sábado, 8 de septiembre de 2018

LA BARCA DE PEDRO Y DE ALBERTO JOSÉ




Los primeros contactos que hizo Jesús con la gran mayoría de sus discípulos fue a orillas del mar, junto a sus barcas. Eran pescadores, sus barcas, las redes y sus manos, sus medios de producción. Lucas el evangelista, mi favorito, es quien escribe de la manera más fresca, más didáctica diría yo, su evangelio es conocido como el “Evangelio de la Misericordia” y nos decía el Padre Pedro Nel, que también se le llama el “Evangelio de la Mujer”. Los escritos de Lucas son sencillos, sin censura o sesgo de razas, tal vez por el origen del propio evangelista. Digo los escritos, porque el libro de los Hechos de los Apóstoles también es de su autoría.

Lucas y los demás evangelistas, mencionan con frecuencia a Jesús, a sus seguidores y en especial a Pedro, junto o dentro de una barca y es algo propio de la historia. La gran mayoría de los pueblos de esa época, al igual que ahora, están a las orillas de los océanos, mares, lagos y ríos, por las ventajas que ofrece la navegación para el transporte de personas y el comercio. En una ocasión Jesús invita a los discípulos a lanzar la red en lugares donde ya habían intentado pescar, no habían sacado nada y resultó en una pesca milagrosa (Lucas 5:1-11). También está el pasaje donde Jesús prueba la fe de Pedro permitiéndole caminar sobre el agua; el apóstol da unos pasos, pero de pronto siente miedo y empieza a hundirse (Mateo 14:24-33) y otro evento significativo ocurrido en el mar, es cuando los discípulos se aterran durante una tormenta y estando Jesús con ellos en la barca (Lucas 8:22) corren a despertarlo para que los salve.

Todos tenemos nuestra barca, o al menos vamos en una, solos durante un tiempo y acompañados en otro. Durante ciertos días somos capitanes, en otros marineros o simples pasajeros, dependiendo del rol que hemos decidido tomar o el que Dios y la vida nos han asignado. En ese navegar, ha habido días de tormenta y otros de calma, unos con frío o con mucho sol, con una suave brisa, como la de Elías al salir de la cueva o hemos enfrentado vientos huracanados. Nuestras barcas a veces están en movimiento o se quedan estáticas, pueden chocar con rocas, encallar en la arena, voltearse y naufragar, pero también nos permiten dar paseos preciosos, muchas cosas pueden pasar. Nuestra fuerza, nuestra decisión, el rumbo escogido y la fe que tenemos en Dios, hacen la diferencia.

Todo esto lo digo, ya que luego de ver cierta analogía entre la vida de Pedro y de los Albertos, los Padres Alberto José Linero y Alberto Cutié, quise escribir sobre ellos, sobre sus decisiones, su fe y el respeto que merecen. Ambos (los Albertos), son y serán hombres públicos, ya que sus personalidades así los definen y a ellos les gusta actuar de esa manera. Son contemporáneos, ambos rondan los 50 años y dedicaron muchos de ellos, al servicio de Dios y de la gente, a través de  la Iglesia Cristiana Católica, haciendo el bien y lo siguen haciendo cada uno desde su nueva posición. En al caso del Padre Cutié, decidió continuar el servicio sacerdotal desde la Iglesia Episcopal, que permite hombres casados como sacerdotes (Ojo, en la católica también) y el Padre Linero, asumo seguirá en el ejercicio de ayudar a Dios con su obra en el mundo y de guiarnos a nosotros los mortales, desde los medios de comunicación. Al menos es donde yo lo veo y donde quisiera seguirlo viendo, luego de su destacada labor en las mañanas de Bluradio en los últimos meses y todo lo que ha hecho por tantos años en el Minuto de Dios. Seguro seguirá escribiendo y tendrá muchas opciones en los medios y creo que no solo en Colombia, dado que su proyección pastoral, llega a diario a muchos países de habla hispana.

Pero cada vez que un sacerdote “famoso” o carismático hace algo normal, se convierte en la comidilla, es parte de las habladurías durante mucho tiempo y gana un increíble centimetraje en todos los medios y en las redes sociales. Digo algo normal (está bien escrito, normal), porque muchos sacerdotes en el mundo cuelgan sus hábitos a diario, pero no todos son famosos y por eso no se siente el ruido. Yo he conocido varios, en diferentes países, que lo han hecho y ahora viven de una manera normal y siguen aportando mucho a la sociedad, siguen siendo unos buenos hombres, que es lo que Dios quiere. Algunos se han casado, como el Padre Alberto Cutié, otros no lo han hecho. Si el Padre Linero lo hace después, que es lo a que a la gente le encanta decir, eso precisamente es lo que los brolleros quieren escuchar, están esperando, como “caimán en boca e caño”, que algún osado paparazzi, en los próximos días saque un vídeo o unas fotos, como ocurrió en el caso del Padre Cutié. Quieren tener más volumen para esa canción, algo bueno para complementar el chisme, gasolina del más alto octanaje para aumentar el fuego; qué triste que sea así.  En lugar de agradecer el trabajo que ha hecho durante tantos años, el esfuerzo está en la crítica destructiva y lamentablemente, buena parte dentro de nuestra propia iglesia.

Cuando un hombre o una mujer, decide entrar al mundo del servicio religioso, se limitan de muchas cosas que nosotros los seglares tenemos, la gran mayoría desmejoran su nivel de vida, tienen altos riesgos por las áreas que tienen que visitar, los kilómetros que deben recorrer, el posible contagio de enfermedades por la visita a los hospitales, el riesgo de muerte cuando les toca hacer misión en zonas de guerra o de alta conflictividad. A no todos les toca, pero son muchos quienes lo hacen. Pero también está la soledad, la lejanía de la familia, el llegar a morir de viejos lejos de los suyos, eso no es fácil y menos en nuestra cultura. Aun y cuando los parroquianos nos hacemos parte de la familia del cura, hay lazos de sangre difíciles de romper.

