viernes, 14 de abril de 2017

Y JUDAS, CUANTO SUFRIÓ?

La noche en la que Jesús fue apresado, se llevó varias decepciones de sus discípulos. Leyendo el evangelio de San Lucas, en su capítulo 22, podemos ver como Él les anuncia a los apóstoles que esa sería su última cena con ellos, que moriría muy pronto. Los apóstoles en lugar de preocuparse por ÉL, empiezan a pelear por quien ocupará su puesto al morir, parece que seguían en la campaña política (se acuerdan de la mujer de Zebedeo), no había muerto y ya estaban buscando sustituto. Jesús los reprende por esa mezquina y triste actitud, ellos aún no habían entendido. Luego de cenar y haber dicho que iba a ser traicionado, se va a orar y llora amargamente, llora lágrimas de sangre pidiéndole al Padre que lo libre de ese sufrimiento que padecerá, pero que acepta, si es esa su voluntad. A los discípulos que esa noche lo acompañaron, Él les dice que oren para no caer en tentación, para no pecar, pero se quedan dormidos en la vigilia, no fueron capaces de cuidarlo. Después que es entregado por Judas, con ese beso que se convirtió en la clásica marca de la traición y es llevado a juicio, en ese ínterin, Pedro lo niega tres veces.

En resumen: 1.- Se pelean por su puesto. 2.- Se quedan dormidos en lugar de protegerlo (Pedro entre ellos). 3.- Judas lo entrega con un beso para que lo maten. 4.- Después, como decimos en criollo, “le sacan el cuerpo”, lo abandonan. Pedro niega conocerlo, mucho menos reconoce que es su amigo (otra vez Pedro), nada más que tres veces. 5.- Ninguno de sus apóstoles se sabe que estuvo ni cerca en los momentos cruciales. Marcos en 14,50 dice que todos los que estaban con Jesús huyeron y lo abandonaron. Solo Pedro andaba siguiéndolo de lejitos; creo que mejor no lo hubiese hecho. Juanito aparece en la escena, pero al otro día. De verdad que ese no fue un día nada esplendido para Jesús, no fue precisamente un viaje de montaña y esquí, con picnic incluido, con sus mejores amigos. Nuestro Señor se debió sentir traicionado por todos, no solo por Judas. 

Pero a Judas le tocó. Desde el antiguo testamento ya se dice que el Mesías, el Hijo de Dios sería asesinado. Apenas unos días después de nacido, ya a su Madre le dirían que una lanza le atravesaría el alma. El propio Jesús lo anunció, varias veces, pero no fue sino al final que se devela un nombre, Judas, el traidor, a quien satanás poseyó.

Durante la captura de Jesús se da un hecho para mi interesante, Judas lo identifica con un beso, como si hiciera falta identificarlo. El propio Cristo le dice a sus captores: “Por qué no me detuvieron cuando día tras día estaba entre ustedes en el Templo?. Es cierto que en esa época todos vestían de forma similar, pero reconocer a Jesús, no debió haber sido difícil, aun en la oscuridad. En alguna parte se deja ver que la idea era atraparlo sin que estuviese presente el pueblo, para evitar revueltas, pero igual, era tan difícil reconocerlo? Obligatoriamente tenía que ser señalado por otro? Creo que era necesario echarle la culpa a alguien. Eso pasa por mi mente ahora escribiendo, pero realmente yo no lo sé. Solo Dios puede, fue su decisión. 

Lo que es un hecho revelado en Mateo (Marcos, Lucas y Juan no lo describen), es que Judas recibió treinta monedas por señalar a su amigo, a aquel con quien comió muchas veces. Le pagaron a un soplón para que señalara al objetivo; pero luego, no pudo con la carga, fueron enormes los remordimientos, devolvió la plata y se suicidó. 

