miércoles, 3 de octubre de 2018

CUANDO UN HIJO SE VA AL CIELO


Cuando un hijo muere antes que sus padres, es una situación terrible, dolorosa, muy triste. Es para mí, algo contra natura, va contra la “ley de la vida” que conocemos. Pero la vida, realmente no tiene leyes, es Dios quien maneja sus hilos y decide que, cuando, donde, como y a quien ocurren las cosas. Quienes no creen en Dios se lo endosan a alguna fuerza divina, al universo, a las energías, en fin; cuando se refiere a la muerte, alguien maneja esos hilos, no nosotros.

En no pocas oportunidades he escuchado, que cuando alguien pierde un hijo, todos los padres sufrimos ese dolor; eso no es cierto del todo. Muchos padres sentimos y compartimos ese pesar, nos imaginamos lo que debe sentir un padre, una madre, cuando un hijo se va antes que ellos; pero sentir ese dolor punzo penetrante en el alma, en el corazón, en la mente, en todo el cuerpo, solo ellos saben cómo es.

La semana pasada terminó para mí y para muchos con una noticia muy triste, la hija de un gran amigo, de uno de mis más queridos profesores de la universidad, con quien he compartido muy buenos momentos, partió al cielo. Pero es que además, ella era muy querida para mí, una bella amiga. Nahir Contreras y yo trabajamos juntos en Espiñeira Sheldon & Asociados (Price Waterhouse) por varios años y compartimos momentos excepcionales. La familia de Nahir, en especial su padre, Ramón Contreras, son personas sencillas, educadas, trabajadoras, decentes, colaboradoras, pero sobre todo humanos, humildes y cariñosos, en su trato hacia los demás.

Nahir ya hace algunos años buscó nuevos rumbos, formó su familia y se forjó un futuro, basado en una trayectoria laboral y en su dedicación. Hizo lo que aprendió a hacer, trabajar y trabajar bien, dando lo mejor, no solo como profesional, sino como persona. Eso fue lo que vio en su hogar. No conocí en detalle cómo era su casa, pero no me hace falta para reconocer quien era. 

Una hija con la educación de unos padres de la calidad como los que tiene, porque allí están, no puede haber caído en tierra árida. La educación que mi amigo le brindó, junto a su familia, no puede ser diferente a lo que él refleja: sabiduría, paz, carácter, personalidad y sobre todo don de gente. Así he visto siempre yo a Ramón, a quien por razones de distancia no puedo acompañar en esta hora tan triste, a quien no he querido ni siquiera intentar llamar por teléfono, por lo que preferí escribirle esto, si es que puede verlo; él está bastante enfermo, según he sabido de amigos comunes de mi Maracaibo. En algún momento espero que la vida me permita darle un abrazo.

Pero como dije antes, Nahir y yo trabajamos juntos, en una institución que es la mejor escuela que un Contador Público puede tener. La gran cantidad de amigos que Nahir tiene, porque están allí, sé que comparten mis sentimientos y el pesar de su partida, lo doloroso que ha sido, por lo repentino, por lo inesperado, ya saben, por ser algo que nunca se espera que ocurra a una persona joven y llena de vida como ella. Sé que en estas palabras reúno el sentir de todos sus amigos y colegas de Espiñeira Sheldon & Asociados, de todos aquellos que compartimos con ella tantos momentos, alegres muchos, difíciles unos cuantos. De todos los que recordamos su bella sonrisa, sus sonoras carcajadas y la expresión de esos hermosos, grandes y brillantes ojos que Dios le regaló.

Nahir, no sé si desde donde estás puedes leer estas letras, pero quiero que sepas que cualquiera sea la razón por la que Dios decidió llevarte, espero que tu vida en la tierra haya sido muy buena y fructífera, que te hayas divertido mucho, que Dios y la Virgen residan en tu corazón y que a pesar de lo inesperado, abandonaste este mundo en paz. Deseo también que en el núcleo en el que viviste y te desarrollaste, muy a pesar de los errores que seguro cometiste como todos los humanos, aprecien quien fuiste, que seas un gran ejemplo para los tuyos y para todos nosotros, tus amigos, y que como un ángel, que ahora se estrena en el cielo, cuides de tu gente con ese espíritu, con ese amor de hija, madre, esposa y amiga, que siempre te acompañó. 


Que Dios nos regale el consuelo a quienes te queremos.

Tu amigo


Eduardo J. León Hernández
Octubre 03, 2.018
     

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