La soledad ha sido mencionada por el Padre Linero, personalmente lo escuche de él en su intervención la mañana del miércoles pasado en el programa de Bluradio. La soledad es terrible y uno puede padecerla aun teniendo miles de personas alrededor. La soledad es de cada quien y es cada quien el que decide cómo vivirla o apartarla. El Padre Linero y el Padre Cutié fueron solitos al seminario, nadie les pagó para hacerlo, no fueron obligados, tomaron esa opción de manera personalísima, como también lo fue su decisión de retirarse. El problema es que somos egoístas y solo pensamos en lo que nos conviene a nosotros. Le escuche decir a una católica, que seguramente no sabe qué hacer con su vida, “es que no vamos a poder vivir sin los escritos del Padre Linero y las tareas del día que nos pone”, ese fue el más barato de los comentarios; he allí el problema de seguir a hombres en lugar de seguir a Cristo. También escuché y leí a gente diciendo (al menos uno de los que escribe dice ser sacerdote) que se retiraba porque no tenía a Dios en su corazón, háganme el favor, alguien debería de darles con una cotiza de guajiro por la boca, por no decir otra cosa. Como han aflorado los envidiosos, los resentidos y , en especial, los enemigos de la Iglesia Católica. Aquí nadie está libre de pecados para estar lanzando piedras, además de que no hay un pecado en esto.

Una querida amiga me decía que pareciera que la Iglesia Católica está en crisis, sé que de buena manera ella piensa el impacto de los escándalos que han resurgido y de la salida del Padre Linero, cosas que no tienen ninguna vinculación, por cierto, y yo le decía que hoy se retira uno, pero que gracias a Dios están entrando bastantes jóvenes al seminario. "La Iglesia Cristiana Católica la creó Dios y no será el hombre quien la destruya", era una frase que decía un colombiano que Venezuela adoptó hace más de cincuenta años, el Padre Jorge Bohórquez, un gran amigo ya fallecido que conocí en tiempos de discernimiento y soledad, cuando viví en El Tigre, estado Anzoátegui.

La Iglesia Católica, como todas las instituciones, cambia, se debe adaptar a los tiempos sin perder su esencia. El tema del matrimonio es uno de ellos y en su momento deberá ser considerado. Ya hay sacerdotes practicantes casados dentro de la Iglesia Católica, algunos de órdenes que se unieron al catolicismo hace varios siglos y otros que han sido aceptados bajo algunas condiciones. Varios amigos sacerdotes, algunos jóvenes y otros no tanto, me han dicho que el no tener una mujer al lado que jorobe es muy bueno, el hecho de no tener que preocuparse por una familia propia, libera de responsabilidades y cargas al sacerdote. Otros piensan que una buena mujer al lado ayudaría a llevar con más facilidad la soledad. Es muy complicado ese tema.

Coincidencialmente, ahora volviendo a Pedro, el hombre a quien Jesús le confió la Iglesia, la verdadera, la original, sin interés de ofender a ningún otro credo religioso, ese testarudo pescador, brioso, que acompañó en tantas aventuras a Jesús. Ese hombre que lo amó y lo negó también, pero que sin dudas lo acompañó y se considera el primer Papa de la Iglesia, Pedro, es nombrado en la lectura correspondió el pasado miércoles 05 de septiembre, el mismo día que se conoce la noticia del retiro del Padre Alberto Linero. La lectura a la que hago mención es Lucas 4:38-39, donde se señala que la suegra de Simón (Pedro) estaba enferma, Jesús le cura la fiebre y esta se incorpora de inmediato, presta a servirles. La suegra de Pedro, o sea que el primer Papa de la historia era un hombre casado. Si Pedro era casado, ¿cuál es el problema que hoy los sacerdotes lo sean? Ojo, cuidado con lo que se interpreta. Mi referencia a esta lectura y al hecho de que la noticia de la colgada de los hábitos del Padre Linero, no quiere decir que yo piense que él se retira para casarse, en la entrevista él mismo dijo que no y yo le creo, pero esta casualidad, puede ser una manera de decirle qué si lo hace, está bien, no pasa nada; así lo interpreto yo.  

El Padre Alberto (los dos) se mamaron, como dice un costeño, de llevar una vida que ya no querían y cambiaron lo que creyeron conveniente, seguramente hubo mucho discernimiento, tristeza y compasión propia. Debieron haber hablado de este tema con algún amigo o familiar, buscando ese auxilio que ellos siempre ofrecen a los demás. Seguro fueron muchas horas ante el Santísimo, buscando entender lo que sentían y qué hacer ante una situación tan complicada, para nada los envidio. Pero lo que si es un gran rasgo digno de copiar de ellos, es ese valor para decidir, esa fuerza para actuar, ese poder haber hecho algo que consideraron necesario para seguir adelante. 

Pedro dejó su barca en la orilla y se embarcó en la de Jesús. El Padre Alberto José (al igual que Cutié), va en la suya, tiene el mismo destino, su viaje sigue teniendo el mismo objetivo, servir a Dios y al prójimo, pero decidió darle un vuelco al timón y ha tomado una ruta diferente, no mejor ni peor, enfrentará otros vientos, otras tormentas, verá otros horizontes y palmeras, pero su destino es el mismo puerto. Yo no tengo duda, al igual que Cristo, este Man está Vivo.

Dios los bendiga y junto la Virgen, iluminen sus caminos.


Eduardo J. León Hernández
Septiembre 07, 2.018              

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