lunes, 23 de diciembre de 2019

LA NAVIDAD Y LA MATA DE MANGO

Imagen tomada de www.cuentoscortos.com/imagenes/1031-grande

En estos días de finales de año, para muchos son muy distintos a los del resto del año. He escuchado a más de una persona decir o preguntarse: ¿Por qué todos los meses no son navidad? Algunos expresan que estos días decembrinos son más suaves, más alegres, que sienten que unen más a la gente, fluyen los sentimientos y se ven más acciones compasivas, de caridad, de misericordia. La gente sonríe mucho más y pareciera que se enferma menos; por si acaso, el guayabo, resaca o ratón, no es una enfermedad.

Mucho de lo anterior es muy cierto, puede hasta comprobarse estadísticamente, aunque también se incrementan los estados de ansiedad y de tristeza, se agudizan o se sienten más algunas distancias, se nota con mayor profundidad las necesidades de unos y la “opulencia” de otros; en fin, se abren más aun, las brechas en las mentes y los corazones de unos y otros en direcciones opuestas, por la falta de cercanía con su familia, por estar lejos de su tierra o por recordar, esos eventos que ocurrieron durante el año, como la partida de este mundo de algún ser muy cercano, la pérdida de un amor o sencillamente haber llegado a diciembre sin trabajo.

La navidad tiene esas dos caras. Alegría y tristeza, nostalgia por lo pasado y esperanza por el futuro, recuerdos y olvidos, juguetes, regalos y sitios vacíos, donde aún no llega nada bueno; cenas y tambien irse a la cama, con muy poco o nada en el estomago; eso se nota más en esta época del año. Es indudablemente un mes de contrastes, pero aun así, por mucho, es mejor que los otros meses. Se cierra un año, un ciclo, un proceso y nace otro. Nadie puede decir si mejor, igual o peor, eso depende de cómo cada quien ve y vive la vida, de las decisiones que toma y de lo que le ocurre en ese camino tan individual, como lo es la vida tan única de cada quien, como únicos somos los seres humanos, siendo a su vez tan iguales. (Si no entendió, vuélvalo a leer, con calma).

Algunos de los que quisieran que la navidad se repitiera varias veces al año, normalmente son personas de buenos sentimientos que aprecian el comportamiento caritativo y la misericordia, son seres que ven lo bueno en el otro y que sienten también lo bueno floreciendo en ellos. Sin duda hay otros que tienen doble cara, que en su hipocresía son capaces de enmascarar la navidad, pero en el fondo se les nota su parecido con el Grinch, ya que por sus resentimientos, odian esta época. Por cierto, para aquellos que creen que ese famoso duende verde empeñado en acabar con la navidad, llevado al cine y genialmente interpretado por Jim Carrey, con varias versiones posteriores y decenas de musicales navideños en Broadway y en otros teatros del mundo, nació en el inicio de este siglo, les informo que el Grinch data de 1957, es más viejo que mucho de los que leen esto ahora. Su primera aparición fue en el libro infantil nombrado “Cómo El Grinch robó la Navidad” y luego llevado a la pantalla por primera vez en 1966, donde apareció en un especial de televisión con el mismo nombre basado en el libro.

Cuando leí eso anterior, me acordé de la vez que un joven consiguió a su abuelo escuchando a Luis Miguel. Era un hombre bastante mayor, amante de los boleros y que criticaba duramente la música moderna, la favorita de su nieto. Las canciones que interpretaba en ese momento, el entonces joven “LuisMi”, también conocido como el Sol de México, eran: Somos Novios y Mía, canciones incluidas en su famoso álbum Romances. El joven de quien hablo, con la intención de ganar unos puntos con el viejo, para después pedirle dinero para ir al cine, le dijo: “Ves abuelo, como un joven es capaz de componer la música que a ti te gusta”. De inmediato el septuagenario se volteó y le espetó en la cara: “Mira carajito, esas canciones son de Armando Manzanero y fueron escritas hace más de 30 años”. Lo anterior no tiene que ver nada con la navidad, pero me gustó la similitud, para señalar que el regueton es el Grinch de la buena música, de cualquier tiempo. Por cierto, el nieto, por pendejo, creyendo que se la estaba comiendo, no fue para el cine y por castigo se tuvo que quedar con su abuelo, escuchando a Javier Solís, Pedro Infante, Felipe Pírela, Manzanero, Los Panchos, Tito Rodriguez y a muchos otros, para que aprendiera de boleros.

