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Uno de esos
inventos ha sido el teléfono celular. Según The Mobile Economy 2.019 de la GSMA, un informe que recoge los avances y noticias de mayor importancia de todo el
mundo de la telefonía celular, señala que a finales de 2018, unas 5.100 millones de
personas alrededor el mundo estaban suscritas a servicios móviles, lo que representa
el 67% de la población mundial. Destaca que un total de mil millones de nuevos suscriptores
se sumaron solo en cuatro años desde 2013, lo que representó una tasa de crecimiento
anual promedio del 5%. Aun cuando la velocidad de crecimiento se está desacelerando y se
estima que la tasa anual promedio estará en un 1.9% entre 2018 y 2025, el número total de suscriptores móviles se elevará a 5.800 millones (71% de la población).
Esas cifras incluyen el número de abonados, pero la cantidad de tarjetas SIM, o
sea de números telefónicos celulares, ya exceden los 7.600 millones, más que la población mundial. Nada de lo
anterior nos debe sorprender, por ser cifras promediadas, también nos deja interpretar que hay gente que puede tener tres, cuatro y hasta cinco teléfonos celulares activos; al mismo tiempo que muchos otros, ni siquiera ha tenido uno en sus manos, son cosas
de la vida.
Para darnos cuenta de algunos efectos que lo relatado anteriormente produce, no hace falta que un instituto publique esas cifras, de pronto es bueno para
conocer las cifras por países y estratificadas en esos otros detalles técnicos necesarios para dárnosla de
cultos y entendidos de la materia, ya que con solo ver a la gente que nos rodea, a quienes caminan a nuestro alrededor o a nosotros mismos, podemos confirmar la
dependencia que tenemos del celular y a eso sumemos la tablet y el computador. Eso está
matando la pasión y la creatividad.
La pasión,
porque en esos momentos íntimos, cualquiera que sea, una cena, una película, estando en
el motel con su amante (de ustedes) o con la pareja oficial en la cama, el
teléfono ya forma parte integral de esos eventos, ha pasado a ser parte integral de esos instantes donde
deberíamos estar concentrados en lo que estamos haciendo. Esto igual aplica para cuando conversamos con alguien, comemos o simplemente vemos un juego de
fútbol o béisbol; el teléfono es lo primero, está allí y nosotros pendientes de él, de que no se vaya, que no se pierda, que nunca se quede sin batería y por supuesto, preguntando la clave del wifi.
La
tecnología está superando todo lo íntimo. Ya desde hace algún tiempo se han creado software y hardware para tener sexo virtual y hasta en sexta dimensión. Te da
placer visual, físico, sensorial, auditivo y hasta olores y sabores están
integrados. Mi amigo Luis Dautant me contó detalladamente sobre esto, yo no lo he probado, solo he
leído sobre el tema.
Igualmente,
los teléfonos celulares, las velocidades con las que trabajan y la nitidez que alcanzan las imágenes y los videos en esos aparatos, han contribuido en mucho al uso de la
pornografía. Y no me vengan a decir que no. Quien esté leyendo esto y asegure
que nunca ha usado el teléfono para ver un video porno o al menos una foto que le hayan enviado
por el whatsapp, si hay alguien que me diga que nunca ha visto al menos un pedacito de alguna película triple xxx, que agarre la
piedra, esa misma que tiene en la mano lista para lanzármela, se la pegue en un ojo y
después en la boca, por embustero.
Hay quien justifica el sexo virtual (también es manual), porque evita el riesgo de las
enfermedades de transmisión sexual y los embarazos no deseados, eso es
entendible, pareciera tener alguna lógica, pero la severidad de los cayos que salen en las manos, el
recalentamiento de la mente y la debilidad que causa el uso de ese tipo de sexo
en exceso (si es que así se puede llamar) le destruye la vida a cualquiera. No me
imagino como será este mundo, cuando empecemos a tener la señal 5G, que aumentará las capacidades, velocidades y mejoras en las comunicaciones, pero también hará nuestra vida más rápida. La expansión de nuestro espectro virtual, seguirá en su empeño de volver al ser
humano en un individuo cada vez más comunicado, pero también, con una soledad
impresionantemente creciente. Nos terminará volviendo, en eso precisamente, en un espectro.
