martes, 27 de agosto de 2019

MONÓMEROS, DONDE EMPEZÓ LA NUEVA VENEZUELA.


Un 11 de abril de 1905, Albert Einstein publica su Teoría de la Relatividad. Ese mismo día, pero en 1945, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, soldados estadounidenses liberan el campo de concentración de Buchenwald. En 1954 (un domingo), según un estudio de la empresa True Knowledge, basado en 300 millones de datos acumulados desde el año 1900 al 2010, para calcular diferentes estadísticas históricas, se concluyó que este día fue objetivamente el «día más aburrido» desde el año 1900; nada importante aconteció. En 1961, en Israel comienza el juicio al genocida nazi Adolf Eichmann y dos años después, el papa Juan XXIII firma la encíclica Paz en la Tierra. En 1979, en Uganda cae el dictador Idi Amin y en el año 2001, en un histórico partido, la selección de fútbol de Australia golea 31 a 0 al equipo de Samoa Americana, un área insular ubicada en el pacifico, que está bajo el dominio y control de USA, pero que sus ciudadanos no son estadounidenses.

El 11 de abril, como todos los días (según Wikipedia) ocurrieron algunas cosas importantes, otras algo triviales, aunque 31 a 0 en un partido de fútbol es un evento muy poco usual y también un 11 de abril, fue el día más aburrido de la historia contemporánea. Para Venezuela, esa misma fecha, tiene dos años en los cuales fue un día muy representativo. En el año 2002, en la ciudad de Caracas, se realizó una gran marcha de la oposición que terminó en un enfrentamiento entre civiles y la guardia naZional y es removido el dictador hugo chávez, quien posteriormente renunció. Lamentablemente esa situación (porqué algunos de los involucrados eran buena gente, patriótica, decente o pendeja, sin malicia) no fue bien manejada. A nadie se le ocurrió dejar medio abierta la puerta del helicóptero que lo llevaba a la Orchila, así como tampoco a ninguna persona le dio de comer un bocachico con muchas espinas, y por una sucesión de errores y traiciones, días después volvió el dictador al poder.

También el 11 de abril de este año 2019, se publica la primera fotografía de un agujero negro por parte de un grupo de investigadores de la NASA (por allí debieron lanzar a chavez en el 2.002; es solo una idea repetitiva, ya que por uno de esos se fue, pero algunos años después) y ese mismo día, la Junta Directiva de Monómeros, empresa venezolana radicada en Barranquilla, Colombia, que había sido nombrada días antes por el Presidente Juan Gerardo Guaidó y la Asamblea Nacional, tomó posesión de ese importante activo de la nación. Ese día se salvó a esa empresa de su inevitable destrucción.

Monómeros Colombo Venezolanos, SA, fue fundada hace más de 50 años. En el mes de diciembre de 1.967, Ecopetrol y el Instituto Venezolano de Petroquímica (IVP) iniciaron la formación de la empresa dedicada a la producción de Caprolactama (materia prima básica para producción de nylon) y de Fertilizantes. La planta fue completada y puesta en operación en el año 1972 y al año siguiente inició sus operaciones comerciales. Algunas otras empresas se integraron posteriormente como accionistas y finalmente, en el año 2.006, Pequiven (antigua IVP) compró a sus socios las acciones que poseían, teniendo desde esa fecha el 100% del control accionario. Su sede principal está en Barranquilla, en el departamento del Atlántico y posee otro centro de producción y distribución en Buenaventura, al sur del país. En la actualidad, Monómeros fabrica unas 60 Mil Toneladas Métricas mensuales de productos y atiende un poco más del 40% del mercado de fertilizantes de Colombia; entiendo que esas cifras pronto van a subir. En el año 2018, fue ubicada por la superintendencia de sociedades como la empresa N° 128 de Colombia, dado su nivel de ingresos, durante muchos años ha estado entre las 10 empresas más importantes del caribe colombiano y es la primera del país en el sector de fertilizantes y productos para el agro. Genera cerca de 600 empleos directos, unos 2.400 indirectos y más de 15.000 familias son beneficiadas por su cadena de negocios en todo el país.

