miércoles, 13 de septiembre de 2017

EL EGOÍSMO Y LA INDIFERENCIA


Cuántas veces hemos escuchado o le hemos dicho a alguien que es egoísta o que se muestra indiferente? Realmente sabemos el alcance de esas dos palabras y que son dos de los peores males que nos aquejan? 

El egoísmo, no es otra cosa que “querer todo para mí” o un “yo primero que los demás”. Ser egoísta es ser mentiroso, es también practicar la envidia, es sencillamente no querer compartir. Un egoísta, no es un humano con ser, es solo alguien que tiene o pretende tener.

El egoísta vive en una burbuja, donde cree que tiene un aire puro que solo el respira, donde pretende que los demás solo lo vean a él, ser el centro de la vida, queriendo así, a su manera, ser una especie de dios. El egoísta es mal agradecido, ya que si pretende lo mejor siempre para él, por creer que solo él se lo merece, nunca agradecerá por lo que recibe. 

El egoísta es un mentiroso, empieza por mentirse a sí mismo y de allí, que queda para los demás si él esclavo de su propia mitomanía. Desconfía de todo el mundo, no presta, ni cede nada sin interés alguno. Carece de bondad y algo muy grave, por lo menos para mí, no sonríe limpiamente, ósea no es feliz.

El egoísta no ama, y si comparte algo de lo que tiene con sus más cercanos, es por miedo a que lo dejen o por el simple afán de tener a alguien cerca. De alguna forma semiconsciente, piensa que solo “dando algo” pueden quererlo; bueno, eso es lo que él cree.

No hay esperanza en el egoísta, ya que quiere tenerlo todo controlado, de inmediato y allí cerquita, donde pueda verlo. El egoísta no le da cabida a la fe, es solo él y nadie más.

Es también una manera de ser indiferente, por eso la indiferencia es la otra cara que complementa al egoísta.

Yo creo, que en lo único que uno puede ser egoísta es en el amor, en querer que solo lo amen a uno, porque estoy seguro que si eso ocurre y nos llenamos de amor, inmediatamente lo compartimos y ya dejamos de ser egoístas. Además de que el amor, es infinito, no se acaba y basta y sobra para todos. Dios es el amor y Él es para todo el mundo.

Ser indiferente es no importarle lo que ocurra con el otro. Es estar vacío, no tener nada en el alma. La potencia del latir de un corazón indiferente, solo se puede escuchar con un sonómetro muy sensible, ya que ese corazón no provoca casi ruidos, no se siente. El indiferente, es un inconsciente, un ser que a quien solo le importa él, y a veces ni eso, ya que muchas veces no es capaz de velar por el propio ambiente en el que vive. 

Al indiferente no le importa ni el mundo, ni quienes lo rodean, pero normalmente, al igual que el egoísta, se queja constantemente de lo que hacen los otros, pero también se queja de lo que dejan de hacer y que él cree necesario que se haga, ya que lo beneficia, pero es incapaz de mover un dedo o de actuar, no le interesa aportar al bien colectivo.

El indiferente es miope cuando a los demás respecta, pero utiliza fuertes luces cuando a él sus intereses le tocan. Es un ser totalmente mudo ante las injusticias, pero tiene un megáfono en su garganta para defender sus eventos. No escucha ni siquiera una explosión en la casa de su vecino, excepto que la onda expansiva dañe su pared. No cede ni un milímetro de tierra, pero si alguien se descuida, le tima todo su terreno.

Este tipo de personas jamás asumen compromiso alguno, donde el beneficiario sea otro, se hace el loco ante cualquier acto de unión y solo es capaz de aceptarla cuando hay un beneficio claro, y sobre todo, seguro para él. 

En fin, indiferencia, indolencia, des-humanidad, insensibilidad, inacción, falta de voluntad, todas estas palabras o frases son símiles que definen a quien sencillamente no siente aprecio por los demás.

El egoísmo y la indiferencia son los principales males que afectan a nuestro mundo. Estas palabras no son mías, provienen del Padre Julio Chevalier, fundador de la congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón, quien estaba muy claro de la condición de la humanidad. Fueron escritas por él hace mucho más de un siglo y su vigencia en nuestros días es innegable.

El egoísmo y la indiferencia, son sin duda la base de la destrucción de la humanidad. No hay que ir muy lejos para comprobarlo. Con solo escribir las palabras: conflicto, guerra, dictadura, opresión, mal trato, etc., en cualquier buscador de internet o mirar cualquier periódico o revista que tengamos a mano, podremos ver que la esencia de todas estas desgracias, están delineadas por el egoísmo de quienes quieren tener o mantener el poder y la riqueza, pero también por la indiferencia de quienes pudiendo hacer algo, no mueven un dedo para hacer de este mundo algo mejor.

Todos tenemos de egoístas e indiferentes. Desde niños aprendimos a tener apegos por muchas cosas y a querer ser los primeros, muchas veces pasando por encima de los demás. Pareciera que es parte de esa esencia oscura que compartimos con la pureza que hay dentro de nuestra mente y de nuestro corazón. 

Todos tenemos mucho de egoístas e indiferentes, repito, pero si utilizamos nuestro escáner, eso que llamamos conciencia, si colamos las impurezas que hallemos, utilizando el filtro de nuestra bondad y del dulce corazón de niño que Dios nos regaló, estoy seguro que con la sustancia o energía que salga de nosotros, transformada en actos o palabras, cada día habrá más compromiso, más verdad y mucho más entrega por el prójimo. 

Eso, les aseguro, nos hará a nosotros mismos más felices y como la felicidad y el amor no son egoístas, ni indiferentes, llegarán sin duda alguna, a todos los demás. 


Eduardo J. León Hernández

Ciudad de Guatemala
Septiembre 05, 2017

No hay comentarios:

Publicar un comentario

LA CULPA MATA MÁS GENTE QUE LA GUERRA

Tomado de www.seamosfelices.com Hace unos días escuché la sentencia que titula este escrito y me llevó a recapacitar en cuanta culpa hay en ...