Lo otro que
nos ha quitado el teléfono, es la capacidad de crear, de hacer dibujos, mapas, de pintar corazones y
hasta de escribir, aunque en esto último hago la corrección o aclaratoria, de que la gente ahora escribe, millones de caracteres por whatsapp (con la misma cantidad de errores ortográficos), teniendo minutos libres para
hablar con el otro; esto es de locos. El tema es que en días pasados, visitando un aposento público en un centro comercial, ante la
urgente necesidad de hacer un deposito orgánico, luego de la consabida
limpieza con papel del área donde iba a sentarme, me acordé del chiste
del sempiterno humorista orientar (con r), el Conde del Guácharo, donde él pregunta a su publico: ¿porque uno en la calle caga con
pena?. En dicho chascarrillo, él relata ese momento cuando la puerta del baño público tiene dañado el
pasador o cerrojo (el que me tocó a mi estaba en malas condiciones) y es necesario sostener la
puerta con una de las manos. Cuando eso ocurre, siempre alguien intenta entrar
y el que está adentro contesta cambiando la voz; será para que no lo reconozcan o es que se las da del cagador enmascarado?.
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Pero hay
algo más que noté ese día. Ya no hay chistes en las paredes y puertas de los
baños públicos. Ya nadie escribe: “aquí estuvo Pancho, deponiendo más que un
chancho”. La cantidad de frases, creativas, cómicas, espontáneas, frases que
solo salen en ese momento íntimo y de soledad obligada, ya no están allí;
desaparecieron. Cuántas de esas paredes rayadas fueron inspiración posterior
para algún chiste, una canción o sencillamente para tratar de reírse mientras uno hace ese trabajo, duro. Tampoco en nuestras casas están las revistas o los periódicos de
papel, que tan útiles eran para recrear la mente o informarse de lo acontecido
en el país y en el mundo, para actualizarse en cuanto a la farandula. Para ser usado como abanico cuando la faena se pone
dura y genera gotas de sudor que corren por la cara y el cuerpo, o sencillamente
para ser usado como articulo de limpieza corporal, en esas condiciones extremas que a veces tiene la economía
familiar.
El celular
acabó con todo eso. Liquidó a los poetas de las pocetas, a los biógrafos del inodoro, a los ensayistas de las letrinas. Se extinguieron los escritores
atorados o estreñidos, ya no hay un desahogo compartido con un bolígrafo o un
marcador, haciendo interacción con la pared o la puerta. Esos pensamientos que permitían dejar una huella, "un aquí estuve yo", de manera conjunta con el aromático aporte corporal. Hasta
la culpa de las hemorroides ahora son, en muy buena parte, por el uso del
teléfono. El uso excesivo de ese aparato en dichas faenas, han incrementado el
tiempo allí sentado y por ende una subida importante de ese horrible
padecimiento. Si no me creen, pregúntenle al Dr. Tablante.
Una cosa más para ir cerrando, piensen en este otro detalle. Además de ese daño terrible contra la pasión
y la creatividad, el celular también es responsable de muchas enfermedades, que son transmitidas por él mismo. ¿Son ustedes de los que lavan el celular junto con sus
manos cuando lo usan en el baño, o acaso se ponen guantes desechables, como lo que nos
dan en los restaurantes de costillas o pollo frito?, creo que no. Les invito a revisar esa conducta, no tenemos conciencia del sucio y la cantidad (y calidad) de bacterias que dejamos en la cubierta del celular, que luego se escurren a los forros protectores. Verifiquemos cuánto daño nos está haciendo ese odioso equipo que no nos deja
vida, pero que nosotros tampoco queremos dejar, no podemos vivir sin él; parece una de esas
relaciones de amor y odio, en la cual, uno de la pareja golpea al otro y el golpeado
no quiero dejarlo ir. Lo ama de manera ciega, loca, estúpida e imposible, no puede
sacárselo de la cabeza (en este caso de las manos) y tampoco quiere
hacerse consciente del perjuicio que esa relación le genera.
El celular ya pasó a ser parte de nuestra vida, hasta de nuestro cuerpo, muy difícilmente logremos quitarnos de encima este increíble aparato que acorta distancias y separa a la gente, aunque si no existiera, probablemente muchos de ustedes no estuvieran leyendo este escrito y se perderían de algo tan bueno. Pero por salud, estemos pendientes de hacer algo para reducir nuestro vicio, de controlar esta horrible dependencia.
Un detalle final, cuando saluden a alguien con un beso en la mejilla, traten de imaginarse cuando sería la última vez que esa persona fue al baño con el teléfono y luego habló a través de él. Después hagan también este otro ejercicio: pidan prestado un teléfono celular, recuerden este escrito y luego mírele las manos al dueño, pero en especial las uñas.
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Un baño con sus paredes rayadas puede ser muy desagradable, horroroso, pero creo que no más sucio que un bendito celular.
Eduardo J. León Hernández
Barranquilla
23 de
agosto de 2019
100% de acuerdo. Aparte de estas consecuencias inmediatas también pienso en que tipo de gente tendremos en las sociedades de 10 a 30 años en en el futuro; probablemente zombies tecnológicos...
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