Según la real academia de la lengua española, transfigurar es cambiar la forma o el
aspecto de alguien o algo, es modificar como se ve ese algo o alguien ante los
ojos de los demás. Eso es lo que nos cuenta la palabra que Jesús hizo frente a
tres de sus más cercanos apóstoles en el monte Tabor. Pero me preguntaba yo
releyendo esa palabra, es el aspecto externo lo que Jesús quiso mostrar? Creo
que no, creo que la intención de ese evento fue otra.
Lucas, Marcos y Mateo, cuentan que Jesús se volvió
resplandeciente, se iluminó, por decirlo de otra forma, pero su rostro siguió
siendo el mismo, ese acto hizo énfasis en mostrar su pureza. Además, es en ese
momento, donde se produce la segunda Teofanía que nos relata la biblia, Dios
dice, al final de su corto mensaje, “escúchenlo”.
Se perciben entonces dos cosas, un cambio de aspecto, donde
se presenta la pureza, la transparencia, el resplandor, la luz, que es a lo que
estamos llamados a ser. Quien es puro y transparente no miente, no tiene nada
que esconder. La mentira es el más grande defecto del hombre, si no existiera
la mentira, el mundo sería otra cosa. Aquí Dios también nos llama a escuchar a
Jesús, a pararle a su palabra, lo reúne nada más y nada menos que con Moisés y Elías,
los grandes representantes del antiguo testamento, dándole la continuidad,
justo en ese momento, a la historia bíblica, siendo Jesús el conector y quien
continúa llevando la palabra de Dios. Por eso el mismo Dios se hace presente y nos invita, de viva voz a escucharlo.
Juntando estos dos aspectos de la transfiguración y
escuchar, nos debe llevar a tomar esa decisión de cambiar nuestro aspecto, no
nuestro rostro, es cambiar por dentro, esa modificación, que es en buena parte una decisión personal, instantáneamente nos hace lucir alegres y
luminosos por fuera. Quien es verdaderamente libre, luce feliz y alegre,
refleja paz y tranquilidad y ese es el rostro que Dios quiere que tengamos. Y para lograr esa transfiguración,
ese cambio, esa modificación del ser y del parecer, debemos escuchar la palabra
de Dios, leerla, entenderla, saborearla, estudiarla, cerrar los ojos y tratar
de escuchar a Dios, quien de verdad nos habla por medio de todas esas líneas que
nos entregó el propio Jesús, por medio de los apóstoles, pero también a través de
todos los profetas anteriores, que nos legaron los escritos que complementan el
plan de Dios.
Transfigurar, cambiar, mejorar, ser transparentes, no
mentir, escuchando, entendiendo, imitando y obedeciendo la palabra, es el único
camino para cambiar para bien, a cada uno de nosotros, es la única forma de
transformar este mundo.
Eduardo J.
León Hernández
Marzo 13, 2.017
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