jueves, 11 de octubre de 2018

TÍO SIMÓN Y EL AMOR



Hoy me tocó quedarme con los nietos en la mañana y hacerles el desayuno, cosa que disfruto un mundo, normalmente cuando cocino pongo algo de música y hoy el turno fue para Simón Díaz, el gran Tío Simón. No Leda, no es mi compadre, él debe andar haciendo sus vueltas, si es que consiguió gasolina.

El Tío Simón, tiene un enorme repertorio, el más fructífero y variado de la música venezolana. Él le cantó a todo, a los viejos cuando están tratando de quemar esos últimos tiros, en esos momentos que sienten que ya se les está acabando la vida y consiguen una potranca que les para. No sabemos cómo se desenvuelve ese amorío, sabiamente el Tío lo deja a la imaginación de cada quien.

También le canta a un amigo, al esposo de Mercedes, cuya amistad aparece después de que ella es deliciosamente engullida por un caimán. Ella era una mujer que se bañaba en el río, que parecía una esmeralda con flores de chupa-chupa, a quien él amigo no puede dejar de mirar, un amor y una amistad bien rara, donde valió más la lujuria que la vida.

La canción a Mariposa, la vaca que protege a su becerrito porque sabe cuál es su futuro y junto a todos los animales de la sabana le llevan flores y frutas para hacer más agradables sus días. El Alcaraván, ese picudo volador que hace su extraño ruido cuando hay peligro o quiere comunicarse, al que ningún otro quiere enfrentarse, igualmente tiene un cupo.  

La luna, como para todo buen compositor, es una gran inspiración para este poeta llanero. En una canción la luna lo mira y él no sabe por qué, ya que él tiene su ropa limpia, ayer tarde la lavó. También el Loco Juan Carabina aprovecha para caminar bajo su luz y al ella desaparecer, el Loco se pierde en la llanura y cuando la luna vuelve aparecer se pone a llorar; la llama a la plaza para conversar y hasta lo han visto pasar con la luna de la mano. Y ni hablar de la Luna de Margarita, que es la voz, la luz y el amor; esa perla ubicada frente al mar de las Antillas, para vivir, para gozar, para soñar.

Cantarle a Barinas, ese grito llanero que lo inspiró, que le nació del te quiero, donde destacan sus paisajes frente a las cumbres andinas, con caminos de palma y sol, pintados con pinceles de un arrebol, el llano de sus amores. Cantarle a Caracas, su otro amor, una canción que no es de su autoría, la compuso el maestro Billo Frómeta, pero Tío Simón, como muchos de nosotros, la hizo suya, siempre la incluía en su repertorio, era junto a Mi Querencia su segunda Alma Llanera, como la Grey Zuliana para los zulianos.

Simón compuso y cantó muchas canciones al amor, a la mujer, como la que compuso a Cristal Montañez electa Miss Venezuela en 1.977. Le cantó al llano, a los ríos, al campo y a sus habitantes, al despecho, a la infidelidad, a la madre, a los hijos, a lo más sublime, siempre el amor estaba y está presente en los cientos de canciones que compuso, publicadas e inéditas, esa era su marca.

Escuchando a Simón está mañana, recordaba a mi gente, a mi nación, a mis buenas cosas y causas, a mis amigos y amores, a mi tierra y mis árboles, a mis animalitos. Por un momento me detuve a pensar, a recordar bonito cada etapa que he vivido, todos esos momentos que me marcaron, los no tan buenos, pero en especial los buenos, los excelentes, los que son irrepetibles, los muchos que he vivido y no pude evitar llorar. 

Esa mezcla de cosas y memorias buenas con las tristes, las bodas y cumpleaños junto a las caras de quienes ya no están, los éxitos y los fracasos, el caerme y levantarme de inmediato o el quedarme en el suelo por un momento para reflexionar y ver como quitar esa piedra del camino. Las comidas, los encuentros con los amigos, las discusiones en el condominio, las cenas de navidad, comerme un pastelito de papá y queso, una hallaca de plátano, tantas cosas pasaron por mi mente en tan solo momento, realmente entendí la capacidad de procesamiento que el cerebro tiene.

Hoy no quiero escribir sobre otra cosa que no sea sobre música, paz y amor, hoy que es jueves de recuerdos, solo quiero tener presentes los momentos gratos, ver las fotos de mis hijos y mis nietos cuando chiquitos, los recuerdos de mis perros, las siembras de mi granja, el chinchorro y el tanque de agua. 

Quiero escuchar de nuevo al Tío Simón y a los Beatles, a Sting y a Montaner, volverme a las fiestas de los años setenta con esa música que no desaparecerá nunca, porque no podrá ser reemplazada, esa generación es irrepetible. Quiero volver por un día al pasado, a mi pasado, a ese que me enriqueció el alma y el espíritu, que me enseñó a pedir la bendición a mis padres, abuelos, tíos, padrinos y a cualquier persona mayor que merecía ese respeto; a decir buenos días, buenas tardes, buenas noches.

Hoy quiero seguir escuchando al Tío Simón cantando: “Que vale más”. Esa hermosa canción donde se pregunta qué vale que una mirada de tus ojos? Y que nada es comparable contigo y tus caricias. También repetir a mis oídos los temas que interpreta el Rafael “Pollo” Brito, con su incomparable arte, haciendo un maravilloso homenaje a Simón. Son muchos los que cantaron con él en vivo y grabaron sus temas, que interpretan y lo harán por siempre, porque son canciones únicas, salieron de un corazón, un alma y una mente que se apagaron para nosotros, pero que en el cielo siguen componiendo, declamando, cantando para el Creador. Tocando el cuatro en el cielo a la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, a quien el Tío también le cantó en la tierra.

Hoy me voy a imaginar que estoy en Barbacoas, la tierra que vio venir al mundo al Tío Simón, que me muevo por San Juan de los Morros lugar donde creció y se hizo hombre a destiempo para sustituir a su padre desaparecido. Voy a tomarme un café en su nombre, para recordar el Fama de América o el café Imperial. Voy a buscar un Clavelito Colorado para regalárselo a mi esposa, ya que es difícil conseguir ahorita una Flor de Apamate.

Para todo Venezolano que me lee, añorando tiempos mejores, aquí adelante les regalo la letra de Así es mi Tierra, no es la más famosa de las canciones del Tío Simón, pero es la que mi hoy me llega al alma.  

Tierra mía quiero cantarte, me lo pide el corazón,
porque la naturaleza hizo un cuadro de tus campos 
con el toque de una flor.

En la palmera coqueta, sopla el viento de mi llano  
se mece y revolotea y la brisa se marea con un olor de mastranto.
Sube la tierra mojada, se motiva el sentimiento 
y se baña en la laguna, un pedacito de luna 
que salió de los esteros. 

El potrero y la tonada son un mismo amanecer,
y es el alma del llanero, con sus nuevas esperanzas, 
de alegría y de fe.



Eduardo J. León Hernández
Octubre 11, 2.018

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