La palabra Navidad, viene de natividad, que procede del latín nativĭtas, cuyo significado es nacimiento. Eso muchos lo saben, como también saben que es una fiesta religiosa, principalmente cristiana, donde se celebra el nacimiento del niño Jesús, nuestro salvador. Digo principalmente, porque conozco a muchos que, por cristiano, conocen más al futbolista que al hijo de María y José, pero que se gozan (a su manera) estas fiestas como ellos solos, sin tener idea de lo que realmente representan.

El 25 de diciembre, es la fecha en la que celebramos el cumpleaños de Jesús, quien nació hace más de 2.000 años. Ese día y no el 24, se repite un evento, que a todos a quienes nos regocija festejarlo, nos llena de esperanza y renueva nuestra fe. Jesús no vuelve a nacer, su Espíritu es el que recibimos nuevamente. Es por eso que durante esta época, nos sensibilizamos un poco más y abrimos la mente, el alma y el corazón, para ver a los demás y a nosotros mismos, con un poco más de amor, cariño o de misericordia.

Voy a tomar las palabras, más o menos textuales, que me decía William (él sabe quién es), el viernes próximo pasado, mientras me mostraba un pequeño pesebre que tiene en su oficina: “Ojalá fuera diciembre todo el año”. Yo estoy seguro de que lo dijo con el real deseo de que fuese así. Eso mismo es lo que Dios quiere y eso no depende de la época del año, como tampoco de la celebración de una fecha de cumpleaños que la iglesia fijó como conmemorativa, para recordar que el hijo de Dios se hizo hombre, se igualó hacia abajo, en cuerpo, pero no en alma. Eso que quiere Dios, depende de nosotros, de nuestra capacidad de celebrar la vida cada día, de sentir bonito al despertar, a pesar de nuestros problemas, de abrir nuestro corazón a los demás; en otras palabras de servir al prójimo, de estar pendiente del otro, de escuchar a quien necesita ser escuchado, de dar ese modesto y adecuado consejo a quien lo necesite, de levantar al caído y atender al enfermo, de alimentar el alma y el cuerpo de quien lo necesite; en otras palabras, ser como una mata de mango. Eso, mi estimado William, se que tu tambien lo sabes.

Lo de la mata de mango, fue parte de unas palabras que dijo mi yerno Juan David, el día de ayer domingo 22 de diciembre, en un momento especial y muy sentido, como lo fue la entrega de unos juguetes y una merienda, a más de 100 niños en un pequeño pueblo o corregimiento, cerca de Barranquilla. Juanda, Pamela y varios colaboradores, sin recursos económicos, pero con muchas ganas, cada diciembre y en otras fechas especiales, tratan de regalarles a esos niños al menos un rato diferente.

En el momento de hablarle a las madres y niños presentes, Juan les ponía el ejemplo de una niña que salía al campo con su papá y por primera vez, veía un enorme árbol de mango, cargado de frutas; los colores amarillos y rojos de los mangos y el contraste con el verde de las hojas, hacían un hermoso juego de “luces” a sus ojos. La niña le decía que era el más bello árbol que había visto en su vida. El papá, aprovechando ese momento, le pidió a la hija que se acercaran más a esa frondosa mata, para que viera las muchas otras cosas que un árbol frutal, como el mango, nos ofrece.

