martes, 10 de octubre de 2017

EXTENDER LA MANO.


Recientemente un hermano en la fe que me ha regalado la vida, preguntaba si era malo pedir; si era algún tipo de pecado solicitar ayuda. No me detuve a ver si obtuvo respuestas, ni que decían, sencillamente empecé a buscar la mía.

Extender la mano, alargar el brazo, es un acto que hacemos y vemos hacer todos los días. Extiende la mano el que paga la compra y el que recibe el dinero. También lo hacemos cuando llamamos a alguien, cuando saludamos. Al hacer una caricia o un gesto de amor, también nuestras extremidades necesitan ser movidas, son actos reflejos que ni pensamos.

Para escoger las verduras o tomar una fruta de un árbol, extendemos los brazos, abrimos y cerramos las manos. Cuando damos un abrazo, primero extendemos los brazos, los apretamos y muchos, con sus manos, acarician la espalda del otro. Para tomar a un niño, levantarlo de su cuna o para acompañarlo a caminar, también extendemos nuestras manos. Hay una pintura muy famosa en el techo interior de la Capilla Sixtina, donde Miguel Ángel, ese excelso artista, reflejó a su visión especial del Génesis. En el centro de la obra compuesta por muchos cuadros, está la mano de Dios tocando la del hombre, ambos con los brazos extendidos. Dios también extiende su mano, es quien más lo hace y no lo vemos; en la imagen de Jesús de la Misericordia, lo vemos a él con su mano levantada y nos bendice.

Nuestros brazos y manos, al moverlos, nos permiten hacer casi todo. En este momento escribiendo mis brazos están semi-extendidos y mis manos abiertas, igual que las tuyas, mientras estás leyendo este escrito en el computador o en el teléfono. Los brazos extendidos sirven para lanzar un beso y también para atraparlo, aunque sea de manera imaginaria.

Pero los brazos extendidos también se usan cuando se empuña un arma de fuego, se apunta y se dispara. Sirven para golpear y empujar, para perjudicar al prójimo y a veces a nosotros mismos. Hay insultos que no necesitan palabras ni sonidos, con solo extender el brazo y colocar los dedos de cierta forma, ya hacemos daño. Llamamos loco a cualquiera o hacemos uno de los más comunes y pervertidos gestos, señalar al otro cuando se ha equivocado, o peor, cuando nosotros creemos que se ha equivocado; pero a veces como dicen por allí, un dedo señala al otro y cuatro te señalan a ti.

Los brazos sirven para tomar la botella, para fumar, para drogarse, son solo palabras, no juzgo a nadie. Sirven para romper el vidrio de un carro y tomar su equipo de sonido, pero también para repararlo y poner uno nuevo. Nos permiten leer el periódico y darle vuelta a las hojas. Son indispensable para recibir a un bebe cuando nace, pero también para cargar una urna y ponerla en su tumba. Extender los brazos y gritar al cielo, para quejarnos o para dar gracias a Dios, también es un gesto común, así como el sentido del grito depende de la intención de cada quien. Los brazos extendidos te sirven para ofrecer ayuda al caído, y allí los bajas para levantarlo y también son necesarios para quien está en el suelo, con ellos, al levantarlos, puede sujetarse de ti. 

Los brazos extendidos parecen indispensables para vivir, pero hay gente sin brazos e inclusive sin piernas. Personas que solo tienen un pequeñito pie, que mas parece un ala de pollo, como lo dice el propio Nick Vujicic. Ese Australiano que nació con esa complicada condición, a quien hemos debido ver alguna vez en sus vídeos, tiene una gran trayectoria como conferencista, motivador y predicador, su condición le ha permitido viajar por el mundo para hablar con gente normal, haciéndolos llorar, cuando les ha hecho descubrir sus propias miserias, cuando ven lo que él es capaz de hacer aun sin tener brazos, ni piernas. Nick aprovecha y utiliza otras partes del cuerpo que nosotros los normales no utilizamos como deberíamos. Piensa y actúa de manera increíble, su cerebro ha sido muy bien educado y sabe que el músculo corporal más pequeño e influyente es la lengua. Esa reducida, pero a veces ponzoñosa pieza que es capaz de ayudar o destruir, con mucha más precisión y certeza, que cualquier brazo entendido. Su fe en Dios le ha permitido ayudar a una innumerable cantidad de personas, motivándolos y también haciéndoles entender, que poniéndose en los brazos extendidos de Dios, es que se consigue la verdadera paz.

Los brazos extendidos hacia arriba son señales que hacemos a Dios pidiéndole su misericordia y dando gracias, son las antenas que perciben y reciben sus bendiciones. Los brazos son lo primero que extendemos para dar la mano al otro, para saludarlo, para persignarnos, para ofrecer nuestra ayuda, para recibirla. Pero también las manos juntas, extendidas y puestas detrás de nuestro cuerpo, sirven para esconder un arma o para que pongan las esposas, cuando nos alcance la justicia, si hemos obrado mal y somos capturados. La imagen de la justicia es una mujer con los ojos vendados, una báscula colocada en su brazo izquierdo extendido y una espada en su diestra. La estatua de la libertad es la figura de otra mujer, con una antorcha que representa la luz, sostenida por su mano levantada y a la vista de todos. Los brazos de nuestra madre María, uno sostiene al Niño Jesús y el otro señala su corazón. Pero también vemos a Cristo crucificado, con sus brazos extendidos y las manos clavadas a un madero. 

No utilicemos más nuestros brazos y manos para perjudicar al prójimo, para empujarlo al foso, ni para hacernos daño a nosotros mismos. Extendamos las manos para ayudar y también para pedir ayuda; eso no es malo hermano mío, no es ningún pecado, si la necesidad que nos urge cubrir es válida y cierta. Durante tu larga vida le has extendido la mano a mucha gente, entre ellos a mí. Has ayudado a muchos con cosas materiales, pero también con consejos, enseñanzas y más aún, con tu ejemplo, con esa capacidad que te regaló el Señor para entender y explicar su palabra; eso no se consigue en muchas partes. Pedir a Dios, que es lo más grande, si Él nos dio la prerrogativa de extender las manos y pedirle lo que necesitamos, como puede ser pecado?. Extender las manos y juntarlas es señal de humildad, levantarlas a Él es un acto necesario. Extender las manos y juntarlas, también es un precioso gesto de agradecimiento. 

Dios te bendiga, hermano mío, te proteja y te cuide siempre, entre sus brazos extendidos. 


Eduardo J. León Hernández

Barranquilla 
Octubre 09, 2017

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