Quienes me conocen saben que llevo la cultura petrolera de Venezuela en las venas, que es parte de mi ADN, así como también llevo el agro, la carne y la producción de leche de mi pueblo de origen, de todo mi Sur del Lago de Maracaibo. Mi experiencia de vivir comiendo el mejor queso blanco del mundo, solo se compara al respeto y admiración por el sector petrolero y petroquímico de mi país y por la gente que allí ha trabajado e invertido. A esa gente “echá pa´lante”, criollos y extranjeros, que sin miedo, han dedicado su vida entera a desarrollar esa industria en Venezuela y ahora, en años más recientes, en decenas de otros países del mundo; la mayoría de ellos de manera obligada.  La vida me dio la oportunidad de formarme en una empresa que, durante la época de la Venezuela conducida por gente decente, auditó y asesoró a PDVSA y a sus filiales desde su creación. Price Waterhouse fue mi casa durante 11 años, en los cuales estuve siempre involucrado con esta industria.

Además de destacar el hecho acaecido el pasado 11 de abril de 2019, de la puntería del día escogido, hay un evento especifico que me llevó a este escrito. El haber conversado recientemente con un grupo de jóvenes, venezolanos, con edades en los alrededores de los 30 años, quienes durante una visita que hicieron a las instalaciones de Monómeros, se quedaron sorprendidos por el tamaño y el dinamismo que vieron en sus instalaciones. A ellos los conocí en el restaurant de un hotel de la ciudad y me decían que también les había agradado mucho el compromiso de la gente que allí labora con quienes habían conversado, del respeto por su compañía, de su interés de hacer carrera en una de las empresas, que según dicen ellos mismos, “es la que mejor trata a su personal”, un sitio donde “todo el mundo quiere trabajar”; esas mismas frases las he escuchado de Monómeros, desde que llegué a Barranquilla hace más de 5 años. Eso me llegó, porque me sonó a lo que siempre escuchaba en Pdvsa, Maraven, Pequiven, Lagoven, Plastilago, en todas esas empresas de la industria petrolera y petroquímica que tuve el honor de conocer por dentro y desde afuera. Pero los comentarios de esos jóvenes, también me preocuparon. Esa otra novedad con la que estos jóvenes se encontraron, esa empatía que percibieron de la gente con quienes conversaron, me lleno de tristeza, de sentimientos encontrados, porque creo que el único ambiente que queda en mi país, donde la gente va a trabajar sintiéndose más o menos alegre y orgullosa, es en el Grupo Polar, institución que el régimen cocainómano no ha podido destruir; puede haber otros, pero ninguno con la misma envergadura.

A esos jóvenes, las instalaciones de Monómeros le parecieron inmensas, maravillosas (y lo son), casi como de última generación. Ese complejo en Barranquilla, tiene unas 42 hectáreas de terreno frente al río Magdalena y cuenta con más de 50 años de antigüedad. Sin desmeritar a Monómeros, cada actividad tiene su tamaño y dimensión especifica, esos comentarios me llevaron a darme cuenta que nuestra juventud, probablemente no conoció el Complejo Refinador de Paraguaná, el segundo mayor del mundo, ubicado en el estado Falcón, ni las plantas del Complejo Petroquímico del Tablazo, en el estado Zulia, como tampoco el Criogenico de Jose, en el oriente del país. Probablemente no tienen idea de lo que se hace (o se hacía) en Puerto Miranda, ese importante patio de tanques de almacenamiento de crudo para exportar, hoy prácticamente destruido. No creo que hayan tenido la oportunidad de contemplar las instalaciones petroleras (o lo que queda de ellas) que se pueden visualizar desde el muro de la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, una muralla de contención que evita las inundaciones en esa zona. Es otra obra de ingeniería espectacular, tiene casi 50 kilómetros de largo entre las ciudades de Cabimas y Bachaquero, una obra única en el mundo, que fue necesario construir para contrarrestar el fenómeno de la subsidencia, el cual ha llevado a todas las poblaciones ubicadas en esa área a ubicarse por debajo del nivel del mar, producto del proceso de explotación petrolera. Tampoco deben conocer el enorme complejo industrial que tiene la CVG en el estado Bolivar, que incluye varias empresas como Sidor, cuya sola área alcanza unas 2.800 hectáreas y hoy parece un pueblo fantasma. En esa empresa en especial, hasta hace ya varios años se producía todo el acero que el país necesitaba y excedentes para exportar, generando empleos, riqueza, dividendos e impuestos para engrosar las arcas de la nación. A esos jóvenes y a muchos otros, la dictadura les cortó la posibilidad de conocer los patios de tanque de Ulé, HH8, las enormes plantas de compresión de gas ubicadas en el Lago de Maracaibo, en Anaco y en otras áreas de los estados Anzoátegui y Monagas; ni hablar de la Central Hidroeléctrica del Guri, que con más de 40 años de construida, es la segunda más grande de américa. Son tantas las cosas maravillosas que este régimen miserable ha destruido, que me da pena ajena por la juventud de mi país, esa que no ha podido apreciar lo grande que éramos, lo que grande que hemos sido y solo he mencionado algunas de las instalaciones petroleras, la siderúrgica más icónica y el Guri. Me faltan decenas de complejos industriales, alimenticios, metalúrgicos y de otras áreas productivas, que mencionarlos haría muy tediosa esta lectura. Creo que escasamente, quienes viven en el centro del país, si han tenido la oportunidad de ir por la vía a las playas de Falcón, han pasado por el frente de la Refinería el Palito o del Complejo Petroquímico de Morón, que entiendo, ambos están en el suelo.