Primero le señaló la cantidad de nidos que había sobre el árbol, muestra de cómo sus ramas sirven para albergar a los pájaros, permitiéndoles construir un sitio donde vivir. También le enseñó como las ardillas podían jugar, corriendo por las ramas y protegiéndose en las hendiduras del tronco y en las pequeñas cuevas que el mismo árbol les permitía hacer. Además le explicó que los pájaros, las ardillas y todos los otros animales e insectos que cohabitan allí, podían alimentarse de sus frutos y hasta de sus hojas. Le hizo ver que de igual forma los humanos o cualquier otro ser creado por Dios, capaz de tomar esos frutos, aun después de caídos al suelo y de madurarse en exceso, pueden alimentarse con ellos. Por último, le explicaba el papá a la niña, que además de todo lo anterior, en ese momento y en cualquier otro, cuando alguien siente el sol inclemente sobre su cara y su cuerpo, también ese maravilloso árbol lo protege con su esplendorosa sombra. En ese momento, la niña pudo entender todo eso, pudo percibirlo y experimentarlo, mediante su propia vivencia y gracias a la explicación amorosa de su padre.

Estar debajo de una mata de mango, es algo único, aunque a veces hay que tener cuidado de que una fruta de esas se pueda desprender y caer sobre tu cabeza, porque también riesgos hay en la viña del Señor. La sombra y la frescura que nos envuelve es difícil de describir, es como la presencia de Dios, se debe experimentar para entenderla, para conocerla, para saber que carajo es lo que se siente. La mata de mango, como muchos árboles están allí para servir, no se quejan y se entregan a los pájaros, ardillas, mariposas y hasta a nosotros, para regalarnos todo lo bueno que ellos tienen, sin pedir nada a cambio; su función en la naturaleza, en su larga o corta vida (a veces nosotros mismos nos encargamos de destruirlas, ni siquiera les regalamos un poco de abono, solo a veces, les dejamos algo de ácido úrico) es servir, como todo lo creado por Dios.

Jesús vino al mundo, al igual que la mata del mango, a servir y esa es la razón por la cual nuestro corazón, alma y mente, de manera inconsciente, quiere que todo el año sea navidad. Pensando en esto, ayer en la tarde cuando venía de regreso a mi casa, pasé frente a la cárcel que está en vía 40 en Barranquilla y vi a una gran cantidad de personas con regalos, alimentos, bebidas hidratantes, atendiendo a la gente que estaba entrando a visitar a sus seres queridos, que en mala hora fueron a caer allí. Recordé en ese momento los regalos que Tere y su equipo ha recogido y envuelto con sus propias manos en todos estos días, para, con mucho amor, entregarlos a esos seres que no reciben mucho. También las jornadas de años anteriores, que los Laicos Misioneros del Sagrado Corazón hacían cada año para atender a niños de la etnia Wayuu, de las afueras de Maracaibo, a quienes llevaban a recorrer la ciudad y a comer, a probar, a degustar, cosas que nunca en su vida habían saboreado. Son miles de actividades de este tipo que se realizan en cada corregimiento, pueblo o ciudad en todo el mundo, son acciones de desprendimiento, de ternura, de misericordia. Son esas que durante la navidad nos lleva a recordar, que ese es el verdadero sentido y razón de celebrarla; entender que Jesús nació, que vino a este mundo a servirnos y que eso mismo es lo que Él quiere que hagamos, pero no solo en navidad, sino durante todo el año.

Conozco varias personas que hacen estas obras de misericordia en momentos diferentes a la navidad. Visitan de manera desprendida hospitales, cárceles, buscan a los habitantes de calle, tratan de ayudar a los inmigrantes y a los desplazados. Varios de ellos probablemente no quieren que los nombre, por aquello de que no le digas a una mano lo que haces con la otra, a algunos los veo de vez en cuando en el rosario de los viernes, al cual poco estoy yendo, en las parroquias a la cual asisto (Padre Pedro, nos mudamos, por eso nos ve muy poco), son muchas las expresiones de cariño y misericordia que a diario veo, pero no son suficientes. “Es mucha la mies y muy pocos los obreros” reza Mateo 9:37, palabras de hace más de 20 siglos, que no pierden su vigencia.

