lunes, 27 de junio de 2022

PEDERASTIA, FAMILIA E IGLESIA

Tomado del portal El Sol de San Luis
La pederastia y la pedofilia son temas muy delicados, que muchas veces en los medios de comunicación así como en las redes sociales, se manejan muy a la ligera. La ocurrencia de estos eventos es mucho más frecuente de lo que se cree y toman una enorme relevancia, llenando los titulares de las noticias al ser de conocimiento público, en especial, cuando alguien “que no debería caer en esa tentación” lo hace.

Veamos con claridad el significado de estas palabras que ocasionalmente se mal utilizan y generan confusión. La pederastia es el abuso sexual por parte de un adulto contra un menor de edad. La pedofilia es el “gusto” o la atracción que siente una persona por un menor; en ambos casos no importa el sexo del adulto ni del menor. Son dos términos diferentes, sin embargo, se debe considerar que un pederasta es casi siempre pedófilo, pero que un pedófilo puede no llegar a ser pederasta.

Los casos de pedofilia y pederastia han crecido de manera importante en todo el mundo, muy a pesar de los esfuerzos de varios organismos internacionales que trabajan de la mano con las policías de muchos países, ya que este se ha convertido en un problema mundial, que se asemeja a una pandemia, cada día se expande más y no hay vacuna para ello. La pederastia es local, ocurre en un sitio determinado, es un acto físico. La pedofilia tiene, entre varias, una característica especial, ha sido superdimensionada por el internet, donde se encuentran cada día nuevas redes de producción, distribución y venta de videos, así como de fotografías constitutivas de pornografía infantil, esto alimenta ese deseo perverso y satisface los retorcidos gustos del pedófilo. Si ya la pornografía para adultos resulta contraproducente y hasta enfermiza, imaginen el impacto de la infantil.

Hablemos primero de la pedofilia, como se dijo antes, este es el camino de iniciación a la pederastia. En información tomada de la página de la Interpol, organización que trabaja este asunto de manera conjunta con 67 países, resalta lo siguiente:

“La mayoría de las personas no se dan cuenta que cuando se habla de abuso sexual de menores, esto incluye el abuso de niños muy pequeños, incluso bebés. Tras el examen de una selección aleatoria de vídeos e imágenes en la base de datos ICSE, INTERPOL y ECPAT International,  publicaron en febrero de 2018 un informe conjunto dirigido a buscar un indicador global sobre víctimas no identificadas en material de explotación sexual infantil. Interpol -Delitos contra menores . 
El estudio identificó una serie de tendencias alarmantes:

    • Cuanto más joven era la víctima, más grave era el abuso.
    • El 84 % de las imágenes contenía actividad sexual explícita.
    • Más del 60 % de las víctimas no identificadas eran prepubescentes, niños e inclusive bebés.
    • El 65 % de las víctimas no identificadas eran niñas.
    • En las imágenes de abusos graves era probable ver a niños, más que niñas.
    • El 92 % de los agresores visibles eran hombres “

La pedofilia tiene dos grandes sectores o áreas en las que se desarrolla:
a.- El comercio de imágenes y videos pornográficos de niños, principalmente vía internet y b.- El que ocurre cada día a nuestro alrededor; si, así mismo como lo leen. Cuando ustedes estén en la calle o en algún lugar concurrido, traten de estar pendientes y ocasionalmente van a ver hombres (principalmente) mirando y detallando traseros y pechos de mujeres, pero también observando a menores de edad que llaman su atención, normalmente por: su silueta, el color del cabello, alguna vestimenta sugerente, su forma de bailar, etc. Mirar no es malo, admirar la belleza es admirar la obra de Dios, pero la gesticulación que acompaña la mirada nos da algunas señales y todo depende de la intención, eso es lo difícil de saber. Imaginen que puede tener por dentro un adulto que en su mente siente atracción sexual por menores de edad. Para un pedófilo, solo con ver una cara hermosa o unos ojos expresivos, es más que suficiente para “pensar” en esa tentación, y cuando caen en ella es que aparecen los pederastas.

Hagamos un aparte para que mis amigos con ojos de águila y gustos de tigre no se sientan tan mal. A veces es difícil de identificar cuando una mujer es menor o mayor de edad solo por su apariencia física, eso es muy es cierto. Hay jóvenes de 13 años que pueden parecer de más de 18, así como mujeres de 35 a las que les piden identificación antes de servirles licor (esto último lo he presenciado en dos ocasiones), además, en muchas de nuestras familias podemos encontrar abuelas o tías que se casaron teniendo 14 años. Hay una condición conocida efebofilia, que es la preferencia sexual hacia los adolescentes o jóvenes entre 15 y 18 años, es algo que ha existido siempre y que no desaparecerá. El asunto no es apreciar la belleza, el problema viene cuando se convierte en tentaciones y pensamientos perversos; esto último es lo terrible y allí no importa la edad. Amigos varones, no se sientan mal, mis amigas hembras también miran (y mucho), pero son bastante más discretas y también caen en la tentación.

