza antes y le dice: Señor si hubieses estado aquí, mi hermano no hubiera muerto, lo mismo le dice María quien vino un poco después a recibir a Jesús. Juntos se van a la tumba donde reposa el cuerpo y los acompañan los que les estaban dando el pésame. Lo demás es conocido, Jesús le pide a Lázaro que salga de la tumba y este, atado de pies y manos, con un sudario en la cara, camina y abandona la cueva, resucita por obra de Dios. Llegó tarde Dios?, pues no, Él llegó a tiempo, a su tiempo y cumplió con su amigo y con su familia.

Se me antoja decir que algo así nos pasa con frecuencia, como las cosas no ocurren como nosotros queremos y en el tiempo que nos gustaría, algunos perdemos la esperanza, otros renegamos de Dios y el resto buscamos otras vías. Un grupo, con cierta resignación y confortados, decimos como Marta, no llegaste a tiempo, pero mi hermano va a estar bien; otros como dijo Tomas, vamos a morirnos con él, ósea no esperamos nada bueno; algunos vamos como curiosos, a ver qué pasa; y por último, dice la palabra que muchos creyeron, no dice que "todos" creyeron, porque así éramos y seguimos siendo. Vemos los milagros, sabemos que pueden ocurrir, que ya antes los hemos recibido, pero aun así, no creemos, mucho menos confiamos.

Mi pueblo está igual, a un paso de lograr ser resucitado, pero está muy desesperanzado. Laureano Márquez, el gran humorista y politólogo venezolano, dice que una vez el diablo vendió todas sus herramientas, menos la desesperanza, esa capacidad mal sana que el demonio utiliza para dejarnos vacíos y llevarnos a no creer en nada, a perder la confianza y la esperanza en Dios, en nuestros semejantes y en nosotros  mismos. Esa vieja herramienta, muy desgastada por su uso, pero fabricada con un endemoniado material, que al unirse con nuestra falta de fe, se potencia, se reactiva y corta más que un bisturí de diamantes. Esa desesperanza es la que está matando a mi pueblo.

Esa actitud derrotista, indiferente, mediocre e indolente es la que no permite, que el más rico y bello país de la tierra, donde Dios se lució y entrego todo lo mejor que tenía, hoy esté sumido en la más terrible miseria y nosotros, su pueblo, esperando que Dios o cualquier país, organización, persona y algunos, creo que hasta aspiran, que vengan seres extraterrestres a salvarnos, porque no tenemos fe en Dios, no confiamos ni siquiera en nosotros mismos.

Lázaro murió, sus hermanas que creían y confiaban en Dios, le imploraron a Jesús y en el momento que correspondía ocurrió el milagro, pero aun así, algunos no creyeron.

Hermanos, paisanos, coterráneos, amigos míos, por favor, despertemos y ayudemos un poco a Dios. Permitamos que Él vea que tenemos confianza, que sentimos que Jesús también es nuestro amigo, dejemos la desesperanza, que a veces también se confunde con la pereza, quitémonos las ataduras de pies y manos, removamos el trapo que cubre como nuestro rostro y no nos permite ver, que nos asfixia, que nos enmudece y al igual que Lázaro, salgamos de esa tumba, que ya tiene un desastroso olor a muerte.

Dios nunca llega tarde, los impuntuales somos nosotros.

                                           

Eduardo J. León Hernández 
Barranquilla
Abril 03, 2017 


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