domingo, 26 de septiembre de 2021

2 - 50 Y LA PANTALONETA

Un billete llamado 2 y su hermano mayor 50, se encontraron en la taquilla de un banco. Ambos habían llegado en una transacción que había realizado un cliente en la ciudad de Barranquilla, un viernes a última hora. El ambiente era agradable, se sentían libres, habían quedado sueltos en la gaveta de Joaquín, el cajero N° 3, quien los había olvidado en la noche anterior al hacer el cierre y no fueron empaquetados junto con sus pares, que fueron llevados a la bóveda del banco. Por ser fin de semana, pasarían mucho rato juntos y podrían hablar de sus vidas.

50 empezó la conversa pavoneándose, ya que tenía impresa una fecha más reciente de impresión, se veía más nuevo, más joven, mientras que 2 estaba bastante más golpeado. Ambos habían sido producidos por el mismo fabricante, en la lejana ciudad de Bogotá. 50 mostraba sus tiras de seguridad y otros mecanismos especiales que permitían a quienes lo recibieran probar que no era falso, mientras que el pobre 2, era de materiales un poco más débiles y hasta de tamaño inferior. Nadie pierde el tiempo en falsificarlo.

50 decía que él llevaba una vida feliz, que paseaba y era muy protegido por su valor, era el más deseados de los billetes en circulación, por supuesto, después de su hermano mayor 100, a quien poco se le ve en la calle. 50 mencionaba todos esos sitios que visitaba: bares, restaurantes, discotecas, casinos, etc, todos esos sitios donde el placer, según el lenguaje malandro, es la mejor nota. Por su parte el pequeño 2 se sentía disminuido, muchos de los sitios que 50 nombraba nunca los había visitado. Lo de él era el bolsillo del que vende café, la propina, el pago a los que cuidan los vehículos en la calle, la compra de una golosina o el complemento de otros billetes para pagar un taxi. 2 veía dos mundos diferentes, sabía que su hermano mayor estaba haciendo gala de su mejor repertorio, pero que no mencionaba que también era usado en el pago de sobornos, para la compra de drogas, también que era el más apetecido en los actos de corrupción, en las comisiones y todas las actividades ilícitas.

Por cierto, 2 también cayó en cuenta de que a él lo guardaban en cualquier parte, que hasta lo dejaban olvidado, a veces en el carro, otras en las pantalonetas de quienes salían a comprar cualquier cosa o que simplemente iban a la iglesia, vestidos de esa informal manera. En esta parte de su reflexión, se dio cuenta qué en sus continuos viajes dominicales, justo la iglesia Espíritu Santo (si, esa donde está el Padre Charly), era uno de los sitios que más había frecuentado. Pensando en su supuesta miseria, recordó todo lo que había escuchado sobre Dios, Jesús, María y José y los demás santos, eso le dio un poco de fortaleza. 2 recordó que eran incontables las ocasiones en la que asistió a la mejor fiesta de la vida. Había escuchado que era la más importante de las celebraciones de los Cristianos Católicos, pero le extrañaba que mucha gente se vestía como si fueran a la playa o algún parque. Entre las cosas que había escuchado de 50, era que él siempre iba con gente muy bien vestida y arreglada a grandes fiestas en clubes, discotecas y que nunca había asistido dentro del bolsillo de una pantaloneta; que gran diferencia pensó 2. ¿Si la Eucaristía es la fiesta más importante, por qué no todos los asistentes van más arreglados o al menos de esa misma forma como van a las otras fiestas que menciona 50? ¿Por qué algunos van con pantalonetas o con ropa no apropiada para el sitio y el evento? Por el calor, pensó; pero si allí hay aire acondicionado. Por una razón cultural, no sé; respondió 2 a si mismo. 

En resumen, 2 y 50 pasaron su fin de semana conversando, eventualmente 2 cambiaba la conversación a otras cosas y hablaba de la inflación, del alto costo de la vida y de todo el tema financiero del país; al igual que su hermano mayor aún eran parte básica y primordial de la economía, sus competidores virtuales, las tarjetas de débito y crédito aún no han podido desplazarlos y pasará algún tiempo para que esto ocurra, pensó mirando al cielo. 50 también conversaba sobre el tema económico financiero, pero periódicamente volteaba la conversa a sus viajes, restaurantes y discotecas, a las tiendas de ropa, perfumes, de relojes y en especial a su última ida a una tienda de celulares.

2 no soportó tanta banalidad, no entendía como alguien solo pensaba en licor, comida y baile, 50 nunca mencionó haber ido a una librería o a comprar algo para otros más necesitados. 2 sabía que no todos los 50 eran iguales, que algunos, tal vez muchos, tienen objetivos claros en la vida y no son tan insustanciales o hipócritas. 2 decidió dejar a un lado ese tema y se dedicó a lo suyo, descansó en esa acogedora gaveta hasta el lunes, cuando Joaquín, el cajero N° 3, lo tomó en sus expertas manos y lo envió de nuevo a su ajetreada circulación, con el primer cliente que llegó a su taquilla. 2 anhelaba ir a un cajero automático, pero sabia que eso nunca ocurriría.

La moraleja de este cuento no es difícil de extraerla, cada quien haga la suya. Es impresionante la cantidad de 2 que caen en las cestas de nuestras iglesias, junto a un infinito numero de monedas, cuyo peso excede enormemente su valor. Ciertamente algunos vienen de manos de personas con muy escasos recursos, que hacen un gran esfuerzo para dar lo que poco que tienen. No se puede negar que se ven algunos 20 y 10, varios 5, pero los 50 son muy escasos y ni hablar de algún 100. 

Hay benefactores que aportan silenciosamente (como debe ser), cantidades importantes de dinero para mantener a nuestra iglesia, pero les invito a preguntarle al párroco de su iglesia, cuantos billetes de 2 y de 50, llegan a sus arcas. Debemos tener claro que ese dinero se usa para ayudar a mantener ese mismo templo que nos cobija a nosotros mismos, cada domingo o el día de la semana que acudimos a el y para ayudar al prójimo, a esos más necesitados.

Y sin ánimo de ofender, yo no soy un dechado de virtudes, pero por favor, los invito a no ir la iglesia en pantalonetas, shorts o bermudas, como quiera que lo llamen y mucho menos en chanclas, es la más grande fiesta que nos ofrece el Señor y aun cuando Él no mira lo que mostramos por fuera, si se debe entristecer al ver cómo nos arreglamos cuando vamos a otros sitios; eso dice mucho de lo que tenemos por dentro. Y a las jóvenes, a las damas de un poco más de edad, ustedes y las flores son lo más precioso que nos ha dado la naturaleza, también vigilen su vestir. La vista es necia y nuestra mente, en menor o mayor cuantía, tiene su lado perverso; la sensualidad femenina es inevitable y el demonio siempre está tratando de hacernos mirar a la izquierda.

Saludos


Eduardo J. León Hernández

Barranquilla
Septiembre 26, 2021

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