Volviendo al estudio antes mencionado, cada día se identifican siete (7) víctimas de tráfico sexual de menores y eso es solo lo que se determina mediante el análisis de las imágenes y videos que ruedan por internet; hay expertos que opinan que esa es una cifra muy pequeña para lo que realmente ocurre a diario.

Otra faceta de este tema fuerte, reveladoramente triste y aberrante. ¿Quiénes son los pederastas más comunes y los más “famosos”? ¿Cuántos de ellos son realmente descubiertos y castigados? Hay menores que son víctimas de abuso sexual cuyos perpetradores son pubertos y adolescentes con serios problemas de conducta, algunos bajo los efectos de drogas o alcohol. Hay otros eventos donde los victimarios son maestros, empleados cuidadores de niños o miembros de alguna organización religiosa. Sobre estos últimos me voy a detener brevemente, porque es algo que siempre me ha tocado de cerca. Soy católico practicante y por muchos años he pertenecido a la congregación los Misioneros del Sagrado Corazón y de grupos que hacen vida en las parroquias en las que he vivido con mi familia y tenemos una gran cercanía con sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos, de diferentes edades, nacionalidades y formación. Hasta este momento, ninguno de los que hemos conocido o tratado ha sido acusado de ser un pederasta. Con esto no digo que no existan, solo que YO no los conozco. Si he sabido de varios casos, de reciente y de antigua data, algunos mucho más famosos que otros y que han tenido, en los más importantes medios de comunicación social, la mejor caja de resonancia.

Pero este mismo “descubrir noticioso” no ocurre para resaltar el gran trabajo que realiza la gran mayoría de los sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos, así como personas, con otros nombres o denominaciones en religiones diferentes a la mía; pocas veces se resalta la actuación de quienes dedican sus vidas a ayudar a su prójimo. No digo que deba hacerse a diario, Dios y la gente que atienden se lo agradecen a su manera, pero, así como se destruye a quienes cometen este tipo de barbaridades de la que estamos hablando, que son un muy pequeño porcentaje, también es justo reconocer a la inmensa mayoría que hace el bien de manera desinteresada.

Sé lo que algunos están pensando. Probablemente dirán qué si estas personas, quienes supuestamente están más cerca de Dios por su trabajo, por la actividad a la que se dedican, no pueden ser capaces de cometer actos sexuales contra nadie, mucho menos afectar a los niños, a los seres más inocentes y vulnerables. Pero les tengo una sorpresa.

“Familiares y personas cercanas, son quienes más ejercen abuso sexual en contra de los niños, señaló Juana María Castillo Ortega, titular de la Fiscalía Especializada en Atención a la Mujer, la Familia y Delitos Sexuales de México. La funcionaria indicó que el abuso sexual en contra de menores de edad destaca en Latinoamérica, y “México anda liderando negativamente”. De acuerdo con la Unicef, más de un millón de niños sufren agresiones sexuales cada año en Latinoamérica. Al respecto, Castillo Ortega mencionó que la experiencia muestra que “los agresores sexuales de cualquier tipo, desde tocamientos, violaciones, etc., son generalmente familiares: padrastros, papás, hermanos, tíos y abuelos, luego aparecen los ministros de cultos religiosos y maestros; los cercanos son los que generalmente tienen las condiciones para acercarse a los niños y también intimidarlos”. Pregunta inocente: ¿Solo son atacados, seducidos y violados los niños y jóvenes en las iglesias, seminarios y colegios? ¿Es que de verdad hay tantos niños asistiendo a esos lugares? Pues no, la inmensa mayoría de los niños están en sus casas y es allí, donde se cometen las peores perversidades.

Además, está la renuencia de algunas familias para denunciar, pues, cuando se trata de un pariente, se cree que al recurrir a instancias legales se afectará la relación familiar, “hay mucho mito de si le creo o no le creo, él va a destruir la familia: ¿el niño? el que la destruyó fue el agresor, y más que a la familia al niño, entonces cuesta mucho darse cuenta”.

