sábado, 13 de mayo de 2017

MAMÁ, Y HOY QUE TE REGALO ?.



Mañana domingo, en ese día en el que todos los hijos, nietos, sobrinos, etc., regalan a esos seres maravillosos que nos parieron y/o criaron, algo caro o barato, no importa, como un gesto de agrado por esa gran labor de llenar al mundo de amor, yo no sé qué regalarte Iris Ayde. Hace ya muchos años, te acuerdas Mamá, te regalé una máquina de coser Singer, electrónica, en esa época también vivía fuera y Tíabe nos hizo la segunda de comprarla, mis hermanos también participaron, no me la pusiste por la cabeza porque no estaba cerca.

Ese día aprendí, que tú querías otra cosa, algo más personal, como un beso, un abrazo y de pronto una comida no estaba demás, pero igual que ese día, hoy tampoco estoy allá. Por circunstancias más complicadas aun, no podré a tu lado físicamente, aunque sé que hablaremos por teléfono. También tienes lejos a tres de tus nietas, a tu nieto mayor y a tus tres bisnietos, eso complica más la cosa. Luisito y Luisana, estarán allí por todos nosotros.

Sabes Mamá, la vaina está cada vez más complicada, el exilio es muy duro y no te lo digo para que te pongas triste, eres la única que puede entenderme completamente y sé que tus palabras y tus oraciones pronto nos permitirán estar cerca de nuevo. Judith y yo vamos a iniciar vainas nuevas, cuando te las contemos, te van a gustar, bueno eso espero.

Pero sabes que si puedo hacer, agradecerte por todo lo que hiciste y haces por mí. A veces les cuento a mis nietos Ángel y Andrés y a cada persona que lo quiere oír, que fuiste tú quien me empujó a estudiar inglés. En 1.967 le dijiste a mi papá, que aceptabas mudarte de nuestro querido pueblo, Santa Bárbara del Zulia (una pendejada) a Maracaibo, con la condición de que me pusiera a estudiar inglés. Le exigiste que mi colegio tuviera esa asignatura, creo que en esa época, allá solo había dos colegios bilingües y mi papá, con su sueldo de Inspector de Sanidad, no tenía ni como pagar el transporte. Una mujer de veintipoquitos años, que fue al colegio en una canoa atravesando un río, que no tenía estudios superiores, sabía y estaba muy clara, en esa época, de lo importante que era tener ese otro idioma. Tú no eres normal Mamá y que bueno que fue es así. 

Recuerdo que cuando llegué a ese colegio en Santa Lucia, frente a la placita de La Muñeca, en el pequeño colegio de las amigas de Mamafé, empezaron a dar clases de inglés, sencillamente porqué el resobrino de la maestra Josefina Urribarrí, estaba en el salón y ella quería que Eduardo José estudiara inglés, eso fue grande Mamá. Sabes, muchos años después supe que justo desde ese día, allí en ese colegio cuyo nombre no recuerdo, gracias a ti y a Mamafé, incluyeron el inglés como materia obligatoria, aun eso no estaba en el pensum de primaria.

No sé si sabias que Patricia, esa misma, tu nieta la del medio, a esa le pasó algo similar. Su madre la llevaba a carajazos, la metía por el pelo tres veces a la semana para sus clases de inglés en el Colegio Champagnat de Caurimare. Judith, que lo entiende mucho, pero que lo habla poco, también sabía que el inglés era necesario para todos. Hace pocos años, Paty, que ahora está exiliada igual que nosotros, le agradeció a su madre esos carajazos, sin ese idioma cuanto no estuviera padeciendo.

Además del inglés, tus consejos, esos que uno no escucha pero que se te graban, esos que solo las madres saben dar, me han ayudado mucho. Te aclaro que algunos no los entendí hasta hace muy poco, no por tapado, sino porque la vida no me había puesto frente a ellos. 


Negra, como te dice Tommy, verte cocinar, aprender de ti ese arte, algunos platos sin recetas, ni medidas, otros un poco más rigurosos en su preparación, los aprendí gracias a ti y tu sabes que esa es una de mis grandes pasiones, Pamela también agarró lo suyo de allí. Pocas personas han probado mis hallacas de plátano, tienen tu estilo. Sabes Mamá, aquí donde estamos hay mucha gente que no cree que soy Maracucho, porque solo saco el “cantaíto” cuando estoy in private, osea con los míos, también herede un poco de ese tu hablar neutro, thanks you very much. 


