martes, 12 de abril de 2016

LA MUERTE DE UNA MADRE

La muerte de una Madre es el hecho más doloroso que se puede sentir, luego de la muerte de un hijo, eso me han dicho los que han vivido ambos eventos y me imagino debe ser así. El primero porque es el ser que a uno le dio la vida, quien lo cuidó y ayudo a crecer; el segundo, porque es la muerte de uno mismo, de su vástago y que además es algo no natural, los hijos deben morir después que los padres.

La semana pasada, me comentaba mi madre, que una de sus amigas había muerto de un infarto. Una señora de la tercera edad, pero aún muy entera, que había ido a despedir a una de sus hijas que se fue a vivir al extranjero, buscando mejores condiciones de vida. Su otra hija también había salido antes del país, dejando a sus padres en Venezuela. La señora murió al retornar del aeropuerto a su casa.

Venezuela nunca había sido un país de emigrantes, al contrario, siempre fue refugio para quienes se vieron en la necesidad de ir a otra plaza a buscar una mejor vida. Muchos llegaron a Venezuela producto de guerras, hambrunas o persecuciones y siempre se le abrieron oportunidades. Hoy nos tocado a muchos venezolanos hacer ese viaje al contrario.

Lo triste es que una madre muera de tristeza y perdonen la redundancia, porque sus hijos salgan a buscar un mejor destino, una nueva vida, para ellos y para sus propios hijos. Un nuevo país, donde no les será fácil, pero donde tendrán preocupaciones diferentes a la de buscar comida y medicinas.

Tengo muchos amigos y familiares que salieron del país ya hace años, pero bajo otro concepto. Salieron a cambiar aires, a desarrollarse de otra manera, a darles a sus propios hijos una nueva y diferente visión de lo que es posible hacer. Con la posibilidad de retornar de cuando en cuando para ver a su gente y que estos últimos tuvieran un nuevo sitio que visitar. Eso es una migración programada, no una migración desgraciada, como la vivida por esta familia.

Cualquiera pudiera decir que esto pudo ocurrir en otras condiciones de país y es cierto, pero yo tengo mi propio ejemplo. Mi madre no puede visitarme por un absurdo cierre de frontera y sé que su tristeza crece cada día más, al saber que la segunda de sus nietas, que está mucho más lejos que yo, luchando por una residencia en un tercer país; además de que mi madre no tiene una clara posibilidad de conseguir un boleto, que pueda llevarla a ver a su nuevo bisnieto cuando nazca en unos meses.

Cada familia tiene sus problemas, cada familia tiene sus dificultades, pero no podemos seguir permitiendo que la maldad de unos pocos, acaben con la felicidad de muchos y mediante la ruina y la tristeza, con la vida de los Hijos y con la vida de una Madre.

A toda esta familia que tuvo esa dolorosa perdida, mi más sentido pésame. A sus hijas, a quienes no conozco, les digo que no sientan culpa alguna, no es fácil aceptarlo, pero es la verdad. Dios dispone de nuestras vidas y a veces lo hace en circunstancias muy extrañas.

A quienes con sus actos han separado a tantas familias en mi país, que los perdone Dios, yo no sé si pueda. 

Eduardo José León Hernández

Abril 12, 2016     

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