viernes, 10 de noviembre de 2017

NUNCA ES TARDE

En la vida pasan muchas cosas frente a nosotros y tardamos en reconocerlas, a veces por mucho tiempo. En mi caso, hay cosas que hubiese querido hacer antes, con más dedicación y otras de las cuales me arrepiento, creo que es algo común para todos. Una de las cosas para la que nunca es tarde, ni nos vamos a arrepentir, es buscar a Dios, hallarlo y dejarlo con nosotros. No dejes de leer esto, no importa tu religión o si sencillamente no crees en Dios, continúa, creo que vale la pena.

Esta semana Lucas ha sido el protagonista en los evangelios, pero en una nota de voz que recibí por el teléfono, Lucas en 14:12-14, dice: “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado. Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.” En la misma nota, el sacerdote que lo comenta explica, que para muchos, debido a razones económicas y de diversos tipos, hacer frecuentemente un banquete es muy difícil. Mi mente se fue de inmediato a mi propio país y me dolió el no poder invitar ni siquiera a los míos. El comentador pone como ejemplo una salida que Santa Teresa del Niño Jesús consiguió para tratar de hacer lo que dice esta palabra, sin tener dinero, ni un banquete que ofrecer. Ella veía como algunas monjas con las que cohabitaba en el convento, comían solas, casi nadie quería acercarse por su carácter odioso o la amargura que les identificaba y vio que era una forma de hacer lo que Jesús nos manda en ese pasaje. El simple hecho de sentarse con ellas, en silencio, solo haciéndoles compañía ya era un gran gesto. Es lo que Dios nos pide, darnos, dejar de ser tan individualista. Muchas veces acompañar a alguien, en silencio, nutre mas que cualquier alimento. 

Creer en Dios, tenerlo a nuestro lado y mantenerlo allí, no es algo complicado, cuando uno se decide hacerlo. Es una decisión, una opción que se toma y eso es lo verdaderamente difícil. Creer en Dios no es para nada una muestra de debilidad, no debe darnos pena reconocerlo y mucho menos hay que esperar estar en las malas para buscarlo. Es una gran muestra de fortaleza y no es hacerlo para que los demás lo vean, es para nosotros mismos, para matar ese ego que es nuestro peor enemigo. Muchas veces quienes vemos gente que da un cambio en sus vidas, los miramos medio extraño, cuando notamos que empiezan a ir a misa de manera constante, o les da por hablar de Dios o a escribir estas cosas, los percibimos como alguien que se está poniendo viejo o que ha cometido tantos errores en la vida, que no le ha quedado de otra que refugiarse en la religión. Lo certifico, yo era así.

Y en esa misma linea, hablando un poco de mi, malo o bueno, es el ejemplo que tengo mas cerca, recuerdo que hace unos dos años inicié un curso de teología para laicos y lo comentaba con unos banqueros con quienes almorzaba y estaban sorprendidos, me decían que ellos no se veían estudiando algo tan espiritual, muy respetuosamente me dijeron que lo consideraban una perdida de tiempo. Yo les agradecí su franqueza y les dije, he allí el problema, nos hemos convertido en materialistas, cuando realmente somos seres de sentimientos y espíritu, de inmediato cambiaron el tema. Cuando uno decide cambiar, cuando se toma este camino como opción, no tenemos que dejar de ser nosotros mismos, solo nos refinamos un poco, tomamos algo mas de consciencia. Uno no se convierte en un pendejo, ni mucho menos se deja echar vainas, como se dice en mi pueblo; es todo lo contrario, logras un poco más de claridad en la vida, hablas con mas franqueza y pierdes el miedo a ser tu mismo. Quienes me conocen saben de mi carácter, de cómo pienso y lo radical que puedo ser en ocasiones; la diferencia es que ahora estoy un poco más consciente de cuando debo apretar, sostener y cuando aflojar, pero no por mí experiencia, que obviamente también vale, es que ahora tengo con quien hablarlo, alguien que me guía y hasta me da la opción de discutirlo.

Tampoco buscar a Dios significa que debes estar metido en la iglesia, convertirse en un santurrón y hacer cien rosarios, ademas de estar pendiente de no “embarrarla” porque Dios te va a castigar. Dios no castiga, es la vida y tu propia conciencia quien te cobra las malas acciones. Buscar a Dios solo te va  a ayudar a ser una mejor persona de la que hoy eres y para ello si debes hacer pequeños esfuerzos diarios, cambiando lo que sea necesario y leer un poco más, eso creo que no hace daño. Culturizarse no mata, al contrario reanima la vida y el alma.

Tener un poco mas de espiritualidad, seguir un mejor camino no te libera de los problemas, creo durante un tiempo es al revés, se te agravan, o para no asustarte, digamos que te hace más consciente de lo que haces y de que los problemas existen, pero también de que hay muchas alternativas para enfrentarlos, hasta tienes con quien compartirlos, Dios no te los deja a ti solo.