Si queremos tener una navidad diaria, tenemos que hacerla nosotros, cambiando nuestro pensar y abriendo nuestro corazón, entendiendo que nuestro fin primario es el servicio, la misericordia. Y aquí hago una aclaratoria. No es regalar a todo el mundo todo lo que necesita, es ayudar a quien realmente podemos identificar. Un buen corazón no es engañado por un vago que quiere que los demás le arreglen su vida, te engañará una vez, pero no dos, mucho menos tres veces, si le pides al Espíritu Santo la sabiduría.

La mata de mango está allí. Su fruto (cuando hay cosecha) y su sombra dan para todo aquel que se ponga debajo de ella. Así debemos ser nosotros. Si tu sombra puede acobijar a otros y ni siquiera te cuesta regalarla, hazlo. Entrega tus frutos y tu sombra a los demás, como Jesús nos regaló su servicio y hasta su vida.

Feliz Navidad para todos y por favor, recuerden estas palabras, cada vez que vean una mata de mango y sobre todo, cuando aprovechen sus frutos y su sombra.


Eduardo J. León Hernández

Barranquilla
Diciembre 23, 2019


lunes, 16 de diciembre de 2019

SANTA LUCÍA, SANTA BARBARA Y LA CHINA

Tomado de Google


“Se disiparon los muros que antaño las separaban
Ellas nunca se miraban, Santa Bárbara y la China
Frente a frente están hoy día y desde San Juan de Dios
Podéis rezarle a las dos, camino a Santa Lucía”

Las lineas que acaban de leer, conforman el estribillo de una gaita, ese especialísimo genero musical del estado Zulia, al occidente de Venezuela, compuesta por “El Negro” Rafael Rodríguez y ejecutada de manera magistral por Germán Ávila y el grupo gaitero Saladillo. Esta gaita, refleja y expresa, eso que los compositores y contadores de historias hacen, cuando ven y miden de manera musical, con una increíble creatividad, las distancias, formas, carismas y amores de la gente y las transforman en imágenes sonoras, en canciones especiales.

La parte antigua de mi Maracaibo, el espacio donde casi todo transcurría desde su fundación hace 490 años, estaba concentrado en dos barrios del centro de la ciudad: El Saladillo y Santa Lucia, este último conocido en sus inicios como el Empedrao. En el primero, están ubicadas la Basílica de Nuestra Señora de Chiquinquirá (la China o la Chinita), a unos 700 metros de distancia, al frente de ella, está la Iglesia de Santa Bárbara y un poco más al fondo, la Catedral de Maracaibo; justo frente a la icónica Plaza Bolívar, bordeada por el Palacio de Las Águilas, asentamiento de la Gobernación de Zulia y del edificio de la Alcaldía de Maracaibo, ambas instituciones hoy, terriblemente mal utilizadas por personeros representantes del régimen narco-dictador (perdonen este inciso, pero no se puede perder ninguna oportunidad de decirlo). El nombre de El Saladillo se originó por estar en sus adyacencias unas salinas, de donde se proveía la sal para preservar el pescado que se obtenía del maravilloso Lago de Maracaibo.

El Empedrao, llamado así por las calles de piedra que tenía en el pasado, que se tenían a su vez, por ser el sector donde se almacenaban el granzón y la piedra utilizada para la construcción de la creciente Maracaibo. En ese barrio, cuyo nombre legal es Santa Lucía, bautizado así por la devoción que su población tenía y mantiene, hacía esa hermosa y valiente mujer, se conserva el templo construido en su honor entre los años 1867 y 1876. Esa bella estructura, pintada de blanco y azul, colores que reflejan la pureza de Santa Lucia y el azul del Lago de Maracaibo, el cual puede apreciarse desde su entrada principal. Los alrededores del templo, conservan las casas construidas hace más de tres siglos y que han sido decretadas patrimonio cultural de la ciudad de Maracaibo, para evitar que desaparezcan, como desgraciadamente ocurrió con varias cuadras del Saladillo, en la década de los 70, “para darle entrada al futuro”.