Algo que he ido poniendo en práctica, gracias a tu ejemplo y a la guía de Dios, es tu discreción, ese saber cuidar lo que se dice. No quiere decir que ahora no hable, muy por el contrario, en la casa Pauli me llama el contador de cuentos (y yo pensé que me había graduado de contador público), porque me la paso contando historias, explicando lo poco que se dé política y economía, los chistes con mi compadre Ascanio en Los Puertos de Altagracia y los de Papa robándose los bombillos del puente sobre el río Escalante, hablando de mi vida en Espiñeira (Price Waterhouse), de mis historias en Western con J.J. Marzuola, Carol, Eugenio López y Jorge Gómez, de los palos con mi compadre Franklin y Chucho en el Hotel del Lago, tantas vainas que la vida me ha regalado, que he podido disfrutar y que me han permitido vivir una vida feliz, porque es así Mamá, dentro de las dificultades, me siento muy tranquilo y feliz. Dios ha hecho su trabajo en mí, de eso no tengas dudas, y ojo, faltan cosas muchas por venir, tengo pendientes nuevas aventuras.

Hoy te hubiera querido regalar otro celular, pero apenas estas aprendiendo a usar el whatsapp. Me contestas los mensajes, dos días después y con una llamada, creo que aún no sabes cómo leerlos, tranquila, poco a poco, Vanessa tiene mucha paciencia. Además, mientras más caro, más peligro corre el teléfono de qué Papá lo dañe. Mira que les pusimos el computador e instalamos el Skype, y allí esta, bien gracias. No te estoy jodiendo, solo aproveché el espacio.

Madre, se oye raro, pocas veces te digo así, muchas cosas están cambiando, nuestro país por ejemplo. Ese que aprendimos a conocer en una camionetica Hillman Hunter, que nos llevaba a donde a nos diera la gana, en especial a Maracaibo y a Caracas, viajando siempre de noche porque era más fresco y menos peligroso. Nos montábamos los cuatro, Rita aun no portaba por allí y salíamos a comernos el mundo a casi 90 km por hora, sin radio y Papá cantando canciones de Alfredo Sadel, era regio, así diría el Piri. 

Recuerdo llegar a Caracas en Diciembre, a la casa de Papa José en los Chaguaramos, cuando la ciudad de los techos rojos de Billo era muy fría en navidad, tanto que usábamos sweaters, pero a pesar de eso siempre nos llevaban a comer helados y mi manito Luis se montaba en la carreta del señor del caballo. En el camino a Caracas siempre parábamos en Campo Carabobo y después al llegar la visita a Los Próceres era obligada, eran lugares dignos y de mucho respeto. Ahora la vaina no es igual, tú sabes. Fue una época muy especial, era chévere.

Recuerdo la primaria y tus coñazos. Por allí Llegó la Frentúa (jeje), casa nueva en la Urb. La Victoria, primera etapa; recuerdo que para ir a visitar la construcción de esa casa, tu hacías varios panes rellenos y llevábamos jugo, malta o refrescos, Papá siempre compraba su jugo de limón en el Miriñaque, todo un viaje, la vaina era al final de la Limpia, detrás del estadio (lean Hechos 13,51, que por una Dios-cidencia, es la primera lectura del día de hoy sábado, el que me escriba le explico). Luego el liceo, tus coñazos, again; el olor a cigarrillo, de nuevo coñazos. Las veces que me amenazaste con dormir en el callejón por llegar tarde y mi manito Luis que me abría la puerta, como disfruto recordándote en eso.

Compartimos momentos duros, realmente fuertes, tú sabes de qué te hablo pero salimos adelante, con penas y glorias, como todos en esta vida. Junto con Papá, graduaste a tus hijos y has visto graduar a tus nietas mayores y te faltan tres, mas tus bisnietos, que seguro los veras graduar también, confío en Dios que así será, los Hernández somos de 90 para arriba.

Bueno Doña Iris, no quiero extender mucho esta carta, me quedan solo tres dedos del Cabernet Savignon que abrí hace un rato y ya estoy mojando mucho el teclado, no con vino por cierto. Te pido que te cuides, no vayas a tomar mucho whisky con Coca-Cola mañana, eso es un crimen, es lo único que jamás te perdonaré, pero si te pasas de palos, trata de joder a algún chavista, no golpees a mi Papá, yo sé que él está muy necio y grosero, pero el votó por Irene y no tiene nadita de culpa en este berenjenal.

Échanos la bendición y no te pongas a llorar, o mejor, si quieres, llora un poquito, graneadito, como en ciclos, así nos ahorramos un poco de las gotas de los ojos que te pusieron y que son bien caras. Tus lágrimas son mejores, son naturales, no tienen aditivos y son gratis. 

Mama, pronto llegará el día en el que te regalaré, otra máquina de coser, que no querrás ponerme por la cabeza. Una bien grande, mollejúa (dixit Maracucho), para que nos fabriques la más grande bandera tricolor, con siete estrellas, una bandera que nunca nadie podrá quitar de nuestra casa, en La Victoria.

Te quiero un montón.

Tu hijo.

Eduardo José León Hernández
Mayo 13, 2.017

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