Recuerdo que en una oportunidad, hace ya unos cuantos años, mi esposa y yo asistíamos a un grupo de parejas, lo dirigían Ana y Reinerio García, a quienes les agradeceré eternamente todo el apoyo que nos dieron en esos momentos, cuando necesitábamos esas palabras de ayuda y los consejos para no perdernos como pareja. En ese grupo, como en muchos otros, la gente tiene la opción de comentar ante los demás asistentes que situación los había llevado allí, que motivos tenían para asistir a ese encuentro semanal, que buscaban en ese sitio; era una catarsis que nos ayudaba a todos. Judith y yo lo hicimos, otras parejas también, unos con más detalles que otros, pero hubo una familia que me marcó con su motivación. Esa pareja dijo que ellos no tenían problemas, que estaban allí para preparase para cuando vinieran los momentos difíciles. Era muy complicado para mi darle crédito en ese momento a lo que dijeron, yo no entendía como alguien que no tenía problemas estaba allí, perdiendo el tiempo, pudiendo hacer una vaina más divertida que estar escuchando las metidas de pata de los demás, ademas de cantar canciones religiosas y orar. Coño, que aburrido, eso pensé.

Era un matrimonio de profesionales, con muy buenos negocios, no les faltaba nada. Familia con buena salud, casa, dinero, varios carros último modelo, buena educación para sus hijos, inclusive iban a misa, y entonces, que carajo buscaban allí? Después entendí la sabiduría de sus actos al escuchar el resto de sus palabras. Ese señor nos comentó que no todo el tiempo había sido así, que él, durante su infancia, había tenido muchas carencias y dificultades y sus padres supieron afrontarlas y con su ejemplo los prepararon para vivir en las buenas y en las malas. Mencionó que ellos sabían que la vida es como las olas del mar, un tiempo estás arriba, otro tiempo abajo, una temporada estás en calma y en otro momento la vida se te convierte en una terrible tormenta y es así de cambiante, siempre; lo único que no se sabe, es la duración de cada etapa, fue muy sabia esa lección. Eso creo que nos pasa a todos y a quienes no les ha llegado la tormenta, prepárense, lamento decirles que no hay excepciones. 
     
Estos recuerdos me llegaron esta semana y empecé a hacer un recorrido de cuanta gente he dejado a un lado, de cuantos han sido los que no he acompañado, esos que ni siquiera he querido escuchar porque estoy muy ocupado. A cuantos no les he brindado un banquete, no me he sentado con ellos o sencillamente, ni los he tomado en cuenta para nada (también he pensado en quienes lo han hecho conmigo, no lo voy a negar). Como Santa Teresita, no tengo real para armar un sarao cada semana e invitar a medio pueblo, que está pelando más que yo, pero al menos voy a tratar de sonreír más, de saludar a todo el que pueda, siendo insistente sobre todo con esos que no contestan el saludo. Voy a tratar de mejorar con los míos, con aquellos de quienes he tomado distancia, con razón o sin ella, aunque ya anticipo que por lo menos en dos casos me va a tomar mas tiempo, sobre todo con los (las) chismosos que tanta vaina echan. Si estoy en este camino, bueno realmente a duras penas voy por la orilla, debo hacerlo y no para complacer a Dios (Él no lo necesita), sino porqué es necesario y beneficioso para mi mismo. Y he allí una clave por la que seguir a Dios es bueno; porque haciendo el bien, te salvas (o al menos lo intentas) y te aseguro que te vas a sentir mejor.

Egoístamente pudiéramos decir que es lo más conveniente para uno, hago el bien y me gano el cielo. Hago feliz a Dios, ayudo a los demás y salgo ganando. Suena sencillo, pero no lo es, por lo cabeza dura que somos. Parece una excelente idea, pero como nos cuesta creerlo y reconozco que es bien complicado, nuestra propia naturaleza nos lo impide y es contra quien debemos luchar. San Pablo no se equivoca cuando dice en el 7:16 de la Carta a los Romanos: “Queriendo hacer el bien que quiero, hago el mal que no deseo”. No es nada fácil, pero es necesario. 

En algún momento hemos recibido algún artículo, audio o presentación que nos recuerda a quienes no visitamos, aquellos que tenemos olvidados, que ni siquiera llamamos o enviamos un saludo, menos aún nos interesamos por su salud o de ver cómo están para ayudarlos, de acuerdo nuestras posibilidades. Esos mensajes nos resaltan la posibilidad de que no podamos hacer ese contacto de manera oportuna y que la otra persona muera o seamos nosotros a quienes nos toque pasar la raya. Eso está muy bien y es necesario hacerlo.

Este mensaje va en el sentido opuesto. Creo que todos los que están leyendo esto tienen muchísimo tiempo de vida por delante (bueno, esos son mis deseos, el tiempo realmente lo pone Dios) y mi reflexión precisamente es sobre el tiempo que estamos perdiendo, que nunca es demasiado tarde para ser mejores, y por ende ser más felices. Sin duda siendo mejores personas somos más felices, creo que nadie se atrevería a discutirlo y eso lo logramos buscando realmente a Dios, hallándolo y dejándolo con nosotros, es la clave de una mejor vida.

Mientras más pronto lo hagamos, más tiempo lo vamos a disfrutar. Por qué esperar más? No lo crees? Bueno tú te lo pierdes y ojo: ese banquete es gratis.


Eduardo J. León Hernández

Barranquilla
Noviembre 09, 2.017

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