El hecho de que no hayan conocido esas grandezas industriales construidas en democracia (y destruidas por la narco-dictadura), todas esas que junto a la fortaleza de la economía, la preparación de nuestra gente y la amplia infraestructura vial y de comunicaciones que teníamos, nos llevaron a ser considerados la Suiza de América, me generó mucha tristeza. 

Los representantes de la Asamblea Nacional, única entidad gubernamental legal existente y realmente electa por el pueblo, nombró a un grupo de venezolanos valientes y bien formados, para dirigir los destinos de Monómeros. La mayoría vienen de la Industria Petroquímica, contratistas de la industria y también jóvenes experimentados en diferentes lides, todos comprometidos y con mucho deseo de sacar adelante la empresa y con ello al país.

El haber tomado el control de Monómeros en Colombia y de Citgo en los Estados Unidos de Norteamérica (en otra oportunidad les cuento mi visión de esa otra historia), ha sido un gran golpe al narco-régimen, ya que se les quitaron dos fuentes de recursos, que tenían disponibles para engordar sus sucias finanzas. Monómeros y Citgo  son el inicio de la reconquista del país, pero desde afuera. El controlar estos importantes activos, le dan una esperanza a nuestro país, a nuestra gente, aunque muchos, por su sufrir, su padecer, por el terrible e irrecuperable tiempo que pierden, buscando a diario como sobrevivir en ese campo de concentración en el que los sátrapas han convertido a mi país, no se han dado cuenta, mucho menos pueden interpretar el efecto positivo que esto causa.

Monómeros es un primer paso para recomponer al país y el 11 de abril, ese día en el cual se recuperó para ser parte de la verdadera nación, debe ser recordado como el día en el que se derrumbó a la dictadura en tierras de la Arenosa, como también se le llama a Barranquilla. Ese es el día que no se cometieron errores y que a los chavistas, se les quitaron las llaves de los aviones (esto último, que disfruto mucho, se los explico otro día, ahora no puedo). 

Esta historia le parecerá romántica a algunos, justa en sus dimensiones a otros y probablemente muchos no entenderán el propósito o su importancia. Yo no soy un iluso, yo sé que los secuestros, cuando están liderados por malandros, que por sus acciones, ya se saben culpables de actos de terrorismo y crímenes de lesa humanidad, además de haber destruido todo un país, no se resuelven con conversaciones, los secuestradores normalmente no se entregan. Soy respetuoso de la vida y creo que nadie tiene el derecho de quitársela a otro, pero, como vemos en las películas, muchas veces para terminar con un secuestro, con una grave situación de rehenes, casi siempre hace falta un francotirador. 

Presiento que la cúpula de la narco-dictadura que le puso un muro de miseria a Venezuela, así como sus desalmados (pero muy bien armados) mercenarios, saldrán en cajones de madera, bolsas de plástico negro o simplemente desaparecerán. Si queremos un país en paz, lo cual no es nada fácil, debemos estar claros de que lo peor está por venir, que debemos estar alerta, actuar y luchar, desde donde quiera que nos encontremos y con los recursos que tengamos disponibles. 

Pero en esta historia, donde lo central es que se haya salvado a Monómeros y que estos jóvenes la conocieran y constataran que ya no esté en manos de la satrapía, eso para mi es muy importante, eso me refrescó el alma.

     
Eduardo J. León Hernández

Barranquilla
Agosto 27 de 2.019          

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