Lucia nació en Siracusa, ciudad de la provincia romana de Sicilia, en el año 283 de nuestra era. De acuerdo con la tradición, era de padres nobles y ricos, hija de Eutiquia (y después dicen que los maracuchos tienen nombres raros); del padre se dice que murió cuando Lucía era una niña. Probablemente él se llamaba Lucio, dada la costumbre romana de poner a las hijas el nombre del padre. Según algunos, el mismo está inspirado en el texto paulino, «Los hijos de la luz». Lucía ciertamente significa "Luz para el mundo". Ella fue educada en la fe cristiana, consagró su vida a Dios e hizo un voto de virginidad. Su madre, que estaba muy enferma, la comprometió a casarse con un joven pagano y Lucia la convenció para que fuese a rezar a la tumba de Águeda de Catania a fin de pedirle su cura. Como su madre sanó, Lucía le pidió que la liberara de la obligación de casarse, que le dejara consagrar su vida a Dios y donara su fortuna a los más pobres; su madre accedió. Pero su pretendiente la acusó ante el procónsul Pascasio, debido a que era cristiana y eso era castigado de manera terrible en los tiempos del emperador Diocleciano. El martirio de Lucía no está atestiguado por fuentes contemporáneas o inmediatamente posteriores a la persecución diocleciana, sino por relatos hagiográficos.

Cuando Lucía fue arrestada bajo la acusación de ser una cristiana, Pascasio le ordenó que hiciera sacrificios a los dioses. Entonces Lucía dijo: "Sacrificio puro delante de Dios es visitar a las viudas, los huérfanos y los peregrinos que pagan en la angustia y en la necesidad, y ya es el tercer año que me ofrecen sacrificios a Dios en Jesucristo, entregando todos mis bienes." Irritado Pascasio, ordenó a sus soldados a que la llevaran a un prostíbulo para que la violaran y le dijo a Lucía: "Te enviaré a un lugar de perdición, así se alejará el Espíritu Santo". Ella le respondió: "El cuerpo queda contaminado, solamente si el alma lo consciente". Santo Tomás de Aquino, el mayor teólogo de la Iglesia, admiraba esta respuesta de Santa Lucía, ya que se corresponde con un profundo principio de moral: No hay pecado si no se consiente al mal. Los soldados la tomaron para llevársela, la ataron con cuerdas en las manos y en los pies, pero por más que se esforzaban no podían moverla: la muchacha permanecía rígida y pesada como una roca. En vista de lo sucedido, Pascasio ordenó someterla a suplicio rociándola con aceite y pez (una especie de brea) hirviendo, pero no logró hacerla desistir. Condenada a ser martirizada, antes de morir profetizó su canonización y su patronazgo como protectora de Siracusa, junto con la caída de Diocleciano y Maximiano.

El relato griego, que data del siglo V y el relato latino, datado del siglo VI al VII, son idénticos en lo fundamental, aunque difieren en algunos detalles finales: según el martiryon griego, Lucía fue decapitada, en tanto que de acuerdo la passio latina, fue martirizada por uno o varios golpes de espada. Fue sepultada en el mismo lugar donde en el año 313 se construyó un santuario dedicado a ella, que fue lugar de destino de las peregrinaciones en su honor. 

A Santa Lucía se le ha representado frecuentemente, sosteniendo una bandeja con dos ojos sobre ella, porque según una antigua tradición, a la santa le habrían arrancado los ojos como castigo por proclamar firmemente su fe en Cristo y luego recobró la vista. Esto último se complementa en otra versión, la cual menciona que Lucia, aun sin tener sus ojos y estando presente en el breve juicio que se le entabló, podía ver todo lo que ocurría. Otros registros de  tradición dicen, que la propia Lucia habría retirado sus ojos para reducir su belleza y así evitar atraer a los hombres. Aunque no se puede verificar la historicidad de las diversas versiones, está fuera de duda que, desde antiguo, se tributaba culto a la santa de Siracusa. 