Lo anterior es parte de un articulo del 16 de marzo de 2019, firmado por Mayra Tristán y publicado en el portal El Sol de San Luis . En esta noticia no se indica el porcentaje, pero otro portal mexicano UGDTV Noticias señala en su titular del 22 de junio de 2020, que el “El 75 por ciento de los casos de abuso sexual infantil son cometidos por un familiar o alguien muy cercano a las niñas y los niños. El 70 por ciento de los casos suceden en casa, esto quiere decir, que el núcleo o lugar donde supuestamente los niños deben de estar protegidos y cuidados, pues ahí es donde justamente se gesta esta problemática en muy alto porcentaje”, esta declaración está basada en los estudios y estadísticas de la Fundación PAS (Prevención del Abuso Sexual Infantil), según lo explica su directora Liliana Mora. También acotan en esa declaración que, “A nivel mundial se ha registrado un incremento de un 20 por ciento en las agresiones sexuales en contra de niños, debido al confinamiento”.

Como pueden ver, se utilizaron estadísticas de México, emitidas por organizaciones de ese país que trabajan en el tema de los derechos humanos y en especial de los niños y las mujeres, pero similares cifras se pueden conseguir con solo teclear y buscarlas en internet. Para confirmar esta cifra, se revisaron más de 20 páginas de portales latinoamericanos y todas señalan que más del 70% de los abusos a niños y adolescentes ocurren en el hogar y que provienen de padres, familiares y allegados cercanos.

Es muy probable que la cifra sea mucho mayor. Esas mismas páginas consultadas también coinciden en una aseveración que hace el Ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos de Brasil, que en un informe de Mayo de 2020 publicado en el diario La Vanguardia, confirma lo que dijimos antes, señala que existe una alta sub-notificación de los casos y especialmente en los relacionados con violencia sexual, que suceden después de otras violaciones como la negligencia, la violencia psicológica y física. "Los otros tipos de violaciones son claramente visibles. La violencia sexual no lo es. La mayoría de las veces es silenciosa".

Esto lo pueden encontrar en todos los países, pero pareciera ser más marcado en Centro y Sur América, asunto que debe llevarnos a repensar y no atacar solo a religiosos y maestros, sino dar la vuelta y mirar dentro de nuestras propias casas, en “nuestras santas familias”. Seguramente, muchos de los que están leyendo esto, han vivido al menos una vez en sus casas, una situación como las relatadas o han pensado que ha podido suceder.

La idea tampoco es que piensen de ahora en adelante, que todos los que se acercan a nuestros hijos y nietos son pedófilos o pederastas, sería muy injusto con la gran mayoría de las personas buenas que los rodean. Muchos de ellos los aman tanto como nosotros y no serían capaces de hacerles daño. Lo que se aconseja es que se acerquen a sus niños y jóvenes, conversen con ellos, indíquenles lo que está bien o mal, denles la confianza necesaria para que les comenten cualquier abuso; en especial NO MIENTAN, al menos delante de ellos, para que no imiten esa mitomanía, que se ha normalizado en nuestro diario vivir y los que puedan, tomen las previsiones que consideren convenientes para su vigilancia, pero sin excederse, convirtiéndose en sobreprotectores. 

Nuestra sociedad es demasiado hipócrita, disculpen esa aseveración, no es un invento, lo dicen los hechos. Llamamos ladrón y si es posible hacemos meter preso a cualquier trabajador domestico que nos roba, pero queremos ser socios de los políticos corruptos que manejan los recursos y que pueden ayudar a enriquecernos. Criticamos a los drogadictos, pero no escondemos (solo los que toman encapillados) nuestro amor por el alcohol, llegamos a justificar los errores que se comenten en estado etílico y algunos hasta endiosamos el licor y hacemos que nuestra vida gire alrededor de ello. Nuestros hijos varones son unos “Big Lovers” si tienen muchas novias, hasta enorgullecen a la familia, pero nuestras hijas son tremendas Putas, si hacen lo mismo, peor aun, eso lo piensan igual padres y madres; no es un tema marcado por el sexo, es cultural, pero no deja de ser hipócrita. Nuestra doble moral es enorme y haría falta un libro para escribir sobre todos los ejemplos.

Esa hipocresía, esa “conveniencia”, es en buena parte la culpable de la pedofilia y la pederastia no castigada en todo el mundo, por el miedo a denunciarla, pero más aun, por no querer “perjudicar a la familia”; ¿será que tenemos muchos un gran rabo de paja?

Allí se las dejo y espero haber contribuido a salvar la integridad y hasta la vida de algún niño o joven, tratando de abrir los ojos y los sentidos de todos nosotros, ante este mal que ataca, envuelto en gritos mudos, en alarmas silenciadas, a millones de menores en todo el mundo.

Dios y la Virgen de Chiquinquirá protejan a todos los niños del mundo.


Eduardo J. León Hernández

Barranquilla
Junio 27, 2022



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