sábado, 20 de junio de 2020

CORPUS CHRISTI


Hace un tiempo, mi nieto mayor Andrés, luego de salir de la misa me hizo una muy interesante solicitud: abuelo, podrías por favor explicarme ¿cómo es que Jesús está en ese pequeño pedazo de pan? Estuve en silencio un momento y luego empecé a desarrollar una de las más difíciles respuestas que he dado a interrogante alguna, no solo por lo que involucraba el cuestionamiento, sino que debía dársela, de manera muy genuina y entendible, a un curioso niño de 10 años.

Todo empezó cuando, “mientras comían, Jesús tomó pan, y habiéndolo bendecido, lo partió, y dándoselo a los discípulos, dijo: Tomen, coman; esto es Mi cuerpo", Mateo 26:26, también en Lucas 24:30 y Marcos 14:22. Además, Jesús no solo pidió a sus amigos comer su cuerpo, también los invitó a beber su sangre, cuando les pasó el cáliz con el vino. De haber sido Ángel, mi segundo nieto quien me interpelara, seguro preguntaría si Jesús era vampiro. Hay muchas analogías escondidas en estas palabras, son muy difícil de entender y más aun de explicar, que es lo que intenté hacer con Andrés.

Jesús necesitaba dejar, además de sus palabras, enseñanzas, sanaciones y demás hechos milagrosos, transmitidos de generación en generación de manera verbal y finalmente recopilados en la Biblia, una acción, un acto místico, sensorial, relevante, profundo, que nos uniera con Él por siempre y que mejor que recibirlo en una recurrente celebración. La ultima cena, marcó el inició de lo que hoy regularmente conocemos como la Misa, donde el acto central es ese simple partir del pan, sumado a una poderosísima oración. La celebración de la Eucaristía, recibir el Corpus Christi, es un acto maravilloso, que en estos momentos de pandemia recibimos de manera espiritual, al ver la misa por la televisión, pero que estamos extrañando enormemente.

También era necesario aclararle a Andrés ¿Qué significa Cristo?, de allí derivamos sus seguidores los cristianos. Esa palabra, que se unió posteriormente al nombre de Jesús, proviene del hebreo y traduce el Mesías, que da como significado el Ungido; aquel esperado por el mundo para que lo salvara del mal, ese personaje que mencionaban los profetas y cuyo anuncio fue recopilado en buena parte de lo que conocemos como el antiguo testamento. Jesús-Cristo, la divinidad en un cuerpo humano.

Para saber compartir ese pedazo de pan, la iglesia católica instituyó la Primera Comunión. El proceso de estudio, aprendizaje o vivencia, que aun cuando normalmente se hace a muy corta edad, y no se logran comprender muchas de las cosas que allí recibimos cuando niños, es en esa primera vez que se posa sobre nuestra lengua el Cuerpo de Cristo y junto a su proceso previo, cuando damos los primeros pasos para entender, de forma individual, que es comer el cuerpo de Cristo, recibir a Jesucristo de forma física y sacramental. Sin embargo, comulgar posteriormente, de manera continua, consciente y espiritual, desde el alma, es lo que nos hace entender y vivir esa alianza que Jesús selló con los apóstoles en la última cena.

Sentir, creer, estar convencido de que Jesucristo está en la hostia, en esa pieza plana de pan ázimo, redonda y bastante delgada, que el sacerdote consagra durante la misa, es algo que no puede ser explicado con palabras, eso se siente, se vive, se percibe, es un dogma, una creencia, un convencimiento profundo y personal que tenemos cada uno de los que profesamos y practicamos la religión Cristiano Católica. Jesucristo, simplemente está allí, en cuerpo, sangre, alma y divinidad.

El Cuerpo de Cristo, el Santísimo Sacramento, lo encontramos siempre en un lugar especial en cada templo. Adorarlo es una de las más reconfortantes y bellas formas de acercarse a Dios. Pararse, sentarse o arrodillarse frente a Él, es una experiencia única, nunca es igual, no se repite, ya que cuando uno va realmente dispuesto, puede lograr una conexión indescriptible, un flujo de energía, de amor, de paz, que solo se entiende, que solo se siente, haciendo silencio y esperando a que Él se comunique con nosotros; en paz, con calma, sin prisa, pero sin pausa. Como ocurre, no lo sé, ni siquiera me interesa saberlo, solo quiero seguirlo sintiendo. Tampoco se como explicarlo, solo se que es algo especial. Andrés, probablemente piensa que esa es la oficina de Jesucristo, pero que, como buen amigo, sanador y acompañante, también hace visitas domiciliarias.

Hay gente que dice, que eso de sentarse a pedirle o hablar con alguien que no se ve, que no contesta, es perder el tiempo. Yo no tengo prueba física alguna que mostrar, porque Dios es como el viento, se siente, pero no se ve. Algunos señalan que eso es como una droga, una especie de estimulante que nos transmite la religión para dominarnos. A esas personas les digo que si, que de cierta forma tienen razón. Esa conexión es "un algo" generador de efectos excitantes e inspiradores, parecidos al de un fuerte medicamento, pero que son muy buenos, no tiene efectos colaterales negativos y da paz, ayuda a aclarar tu mente y tu vida. Ciertamente es algo que no veo, que no puedo tocar, pero que si siento, escucho y percibo. Cuando estoy frente a estas situaciones, uso las palabras que titulan un libro del sacerdote jesuita, Carlos Cabarrus: Experimentalo todo y quédate con lo mejor (pueden bajarlo en internet, está en PDF), frases que vienen de Tesalonicenses 5:21. No es una invitación a emborracharse o volverse loco para ver que sirve o no, es una manera de aprender a discernir que es lo más conveniente para cada quien, que no dañe la salud física y mental, que tampoco perjudique al prójimo, obtener esas experiencias que nos lleven a tomar el mejor camino. En fin, si crees que puedes vivir sin un Dios al que seguir, pero eres capaz de amar sin condiciones, de ser feliz y ayudar a los demás a serlo tambien, vive de esa manera; al final, eso es precisamente lo que Dios quiere de nosotros.

No fue fácil hacerme entender por Andrés y probablemente no captó todo lo que le comenté (aunque los niños hoy dia vuelan), pero si se entusiasmó, ya que cada vez que vamos a misa me agrega otras inquietudes sobre cómo se lleva la misa, las participaciones, del respeto, el silencio, la solemnidad; algunas preguntas son de forma, pero ya ha llegado a ciertos fondos. Estoy muy contento, porque la última pregunta que me hizo Andrés, me confirma que ya está empezando a querer entrar en las profundidades de estos dogmas y creencias tan fascinantes, como importantes. En una de las más recientes misas a la que asistimos, antes de declararse la pandemia, me dijo: “Abuelo, ya tengo un poco más claro lo del cuerpo de Cristo, de como Él está vivo en cada hostia, aunque no he tomado la primera comunión, pero ahora necesito que me expliques eso de la Santísima Trinidad”. Reconozco que me dejó en el sitio, por lo que le pedí un tiempo, ya me estoy preparando.


Eduardo J. León Hernández
Barranquilla
Junio 20, 2020

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