Es la patrona de los pobres, los ciegos y los niños enfermos; también lo es de los campesinos, electricistas, modistas, chóferes, fotógrafos, afiladores, cortadores, cristaleros, sastres, fontaneros y escritores. Venerada en muchas partes del mundo, entre las que resaltan: Siracusa y Venecia en Italia, en varias ciudades de España, El Salvador, Suecia, Finlandia, Perú, Brasil, Uruguay, Guatemala y Argentina. También en Venezuela, muy especialmente, en Santa Lucia del Tuy, en el estado Miranda; Yaritagua, estado Yaracuy y por supuesto en El Empedrao, en Maracaibo, donde cada 13 de diciembre, ese excepcional pueblo devoto a esta Santa, se vuelca a agradecerle por sus favores y a pedirle su intercesión por los aun no obtenidos.

La de Santa Lucía es una fiesta cuyos orígenes se remontan a los siglos XVI y XVII en Suecia y en partes de Finlandia. Al inicio del adviento se comenzó a celebrar formalmente en Estocolmo una fiesta, en la que se come y bebe. Hoy en día, en la mañana del 13 de diciembre, las niñas se visten de "Lucia" (llevando un vestido blanco largo y una corona de siete velas en la cabeza) y los niños de "stjärngossar" (chicos con estrellas, debido al sombrero puntiagudo decorado con estrellas que usan). Las familias hornean pastelitos llamados "Lussebulle" (bollos de Lucia), generalmente con forma de ojos y se los comen después de cantar canciones tradicionales. Se presentan los pastelitos también a los maestros de escuela, jueces y políticos de la región, para desearles suerte y que sean justos en sus labores. Una chica en particular es elegida como "Reina de Lucía de Suecia" (Sveriges Lucia) y se la corona el 13 de diciembre en Skansen.

Mi vinculo personal con Santa Lucia, viene de mi familia paterna, la cual nació, creció y vivió en la calle Federación del Empedrao, a escasos 300 metros del templo; allí nacieron mi padre, mi tío Jorge, conocido en los bajos fondos como el tío Camello (fumaba Camel, aunque yo creo que también me metía otra vaina) y mi tía Betilde, la famosa Tiabe. Además de sus primos Raquel, Rafael, Magdalena y Castor, cuatro locos de perinola. 

Las visitas cada 13 de diciembre, eran casi de obligatorio cumplimiento, ya que además de ir a la fiesta de Santa Lucia, nos permitía reunirnos con toda la familia. La procesión pasaba por la casa de Mamafé, como le decíamos cariñosamente a la menor de las tres tías de mi papá, que sobrevivieron a mi abuela María Luisa, quien nos dejó muy temprano. Esa casa de la Federación, que desde hace muchísimos años, está marcada por algunas extrañas historias, que son muy "creepies" o quiméricas, asunto sobre el que algún día espero escribir (aunque son tantas y tan variadas, que creo darían para un libro), tambien era una casa de un ponche crema excepcional que hacía Mamafé, con la ayuda de Tía Canca o Kirá, como cariñosamente acortábamos, su nombre: Chiquinquirá. A la otra tía de mi padre, la mayor de todas, a quien llamábamos tía Jiménez, a ella no le dejaban meter la mano en la cocina; en cuanto tocaba una mezcla de cualquier vaina que tuviese leche, se “cortaba”, como si le agregaran un vaso de limón. Era una cocina donde se degustaba un rico café con leche y la mejor torta borracha que ha existido; tan buena que ninguno de las siguientes generaciones la ha podido igualar, en mi casa seguimos intentándolo. Allí también había una sopa de gallina exquisita y otra de fideos, con muchos trozos de un rico queso blanco, que mi Tiabe compraba en el comisariato de Lagunillas. El jamón planchado (creo que Oscar Mayer se copió la receta), los dulces de hicacos y de lechosa (papaya).  Las historias de Tiabe metiendo a Raquel en la lavadora; de Tío Jorge estudiando para sacar 20 en todas las materias cuando estudiaba derecho; las muchas de José Tomas, mi padre, quien salía a comprar el pan y tenía mi abuelo Ángel Eduardo que mandarlo a buscar, todos los días; ese travieso joven se quedaba conversando con quien fuera, cosa que todavía hace a sus 81 años. Las vainas de Rafael, sus pinturas miniatura y su amor puro y eterno por Libertad Lamarque, cuyas canciones cantaba a diario. Magdalena y Castor, no menos jodedores, luego de crecidos, se mudaron a Caracas, pero siguieron siendo maracuchos, de Santa Lucía.