Por la mente de Judas, solo Dios podría decirnos que pasó en esos momentos, o que habría pasado antes. Es muy poco nombrado en los evangelios y cuando se hace ya es señalado como “el que lo traicionó”, su mención culmen es justo en la entrega de Jesús, parece que solo entró en este club para eso; era el designado. El demonio lo atrapo para este trabajo. Pero miren lo que dice Juan en 14, 26-27: Jesús le respondió «Es aquel al que daré el bocado que voy a mojar en el plato». Y mojando un bocado, se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. En cuanto recibió el bocado, satanás entró en él. Jesús le dijo entonces: «Realiza pronto lo que tienes que hacer». Esto se lo dice el propio Jesús a Juanito, ósea que nadie se lo contó de lejos, lo escucho de su Señor.

Judas fue escogido directamente por Jesús, no llegó allí por azar, como por cierto si llegó su sustituto Matías, según se revela en Hechos 1,26. Para no enredar la comprensión de este último hecho, la historia es que hubo dos candidatos para sustituir a Judas, luego de su muerte. Uno llamado José (también Barsaba) y Matías, ambos fueron presentados por los once apóstoles en oración al Señor y pidieron que les iluminara porque consideraban que ambos eran muy buenos candidatos para cubrir la vacante, finalmente lo tuvieron que echar a la suerte, ambos eran dignos del puesto y quedó Matías. Ambos también estuvieron en el círculo de Jesús, eran parte de los setenta y dos.

Judas, como se dice por estos predios, la embarró, lo echo a perder, traicionó nada más y nada menos que al Hijo de Dios y pasó a la parte más oscura de la historia como el máximo traidor, la peor referencia de algún cercano al Señor. Cuando hablamos de traición, su nombre viene automáticamente a nuestra mente.

Pero, siempre hay un pero. Cuántas veces hemos nosotros traicionado a Jesús, pocas veces nos hacemos esa pregunta; creemos que nosotros no somos malos como Judas. A este último creo que simplemente le tocó, no tenía escapatoria. Él estaba marcado para hacer ese “trabajo sucio”, creo que era parte del plan, para que tuviéramos nosotros como referencia de cómo se mata al Maestro, al Profeta, al Salvador, pero también de cómo se mata al hermano. 

Cada vez que nos comportamos como Pedro, negando nuestra amistad a quien nos necesita; cada vez que “peleamos” para destacarnos y tomar la posición de alguien que cae en desgracia (o a quien hasta empujamos a ella); cada vez que nos quedamos dormidos o hechos los pendejos, ante cualquier injusticia cometida hacia nuestro prójimo; cuando cruzamos la calle y nos ponemos en la otra acera y vemos de lejitos lo que le pasa a nuestro hermano, estamos traicionando a Jesús. “En verdad les digo que, cuando lo hicieron con alguno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí”. Bueno o malo, lo que hagamos a nuestro prójimo, se lo estamos haciendo a Jesús, es lo que Él mismo nos dice en sus parábolas, específicamente en Mateo 25,40.

Jesús lloró lágrimas de sangre y un Ángel bajó a consolarlo, lloró por Él mismo, pues también era humano. Judas se arrepintió de lo que hizo y seguro también lloró, probablemente nunca pensó que la detención de Jesús desembocaría en la muerte y al ver lo que hizo, se quitó la vida. Jesús también pudo haber llorado porqué sabía lo que pasaría con Judas, que le fue muy cercano, Él mismo lo escogió, pero al darle el pan lo marcó, satanás tomó a Judas para él, era parte del plan de Dios, pero a Jesús, no dudo que le dolió.

Queremos seguir nosotros traicionando a Jesús? Tanto sufrimiento, ya no es suficiente? Hoy Viernes Santo conmemoramos la muerte de Jesús y recordamos la traición de Judas, completada con su suicidio, pero nosotros no podemos seguir siendo cómplices de toda esta historia de dolor y muerte. Cambiemos nuestra suerte, confiemos en Jesús y no lo traicionemos de nuevo. Judas fue un traidor, cometió un gran pecado, se ahorcó, el mismo se lanzó la primera piedra, podemos nosotros tirar la segunda. Yo, no creo.


Eduardo J. León Hernández
Abril 14, 2.017

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