Ir a la feria de Santa Lucia daba para todo. Excelentes cepillaos (raspados de hielo saborizado), las cervezas frías de “Pá Que Luis”, una famosa tienda que también dio origen a una conocidísima gaita, la Plaza de La Muñeca, el Teatro Metro, uno de los muy pocos cines que existían en Maracaibo, en fin, muchos son los recuerdos, nostalgias y sabores que vienen a mi mente y que harían muy larga y tediosa la lista, pero que, en estos días decembrinos, siempre me llegan, nos llegan a todos. Además, que es esa festiva cadena geográfica, que mencioné al inicio del escrito, secuencialmente determinada por el calendario. 

Empieza el 18 de noviembre cuando celebramos a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, conocida como la China o la Chinita. Luego el 04 de diciembre es la celebración de Santa Bárbara, otra mujer cuya vida, martirio y muerte son muy similares a los de Santa Lucia, su templo está en el medio del camino y finalmente, el 13 de diciembre, el día de Santa Lucia, en el Empedrao.
      
La navidad en Maracaibo comienza en la semana de la feria de la Chinita, unos días antes del 18 de noviembre, sigue en el Empedrao con las fiestas de Santa Lucia y conforma una ruta llena tanto de alegría como de religiosidad, de preparación para el cumpleaños del Redentor, con mucha esperanza. Son días especiales, que cada Maracucho, Maracaibero o Marabino (somos tan jodidos, que tenemos tres gentilicios), siente de manera especial, donde quiera que esté. Si no pregúntenle a Tiabe y a mi mamá.

En esta navidad, le pido a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, a nuestra China, que nos regale su bondad, que interceda por Venezuela y por Colombia, para sacar al régimen narco-terrorista que ha destruido al primero y para que evite, a toda costa, la llegada de una desgracia similar al segundo. A Santa Bárbara que nos regale su fe, su entrega, esa fortaleza tan poderosa, como el portentoso rayo que acabó con su verdugo, justo después de ejecutarla. Y a Santa Lucia, su inteligencia, sus tantas virtudes de hija entregada y la claridad de sus preciosos ojos, de la penetrante y sanadora visión que tiene su corazón, para que todos nosotros podamos visualizar un bello amanecer, la dulce llegada del Niño Jesús en la noche buena y que los días que estén por venir, sean claros, soleados y alegres. Que cuando haya lluvia, el agua que recibamos sea para hacernos crecer en bondad y no temamos a las tormentas, ya que son ajustes propios que la naturaleza hace en nuestro cielo.

Este escrito es un regalo para Betilde Lucia (mi Tiabe) y para Esther Lucia, mi prima, quienes orgullosamente llevan el nombre de esta santa.



Eduardo J. León Hernández

Barranquilla
Diciembre 15 de 2019

PD: Las notas hagiográficas, religiosas y demás referencias históricas, fueron tomadas de los portales de aciprensa, wikipedia, así como varias consultas a otras fuentes especializadas.   

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